miércoles, 9 de septiembre de 2009

EN LOS JOVENES SE DA EN OCHO DE CADA DIEZ PAREJAS

DIVORCIOS S.A

Tres de cada diez matrimonios terminan
en traumáticas separaciones en la región

La inmediatez y el vértigo de la vida laboral, individualismo que impone la sociedad actual, sumados a la falta de tiempo y espacios para relacionarse, hacen que el encuentro cara a cara y la reunión social hayan sido relegados o reemplazados por vínculos virtuales que, a diferencia de lo que se cree, sólo colaboran a mantenernos más alejados. Por estas circunstancias están en extinción muchos clubes de la región, bares y centros de la tertulia ciudadana donde la gente se reunía, daba paso al diálogo personal que durante años afianzó la relación ciudadana. Fueron lugares donde se construyeron amigos, se compartieron alegrías y tristezas, se vincularon familias y crecieron las comunidades a la luz de las solidaridades y la intercomunicación permanente. La agitada vida por la que hoy debemos transitar, hizo a que se fueran diseminando familias. Algunas terminaron en divorcios y otras en traumáticas separaciones. Hoy las estadísticas marcan, según una investigación de Infosur, que de cada diez matrimonios tres se separan en la región. En el caso de los jóvenes la situación se patentiza en una dramática realidad, ocho de cada diez nuevas relaciones terminan en forma abrupta, luego de durar poco tiempo.
EL VERTIGO
La realidad hoy marca que nos damos un baño, desayunamos y a la cancha, como suele denominarse en la jerga ciudadana Luego salimos literalmente corriendo, para llegar a horario al trabajo. Una vez allí, comienza el vértigo de las tareas. Hablar con proveedores, mantener reuniones con su jefe y sus empleados y almorzar algo liviano frente a la computadora. En medio de una charla telefónica con uno de sus clientes, mandar un mail y recibir un mensaje de texto de su madre, al que ignora, uno de su novia, al que responde a las apuradas, y uno que lo invita a jugar un campeonato de fútbol por Internet. El protagonista de esta historia, sale del trabajo, se toma el subte, el tren, el colectivo y su novia insiste con los mensajes que le proponen juntarse a cenar. Sin tiempo a nada, entra en la cátedra que cursa en la Universidad. Sale de la Facultad y emprende el regreso a casa. Llega exhausto. ‘¿La salida la dejamos para mañana?’, le propone a su novia utilizando nuevamente al aparato de telefonía como interlocutor. Este es un caso palpable del abandono de las relaciones humanas, tan importantes para la construcción de la comunicación. Du Mazedie, un francés experto en el tema, define a las comunicaciones como el proceso por el cual existen y se desarrollan relaciones humanas.
EXISTEN DESDE SIEMPRE
Las relaciones sociales en la vida cotidiana han sido siempre una constante. Reunirse en grupos, entablar un diálogo a través de cualquier lenguaje o código, encontrarse para compartir experiencias, anécdotas o simplemente el tiempo que se desea pasar con el otro es fundamental ya que ningún ser humano existiría si no tuviera la posibilidad de vincularse con sus semejantes. Es en el cara a cara donde se perciben los afectos o no, donde surgen acuerdos, se construyen nuevos amigos, vínculos laborales, mejores relaciones con los maestros, con la familia, que es la nutriente de una construcción fundamental y perdurable a futuro. Un amigo para ejemplificar los casos que InfoSur comenzará a desmenuzar en esta investigación, siempre decía que al árbol hay que regarlo para que crezca, sino se terminará secando..
