lunes, 16 de julio de 2012
A SCIOLI LE ACORTARON LOS TIEMPOS, FOTOGRAFIÁNDOLO CON DE LA RÚA
Por Jorge Joury
Si algo le faltaba al debilitado Daniel Scioli, es que lo compararan con Fernando De la Rúa. Y de esto, se ocupó Gabriel Mariotto, su vicegobernador, el hombre que se supone debió haberlo acompañado hasta el final del camino, si de lealtades se trata. Pero en política, la lógica no cabe, menos aún cuando se reconoce, cumplir a rajatabla las órdenes del poder supremo. Y en el peronismo, esto es una regla: el que gana conduce y los demás, acompañan.
Gabriel Mariotto, hoy convertido en el "demoledor de imagen" de Scioli, cumple su libreto a destajo. De la pelea política, en la cual se sirve el periodismo, para presentar el menú más apetecible, ante la opinión pública, lo de Mariotto es pan caliente. Más aún, cuando el vice marca la cancha y traza paralelismos entre una figura oscura de la política, como lo fue De la Rúa y lo compara con Scioli. Era el balde de alquitrán que le faltaba al gobernador. "De la Rúa, fue el político de mejor imagen y buenos modales, porque gobernaba para la televisión y los medios. Y así, nos fue".
Lo que debería pensar Mariotto, cuando dice estas cosas, es que De la Rúa terminó con una de las fotos más negras para los argentinos. Con una plaza de Mayo desbordada por la presión del pueblo y de la manera más cruenta, como corolario de una represión sin límites. Nadie hoy quiere ese final, aún cuando todos sabemos que se está librando la madre de todas las batallas, como lo es, la provincia de Buenos Aires.
Punto uno, entonces, sobre el cual pretendíamos hacer hincapié. Lo que esperamos, es que Mariotto no haya querido establecer vasos comunicantes, entre aquella y esta postal.
Que Scioli aparece como débil, no es un secreto. Que le falta coraje para pelear, como hay que hacerlo y por derecha, también. Y que al peronismo le hubiese venido al dedillo tener un confrontador directo, de esas características, cuando desde la oposición no hay, tampoco es una sutileza que se puede negar. Pero Scioli, no tiene esas aptitudes o actitudes, como quieran llamarlas. Se muestra ante la opinión pública, como un moderado. El cree estar representando un espacio de consenso y no de disensos. La fórmula le ha rendido hasta ahora, para escapar de la confrontación, que suele ponernos al borde de un ataque de nervios. Pero hay que decir que no alcanza a medias tintas, hasta tanto el gobernador no se coloque de la vereda de enfrente y con el traje de candidato ya probado por el mejor sastre.
Lo que es innegable, que hoy Scioli, aunque no lo reconozca, es opositor o se diferencia del gobierno. Marcó la cancha cuando jugó al fútbol con Macri. Apostó a pleno, al proclamarse como candidato al 2015, aún cuando aclaró, si no había alguna alternativa para Cristina. También lo dejó explícito, cuando se sacó la foto con Moyano. Scioli, abandonó por momentos a aquel candidato sumiso, para apostar fuerte en la política, aunque siempre con su estilo, de medias tintas. Y a veces no es conveniente en materia de estrategia, mostrar las uñas cuando no es el momento. Más aún, cuando se carece de espalda económica, para aguantar lo que Scioli debió haber pensado que se iba a venir, después de semejante desafío, frente al poder K.
Y ahora, no queda otra, que bancársela y encima, sin plata. Pero esto recién empieza. Y si es así, hay que ponerse el traje del aguante, pero a prueba de balas. Mariotto, hoy por hoy, el ogro de Scioli, juega todas las fichas en el tablero político, y lo hace con la anuencia de su jefa. Pero, rápido y perspicaz, niega la posibilidad de asumir la gobernación, en tiempo perentorio, frente a los rumores de que el kirchnerismo va por todo y podría llegar a provocar la renuncia de Scioli. Cuando le preguntan los periodistas sobre ese escenario, él califica a esas especulaciones, de "absurdas", pero inmediatamente sale al ruedo, señalado que "no es momento de tibios", en directa alusión al jefe del P.E bonaerense.
El hombre de Lomas de Zamora, cuando saca el cuchillo, es para herir, pero con riesgo de muerte. Hace relucir el filo del acero y marca las diferencias, de lo que es para el rendir pleitesía al poder supremo. Lo hace por boca propia, pero va con la firma de Cristina y acentúa el target de lo que para él sería el gobernante ideal.
Para Mariotto, como buen transmisor del lenguaje que parte de la Rosada, "política es transpirar la camiseta", no sacarse la foto "con famosos" y quedar bien con todos. Por el contrario, es "jugarse por el modelo", aunque haya que pelear con el poder mediático de Clarín y compañía. Y en esto, Scioli, ha mostrado flaquezas.
