miércoles, 19 de agosto de 2009

20/08/2009

BENGALAS Y ROCANROLES


Por Jorge Joury

Aquello fue lo más parecido al infierno, en medio del humo venenoso. República Cromañón hoy es la tumba que habla. Tal vez los fantasmas de aquellos 194 jóvenes aún pululen en el lugar haciendo escuchar hasta que la memoria aguante, sus gritos desgarradores. Pero en los oídos de los desconsolados padres, el por qué los acompañará para siempre. Qué misteriosa y fatídica melodía hizo que esa noche de bengalas y rocanroles se escribiera la partitura más trágica de la historia. Hoy en los rincones oscuros del edificio desvencijado por las llamas en el barrio de Once, se halla guardada en color sepia, la más patética de las fotografías del espanto masificado. Todavía están marcadas en las paredes las manos desesperadas de aquellos chicos tratando de escapar del horror. Treinta de diciembre del 2004, fue el peor año en el almanaque de las 194 familias que ese día despidieron a sus hijos para ir a ver en vivo, lo que luego lo que luego se convertiría en un canto a la muerte: Callejeros.
Hoy las zapatillas chamuscadas por el fuego siguen siendo el mudo testimonio de la tragedia y sus huellas, están grabadas en el recuerdo de cada uno de los padres y hermanos. En República Cromañón todavía cuelgan del techo los cables quemados. En las paredes ennegrecidas del local aún están estampadas en trazos de fibrón rojo, los últimos grafitis que dejaron los chicos. Samu, Lili, Aníbal, Nadia, Néstor, Mati y vaya a saber cuántos más, le grabaron a fuego a Callejeros en su conciencia, el remordimiento de lo que debió haber sido “Prohibido”, como se titula coincidentemente, uno de los temas de la banda y terminó de la manera más trágica.. Los alambres que sostenían la media sombra en el local, que luego se convertiría en trampa mortal, aún aparecen desafiantes como filosas cuerdas que desafinan en el corazón golpeado del rocanrol. Ese fue el preciso momento en que los pulmones de cerraron y se escapó toda posibilidad de aire para aquellos jóvenes. Solo la asfixia inexorable los haría desplomar, para derretirse en el piso. Ese fue el día en que el Diablo decidió abrir el infierno más temido.
Mochilas, llaveros y barandas teñidas aún con la sangre seca de aquellos inocentes, son hoy la fotografía que patentiza el desbande incontenible de los que bajaban alocadamente por las escaleras, pisando cadáveres. Hasta aquí, el relato descarnado de lo que no hubiera querido escribir, pero hubo que hacerlo sólo con el ánimo de que la memoria no se apague. Hoy en Cromañón ya no está el humo gris con olor a ácido que en aquella noche lúgubre descendió del techo como un puño ciclópeo. Tampoco está la pila de casi dos metros formada por los cuerpos sin vida de quienes trataron es escapar de la pesadilla. Hoy el silencio se apodera de los espíritus y hasta la puerta de dos hojas permanece cerrada, como aquella noche. Allí golpeó con toda la angustia la avalancha humana. Pero ni siquiera la fuerza de los cuerpos entrelazados lograron derrumbarla. Llave en mano, la justicia la abrió con su veredicto. Tal vez no sea seguramente el último capítulo de esta historia. Vendrán las quejas y las apelaciones. Pero lo cierto de un resarcimieto que nunca alcanzará para devolver a la vida a aquellos 194 chicos que aquel espantoso 30 de diciembre del 2004, vieron como se apagaban sus vidas de la manera más inexplicable…

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martes, 18 de agosto de 2009

19/08/2009

CARTA ABIERTA AL FUTBOL

Por Jorge Joury

Desde que la pelotita no rueda, querido fútbol, cuánto te extraño. Hasta te han interrumpido la tertulia de amigos en los bares. Se te ha privado de ser el protagonista de la discusión cotidiana, aquella en que todos nos disfrazamos de técnicos para armar el equipo perfecto entre comillas.
Hoy el césped no se despeina y el cemento está mudo porque le arrebataron el grito de gol.
La camiseta tampoco transpira. La secaron las discusiones de los hombres que te quieren manipular. Que querés que te diga, querido fútbol, yo te veo triste.
Te han puesto en penitencia. Hasta me imagino que te sacaron la roja, para que no te muevas del banco.
Tiene razón Maradona cuando dice que sin vos, este país es dramático. Es que ahora acentuamos las miradas en las miserias humanas que vos nos haces gambetear. No hacemos otra cosa que desparramar angustias y embarrar más la cancha con estupideces que nos dejan en orsay.
Dale de una vez por todas, pone en pantalla la película del amor a los colores. Dale máquina a la pasión, que nos queremos emocionar de vuelta.
Querido fútbol, volvé a subirte al bondi. Colgate del estribo con la bandera abrazada al cuerpo.
Dale, que me sale del alma aquel estribillo de que yo te sigo a todas partes y cada vez te quiero más.
Metele un centro a los que te organizan. Ponele la pelota en el área, para que la paren de pechito y de media vuelta la claven en la red.
Explotá de una vez por todas con el grito de gol que nos baña de euforia.
No te das cuenta que te dimos piedra libre, porque ya no queremos ser rehenes de una empresa que solo quiere que la red flamee los domingos.
Quedate tranquilo, porque parece que ya no te van a codificar más para unos pocos. Ahora vas a ser todo lo popular que te mereces, como el vino, la pizza y el tango.
Ahora te van a ver los pibes descalzos de La Quiaca y te vas a revolcar por la nieve de Tierra del Fuego.
Vamos carajo, decile a Grondona que se apure, que tiene plazo hasta mañana. No más.
Manda de una vez por todas un pelotazo a las puertas de los despachos. No te das cuenta que ahora tenés la posibilidad de ser libre, para que no pueda manipularte ningún monopolio.
Dale hermano, pegale un grito a todos y que sea de corazón. El pueblo te lo pide la p… que lo parió.
En el nombre de todos, no defraudes a esta hinchada que te quiere ver campeón. No me importa lo que digan, lo que digan los demás, yo te sigo a todas partes, cada vez que quiero más.
Querido fútbol, si esto te parece poco, te pido por Dios que toques pito y la pelota vuelva a rodar vestida de blanco.
Decile a los que te mandaron por un rato a los vestuarios, que es hora de masajearte. Enfilá hacia el túnel, la cabeza bien alta y el cuerpo erguido y volvé a trotar hasta el medio de la cancha en medio de una lluvia de papelitos y serpentinas.
Arrancá de una vez que los argentinos necesitamos corazón y pases cortos o Dieguitos y Mafaldas, como dice Sabina.
Hermano, Dios se sienta al lado tuyo. Dale, devolvenos el domingo.