miércoles, 27 de junio de 2012
Moyano logró la foto, pero deberá cuidar que no se le ponga amarilla
POR JORGE JOURY*
En su presentación estelar en sociedad, el camionero Hugo Moyano logró la foto que quería. Una plaza de Mayo colmada. Como primer paso, obtuvo más convocatoria que en otras ocasiones, pero menos euforia. Necesitará caminar mucho más para ir cautivando a las masas si es que quiere convertirse en el nuevo Perón. Le falta un abismo, para llegar a esa jerarquía dialéctica, pese a que no se cansó de nombrar al líder histórico en su discurso.
Lo cierto es, que se confirmó lo que veníamos adelantando. Hugo o " El Hombre", como lo llaman sus acólitos, ya se colocó el traje que se venía probando durante la última semana. Hoy, temporariamente es el líder de la oposición. Habrá que ver cuánto le dura. Porque ahora deberá revalidar su título el 12 de julio. Ese día el Comité Central Confederal tendrá que santificarlo, pero primero, deberá obtener los votos necesarios para volver a subir al púlpito de la poderosa CGT. La aspiración la tiene y mostró sus cartas en la histórica Plaza. Fue en el momento en que se preguntó ante la multitud: “¿Otro round entre Moyano y Cristina? ¿De qué están hablando?” Y enseguida disparó: “si Cristina no se va a ir del gobierno hasta que termine el mandato. Y yo, como voy a renovar el mandato el 12 de julio, voy a seguir”. Claro como el agua.
Para disipar dudas sobre su intención de perpetuarse, el camionero estacionó impecablemente de culata y aclaró que “lo hago para que no queden dirigentes como Caló (el metalúrgico afín al gobierno) que van a pasar a ser ministros del Ejecutivo para recibir órdenes”. Ni lerdo ni perezoso, Moyano además le marcó la cancha al oficialismo al pasar en limpio que “hoy no paró la CGT, sino camioneros”. Y con esta señal hacia el “cristinismo”, el líder obrero se guardó en el bolsillo la bala de plata para la próxima confrontación. Dando a entender que esto es sólo el preludio de lo que puede venir.
No hace falta demasiada gimnasia mental para leer las intenciones de Moyano. Pero vayamos un poco atrás en el calendario para entender por qué se llegó a un divorcio tan trascendente. El 15 de octubre del 2010, Moyano comenzó a mostrar las uñas. Fue ante una multitud en el estadio de River. Allí dejó en claro que su deseo era algún día tener un trabajador en el sillón de Rivadavia. A su lado, tenía entonces al propio Néstor Kirchner y a Cristina. Rápida de reflejos, la presidenta le contestó: “yo trabajo desde los 18 años”. Las primeras grietas entre socios, comenzaban a asomar en el escenario político. Nadie por entonces iba a imaginar que 12 días después iba a producirse el fallecimiento inesperado de Néstor Kirchner. El único que podía contener los embates del líder camionero. El ex presidente fue quien catapultó a Moyano a la presidencia del PJ bonaerense, tal vez con la intención de poder conformarlo con una futura gobernación. Una movida de Kirchner que fue a regañadientes de los intendentes bonaerenses. Es que los barones del conurbano, de buen olfato, sabían por ese entonces que el camionero apretaba en varios distritos con la recolección de basura e imaginaban que con mayor poder las consecuencias podían ser impredecibles.
También hay que decir que el líder cegetista nunca fue afín al paladar a Cristina. La presidenta le sospechaba a todo el entorno pejotista. Es más, cuando alguien le llevaba un problema partidario, Cristina respondía: “del partido se ocupa Néstor”. Luego, con la muerte de Kirchner, Moyano dejó de lado la obediencia al amo y decidió cortarse solo. El deceso del ex mandatario, desató en la juventud un fuerte sentimiento. Allí estaba el antídoto. La jefa de Estado hizo una lectura fina y entendió que los chicos iban a ser más leales. Se recostó en La Cámpora y articular su brazo armado y contener así el ímpetu del camionero.
Esto desencadenó la ira del temperamental sindicalista, quien puso en marcha un proceso de descalificación hacia esa vertiente nueva, a la que tildó de “jóvenes oportunistas, dispuestos a llenarse los bolsillos y ajenos al peronismo puro”. Pese a todo, la situación nunca llegó a un punto tan extremo como en el de los últimos días, en donde la ruptura se agudizó y puso al país en vilo, cuando Moyano cerró los grifos del abastecimiento de nafta y se mostró dispuesto a jugar con fuego, como es su metodología predilecta. Ahora las cartas están echadas. No hay vuelta atrás, pero sí aparecen cuatro fotografías en el horizonte del análisis: Moyano, Scioli, la crisis económica y la elección del 2015.
Moyano además entiende que la piedra en el zapato la tiene con la clase media. La que sigue viendo al líder camionero como un “mono con navaja”. En el diccionario de ese electorado, Moyano está muy lejos de sus preferencias. Lo tienen como muy peligroso y que no conoce límites, más cuando no hay nadie que se los ponga. A pesar de que Moyano trató de ganarse con su mensaje en la Plaza a ese espacio, mostrando su intención dialoguista, cuando recordó con nostalgia aquel encuentro entre Perón y Balbín en la vieja casona de Gaspar Campos, nadie le cree. Y por más que cuente hoy perentoriamente con las increíbles simpatías de Mauricio Macri y Francisco de Narváez, eso tampoco le alcanza para poder erigirse en una alternativa para el 2015. Moyano no es Lula. El camionero todavía no despegó del nido gremial donde abreva. Aunque su bandera hoy sea la de acabar con el impuesto a las ganancias, su fragancia no alcanza para seducir al electorado más pensante, que más allá de los bombos y las plazas, espera propuestas y reniega de que la escopeta la pueda tener el león.
Ni siquiera la cuota de moderación y poder que pueda acercarle Daniel Scioli, le dan las herramientas para recomponer su imagen, también lejana a la austeridad y convicciones que tenían los caciques cegetistas del pasado, como José Ignacio Rucci y Saúl Ubaldini. Y una foto que me quedó pendiente. En el escenario de la histórica plaza, detrás de Moyano, estaba el "momo" Venegas, el dirigente de los peones rurales, una de las primeras espadas de Eduardo Duhalde. Mucha mezcla para el primer guiso. Habrá que ver si Moyano logra el gusto justo. Eso dependerá de Cristina...
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