LO QUE VA AL OLVIDO
Sin embargo, hoy los lazos sociales se han modificado. El encuentro o reunión está cayendo en una bolsa sin fondo, está siendo resignado a segundo plano por la falta de tiempos y espacios para mantener el contacto cara a cara.En los tiempos que corren, las relaciones interpersonales son reemplazadas por las miles de actividades que imponen la vida laboral y social que impera en este principio de siglo XXI o sustituidas por tecnologías que, por un lado, acercan, pero por el otro tienden a distanciar aún más al hacer que personas que tienen la posibilidad de “encontrarse” prefieran sentarse frente a la computadora sin siquiera verse las caras. TRANSFORMACIONES
“Vivimos una época de intensas transformaciones que producen un impacto traumatizante en nuestras vidas por la incertidumbre y la aceleración que se les imprime a las mismas. No tenemos ni el tiempo ni el espacio para relacionarnos con el otro, conocerlo, ni llevar adelante el proceso necesario, entonces lo vamos dejando de lado. Esto es parte del desencuentro”, afirma la psicoanalista Laura Orsi, que es miembro titular de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA).Los especialistas se inclinan en que, esta época se caracteriza por una crisis de las relaciones sociales, donde la inmediatez en la que vivimos, la escasez de momentos para relacionarse y construir un vínculo, juegan en contra de aquellos que no eligen vivir en una sociedad en la que el tiempo se fracciona sin destinar un lapso mínimo al reencuentro con el otro.Entraren este universo significa comprender varias las características de este tiempo que colaboran a imponer un tipo determinado de relaciones sociales en las que encontrarse con el otro, mantener un diálogo, compartir una comida, luchar por un objetivo común, parecen estar fuera de moda, ser algo a lo que no es necesario asignarle un tiempo de nuestras “valiosas vidas”. Los psicólogos, se inclinan en que la socialización es una instancia esencial en el crecimiento. Por eso, no ha dejado de existir, pero ha modificado sus pautas. Entre otras cosas también ponen la mirada en que el desencuentro se da tanto en las relaciones de pareja, en las amistades, como en el interior de las propias familias.
EL LAZO SOCIAL
“El siglo XXI nos encuentra sumidos en una época de crisis en el lazo social”, advierte la investigadora Any Krieger, que es miembro didacta de APA. Y agrega: “Este siglo nos trae la modificación de lo conocido por nosotros respecto a todo tipo de relaciones humanas, pero también un desafío: cómo las podemos reinventar”. De acuerdo a los especialistas, es la propia sociedad la responsable del fenómeno. En este punto, destacan que la rapidez y la multiplicidad de objetivos a cumplir a los que somete la misma, sumados al creciente individualismo, son las raíces de este nuevo modo de vida. “La sociedad tiene una idea de tiempo súper acelerada. Todo tiende a que te aceleres, aunque no sea necesario. A la par, las relaciones interpersonales están cada vez más lábiles, sobre todo las intergeneracionales. El tema es que esas relaciones se dificultan en un modelo en el que todos tienen cada vez mayor demanda de tiempo y obligaciones”, apunta la socióloga Mabel Ariño y coincide en vincular esta realidad con “el individualismo que domina la vida de buena parte de las personas”.
INDIVIDUALISMO
“Este fenómeno hoy es observable y deja planteado como interrogante qué pasa con las relaciones interpersonales. Hasta se han modificado las relaciones al interior de la familias”, destaca. La socióloga Graciela López que ha expuesto en numerosos congresos, atribuye el fenómeno a los modelos actuales de organización del trabajo. “El reconocido sociólogo británico Richard Sennet señala que, al menos en los países del primer mundo, hay una ruptura del lazo social como resultado de la instalación de modelos de organización del trabajo que quebrantan y alteran la vida cotidiana. En su libro ‘La corrosión del carácter’ muestra de qué manera las modalidades laborales impiden a la gente echar raíces territoriales y hasta subjetivas. Ciertas formas culturales del desarrollo hacen que existan dificultades para mantener activos los lazos”, apunta.
MALDITA INTERNET
El nacimiento de Internet y su promesa de “híper comunicación” ya es una realidad. Sin embargo, ¿hasta qué punto es cierto que el fenómeno de la Web y el chat nos mantienen “conectados”?. La conexión que ofrece la red se da a través de la mediación de una pantalla de computadora que se interpone entre dos personas que permanecen en espacios aislados. Pero ¿qué pasa cuando estas personas no se encuentran alejadas físicamente? ¿Por qué igual eligen relacionarse por esta vía en vez de encontrarse en algún bar u otro lugar en el que puedan intercambiar algo más que frases cortas e íconos gestuales?“Las nuevas tecnologías nos podrían ayudar con todo esto, pero si bien nos hacen creer que estamos más acompañados, en realidad estamos más solos. A través de la computadora y los teléfonos celulares nos creemos más cerca porque estamos conectados con el otro, pero lo cierto es que con el chat, el teléfono, se borra el cara a cara, el vínculo interpersonal. Todos creemos que estamos conectados, pero cada uno está solo consigo mismo”, apunta Orsi.