Pero la novela, viene por capítulos. Del otro lado del río, como le gusta hablar al ex motonauta, no tardaron en responder el telegrama de Mariotto. Desde el corazón de "La Juan Domingo", a través del ignoto diputado, Ricardo Iriart, le endilgaron a Mariotto que mientras "ocurría la tragedia de De La Rúa y el peronismo se desgarraba por sostener el país, él se dedicaba a vender daikiris en las costas de Mallorca".
Pobre el lenguaje de un lado y del otro, sobre todo, cuando los que pagamos las consecuencias de esta batalla dialéctica, somos los bonaerenses, el fiambre del medio de una lamentable lucha política.
Lo que se puede pasar en limpio en todo este absurdo, es que a Scioli le faltó cintura política para construir espacios de poder. Su error fue armar un gabinete de familiares y amigos. Por eso hoy está casi solo, porque no supo repartir el juego, una regla básica en el peronismo. Si Scioli pensaba en el 2015, debió haber callado sus ambiciones y primero articulado una malla de contención, frente a lo que se suponía que iba a venir. Y por sobre todas las cosas, haber previsto un soporte financiero para la contingencia, teniendo en cuenta que lo primero que iban a hacer desde la Rosada, era cortarle los recursos. Por todas estas imprevisiones, se observa claramente que Scioli no es un estratega de la política, por eso está solo en medio de la noche polar.
Lo acompañan en su gabinete, un puñado de hombres desarmados, en su mayoría, los que se encolumnaron a su lado en 1997, cuando el gobernador decidió cambiar la vida tranquila del Abasto, para involucrarse en la política. Un avezado analista, comentaba en las últimas horas, que Scioli no supo construir su guardia pretoriana. A título de ejemplo, señalaba que el gobernador debió abrir el juego del reparto del poder, hacia la provincia de Buenos Aires y hoy tendría quienes se jueguen por él.
Mientras el pronóstico indica mal tiempo, el gobernador se apoya en "La Ñata", su casa de descanso en el Tigre, donde su mujer, Karina Rabollini, su hija Lorena y sus dos hermanos, le dan contención como pueden. Pero la tribuna, aparece como insuficiente. Se requiere de un ejército, para soportar la lluvia ácida del poder K.
Si miramos el escenario, con profusión de datos, observaremos que son pocos los diputados y senadores que resisten en la lista de leales a Scioli. La mayoría de los actores, tanto a nivel provincial, como nacional, ya sacaron pasajes en el vuelo cristinista, que es donde mejor se viaja. Y si pegamos una mirada hacia los intendentes de la primera y tercera sección electoral, que concentran más de 7 millones de votos, de los 11 habilitados para sufragar, éstos fueron los primeros en tomar distancia del frente sciolista.
Por ese camino, todavía le queda a Scioli, el intendente de Tres de Febrero, el ex metalúrgico Hugo Curto, un peronista puro y de los considerados históricos, que no está dispuesto a pelearse aún con el gobernador, porque tiene a un ministro de su riñón, el de Salud, Alejandro Collia.
Ni siquiera en Tigre, el mediático y equilibrista, Sergio Mazza, se anima a sacarse una foto con Scioli. Lo mismo ocurre con los barones del conurbano, de San Fernando, Escobar, San Martín, Mercedes, General Villegas y Campana, que hoy aguardan la mano "bondadosa" del ministro de Planificación, Julio De Vido, para seguir sosteniendo sus cuentas públicas.
Y si recorremos el espinel, por el lado de los sindicatos, nos daremos cuenta, de que el gobernador no tiene respiro. Están movilizados por las calles y con pintura de guerra, soplándole la nuca con el pago del medio aguinaldo. Y en lo que tiene que ver con la relación con Hugo Moyano, esta es otra incógnita para el gobernador. Ni que hablar de los denominados "Gordos" y los "independientes". Hoy son los que miran la pelea desde afuera, aunque no extrañaría que el gobierno los sume en el costo plazo, en lo que hoy se denomina el "operativo desgaste" del ex motonauta.
En el plano de los gobernadores, ocurre otro tanto. Los que hasta hace poco tiempo, le eran afines a Scioli en el reclamo por la coparticipación, como Jorge Capitanich (Chaco) y Juan Manuel Urtubey (Salta), también terminaron dejando solo a Scioli, por el desafortunado mal paso de anticipar los plazos hacia el 2015. Con este panorama, el tiempo de la agonía de Scioli, parece corto. Está en terapia intensiva y en coma profundo. A no ser que ocurra un milagro, la gigantesca ola que viene de Balcarce 54, amenaza con llevárselo puesto y sin posibilidades de supervivencia política.
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