miércoles, 9 de diciembre de 2009

CASO POMAR

Otra vez, la policía pasó de largo

Durante 24 días, los Pomar fueron la familia de todos. Sus paraderos mantuvieron en vilo al país. Así fue como los argentinos nos involucramos en las más intricadas historias que nos llevaron a los caminos más novelescos de las intrigas. Pero nadie imaginó que la solución estaba frente a las narices de todos, a menos de 40 kilómetros de Pergamino, la ciudad a la que pretendían llegar con la ilusión de un trabajo.Allí, a 20 metros de la casi intransitable ruta 31, en medio de un monte, estaba la tumba silenciosa de los Pomar. Una Fiat weekend roja volcada y cuatro cadáveres, junto al de un perro, esparcidos sobre un radio de 20 metros. Algunos boca abajo y otros, los de las dos niñas, con los ojos inmóviles y clavados en el cielo como preguntándose, por qué.Allí estaba la familia más buscada del país, sobre el mudo escenario agreste, tal vez preguntándose para qué tanta novela si lo nuestro fue sencillo, un simple accidente de tránsito que los hombres más experimentados de la policía no detectaron después de no menos de 8 rastrillajes aéreos, aunque ninguno por tierra. Tan incomprensible, que tuvo que ser un arriero de un campo lindante, quien obtuviera el trágico privilegio de encontrar a la madre de todos los misterios.Así de sencillo. En minutos, más de 200 denuncias al 911, fueron a parar al cesto en un bollo de papel. Decenas de personas que decían haber visto a los fantasmas de los Pomar, desde el Sur a Mendoza, también sufrieron la decepción de la impotencia, de no haber contribuido en nada al esclarecimiento de un hecho, que dejó sin argumento al más avezado de los investigadores y hasta la propia policía y la justicia, que se alimentaron también dentro de las fantasías del ideario popular.Lo cierto es que, durante 24 días, se transitó por aire, tierra y agua por todas las teorías. Desde la hipótesis de un conflicto familiar que había terminado con un auto clavado de punta en el fondo de un río, hasta un arma que nunca existió y que supuestamente pudo haber sido utilizada por un hombre desesperanzado y sin trabajo, para consumar la más horrible de las matanzas, la de su propia familia.En la cuadrícula de los disparates, en algún momento las deudas y hasta una venganza del narcotráfico, estuvieron sobre la mesa como posibles escenarios. Nada faltó. Si al drama de los Pomar, se lo puso sobre la mesa como el gran menú popular, podríamos decir que no se le escatimaron condimentos.Pero si se hiciera la debida autocrítica, tanto en el terreno judicial como investigativo, debería reconocerse la gran falla garrafal de haber descartado después de varios días, la hipótesis válida de un accidente automovilístico. Fue descartada de plano y públicamente, tanto como la de un posible secuestro. Claro, no estaba el auto y tampoco el pedido de rescate.Y lo más descabellado, que sobre el terreno de los desconciertos, se requirió además la ayuda de videntes y por momentos se transitó con esperanza por la ruta de lo esotérico, pero no sobre la 31, donde la verdad estaba aprisionada sobre los altos pastizales.Fueron 24 días de enigmas y en el medio, dos familias destrozadas esperando tan solo un llamado, el de sus seres queridos, el que nunca llegó a buen destino.Hoy hasta resulta estúpido pensar que la verdad estaba frente a las narices de todos. A menos de 10 kilómetros de Salto. A un paso casi de Perganimo. A metros de la ruta que un amigo de Luis Pomar marcó como el recorrido que hacían siempre.Pero los investigadores arrancaron por lo más difícil. Y ni siquiera el olor pestilente de esos cuatro cuerpos en estado de putrefacción que brotaban desde el monte, fueron advertidos. Es que nadie de los rastreadores "extraterrestres" tuvo la ocurrencia de pasar por allí. Claro, lo hicieron por aire, porque era más espectacular mostrar aviones y helicópteros para la tribuna, que tomar por el camino del sentido común."Aquí estamos, no busquen más", era el mensaje de los Pomar desde el hedor de los restos esparcidos por sobre la maleza. Pero nadie los escuchó, porque la teoría del accidente había sido descartada de plano y la historia no cerraba de otra manera, que no fuera la más laberíntica desde el pensamiento tanto de la justicia, como de las fuerza de seguridad.Por eso la verdad tardó tanto en llegar, sencillamente porque los responsables de protegernos y no dejar alimentar los miedos ciudadanos, pasaron de largo y no advirtieron que en materia policial, a veces la resolución del caso pasa por lo más sencillo, por indagar a fondo lo que está al alcance de la mano.Hoy a esto podríamos llamarlo: ineficiencia absoluta, poco serio o como se te ocurra ponerle. Tal vez como dijo Paul Starc, el subsecretario de Seguridad de Carlos Stornelli, quien admitió que hubo fallas, aunque ignoró aplicar la palabra garrafales, como hubiéramos esperado en el marco de una autocrítica seria.Pero el "buscaremos a los responsables", hoy ya está demás, como también las autopsias, si se termina de confirmar quefue un simple accidente. Nadie les devolverá a los Pomar y a los Viagrán a sus hijos y nietas. Ellos se enteraron del drama por llamados del periodismo. Ni siquiera los funcionarios o responsables de la investigación, tomaron el teléfono para comunicar el peor de los finales. Definitivamente pasaron de largo. Como lo hicieron desde el comienzo de esta historia que nos deja el sabor amargo, de que queda mucho por corregir, para que seamos un país en serio...