OTRA VISION
En la misma línea, Krieger sostiene que el avance de la tecnología, los dispositivos de Internet y los celulares “contribuyen a una nueva perspectiva del lazo, que no es la del cara a cara”. “Más que relaciones virtuales, son relaciones tecnológicas, donde la virtualidad hace de realidad porque, por ejemplo, los mensajes de texto hacen que ni siquiera usemos los celulares para conversar, eso tiene que ver en parte con el vértigo con el que estamos viviendo”, resalta. Orsi agrega que la Web también permite cierto grado de comodidad y anonimato, que benefician a aquellos que tienen dificultades para relacionarse. “Por una parte es más fácil y más cómodo porque yo estoy en mi casa y me conecto a través del chat, del mail o de comunidades virtuales, que es más inmediato. Además, estas tecnologías producen un cierto grado de anonimato y, de esta manera, la gente que tiene dificultades para relacionarse se siente protegida, se desinhibe más fácilmente y escribe cosas que personalmente no diría”, explica.
EL TIEMPO ESCASO
La insuficiencia de tiempo y la falta de espacios para relacionarse conspira. La vida cotidiana se reparte entre el trabajo y otras actividades y responsabilidades diarias que no dejan mucho margen para vincularse con los otros.“No tenemos tiempo porque estamos muy metidos en la acción y no contamos con un espacio de reflexión, y para relacionarnos con el otro necesitamos tener ese espacio. Hoy estamos todos corriendo de un lado a otro por el trabajo, por los cursos, por distintas actividades, esto le ocurre a chicos y grandes. El desencuentro no sólo es en la pareja, sino en la familia, con los amigos, con los propios hijos y esto produce que la gente se sienta más sola”, apunta Orsi. Pero lo cierto es que esta hiperactividad, esta cultura de la instantaneidad, también es alentada desde los medios, que hacen del tiempo algo efímero.
TODO ES FUGAZ
“El vértigo actual hace que uno no tenga tiempo a nada y esta vorágine también viene instalada desde lo mediático. Uno se despierta y ve una noticia que a media tarde ya sucumbió por otra noticia y luego por otra, eso nos trae un efecto psicológico, una sensación de destiempo, como si estuviéramos en una montaña rusa en la que todo pasa muy rápidamente ante nuestra vista. Podemos alcanzar a ver todo, pero finalmente nos quedamos con una escena muy desdibujada”, describe Krieger. Pero esto no sólo encuentra explicación en la falta de tiempo sino también de espacios propicios para relacionarse, como instituciones y clubes de la región que, en otras épocas, eran el punto de reunión de chicos y grandes, donde se consolidaban los lazos familiares.“Cierto tipo de instituciones, como los clubes, que antes tenían mayor incidencia en nuestro medio, están desapareciendo. Pero hay otras cosas que son muy interesantes, por ejemplo la gran cantidad de lugares que agrupan a personas de la tercera edad. Allí los adultos mayores se relacionan, se encuentran, pero lo pueden hacer porque ya son jubilados y recuperan el tiempo del cual nosotros, que estamos en plena actividad, no disponemos”, evalúa el antropólogo y doctor en Filosofía y Letras Carlos Enrique Berbeglia, que también es docente de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora (UNLZ).De esta manera, destaca algo que todos los profesionales dejan en claro: en este último tiempo lo que cambió no es la esencia humana, sino la forma de relacionarse de los seres humanos, que parecen correr una carrera contra el tiempo sin reparar en algo tan importante como la necesidad de intercambiar palabras, gestos, risas y miradas con aquellos que, de vez en cuando, pisan el freno en vez del acelerador.Las consecuencias de este ritmo de vida acelerado que no ofrece tiempo extra para cultivar una relación de amistad o sembrar un vínculo familiar también repercuten en el terreno amoroso.