miércoles, 21 de septiembre de 2016

Matar o morir: La Plata ante un debate caliente con la vuelta de los justicieros

Los casos del carnicero de Zárate y del médico de San Martín, que hicieron "justicia por mano propia", abrieron un debate en torno a qué hacer frente a estas situaciones límite y de qué lado se ubica el derecho. Por lo pronto, siete de cada diez personas admitieron que se defenderían de un intento de asalto sin importarle la vida del delincuente con tal de proteger a su familia y sólo una de cada 10 preservaría el bienestar del ladrón. El recuerdo del ingeniero Santos.


Existe en la población un pensamiento tendiente a repeler como sea los hechos de inseguridad, lo cual marca claramente que la sociedad está desprotegida  por el Estado. 
Lamentablemente, en muchas ocasiones el pasado siempre vuelve. El 16 junio de 1990, abruptamente me encontré frente a uno de las peores encrucijadas de mi carrera periodística. La historia es vieja, pero se adecúa perfectamente a la realidad actual. Por aquel entonces, el ingeniero Horacio Santos persiguió con su auto casi 20 cuadras a dos ladrones que le habían robado el estéreo, los encerró y los mató de un tiro a cada uno. Titulé entonces la tapa de Diario Popular: "Ingeniero justiciero mató a 2 delincuentes". El caso acuñó el término “justiciero”. Fluyó luego de una reflexión en soledad para definir en dos líneas de texto aquella situación límite de un hombre desesperado. Nunca pensé, que aquel caso que hizo punta frente a una dramática realidad social por entonces desconocida, dividiría a la sociedad en un debate sin salida hasta el día de hoy.
A partir de allí se escribieron ríos de tinta sobre una discusión que difícilmente pueda arribar a un punto de consenso. Matar o morír. Hasta hoy las opiniones están en zonas irreconciliables. Unos, hartos de tanta inseguridad, se ponen con firmeza en la vereda de los que hacen "justicia por mano propia". Otros, creen exagerado lo hecho y ven a un asesino común capaz de matar por recuperar un objeto. ¿Es todo como muy loco, que le abramos al delito una puerta de escape para discernir entre buenos y malos?.
Lo del ingeniero Santos, fue un arranque de furia que terminó con dos balazos fríos que fueron a dar en el blanco buscado. Hace 26 años, "justiciero" fue la figura que me explotó  para llamar a la persona que usa un arma para defender algo de su propiedad que le iba a ser robado. Parece mentira, pero hoy nada ha cambiado. Con el paso del tiempo llegaron otros ingenieros Santos, para instalar la misma polémica sobre la actitud que debe tomar la gente ante los delitos violentos. Uno de los casos más notorios, fue el del periodista Baby Etchecopar, que en el 2012 terminó matando a tiros a un ladrón que penetró en su casa. Pero, por sobre todas las cosas, estos dramas nos colocan frente al espejo de la peor de las realidades: estamos desprotegidos por el Estado y los delincuentes vienen ganando por goleada. 

NUMEROS FRIOS DE LA MUERTE

Basta con pegar una mirada a las estadísticas, como para comprobar que en lo que va del año murieron en la Provincia por robos el doble de víctimas que de ladrones.
El caso que ahora reaviva la polémica es el de Daniel Oyarzun, un carnicero de Zárate que tuvo el peor martes 13 de su vida al enfrentarse a dos delincuentes que entraron a su local, arma en mano y, tras reducir a un empleado huyeron con el dinero de la caja. Al escapar, según testigos, dispararon dos veces para amedrentar.
No lo lograron, el comerciante se montó en su auto un 306 y los persiguió mientras era repelido por disparos de armas de fuego.
Todo terminó de la peor manera. El hombre embistió la moto de los ladrones y uno de ellos resultó aplastado contra un semáforo. Dicen que testigos del hecho lo insultaron y golpearon en el piso, en una suerte de linchamiento popular. Murió a poco de ser recogido por la Policía. El otro, su cómplice, huyó. 
Es evidente que el carnicero, que recuperó la libertad, no se levantó ese día con la idea de matar, como tampoco lo hizo el médico Lino Villar Catado, que a sus 61 años, ultimó de cuatro balazos a Ricardo Krabler, de 24, que intentó robarle el auto. Ambos fueron empujados por el delito que deambula hambriento por las calles.
El cirujano está imputado por "homicidio simple agravado por el uso de arma de fuego". Resulta paradójico que un hombre que dedicó su vida a salvar la de otros, ahora tenga que cargar para siempre con una muerte violenta. Pero es más grave aún pensar que además Catado, al peso de la propia conciencia, tiene que sumar la amenaza del ojo por ojo implacable de la familia del joven delincuente muerto. Aunque fue excarcelado, no se puede negar que está preso de una pesadilla. La lista es larga y  lamentablemente amenaza con engrosarse. Nos marca que el respeto por la vida deslinda la civilización de la barbarie y nos lleva a un camino sin retorno.
A todos nos queda claro que nada, ni nadie puede justificar o avalar que se asesine a otro, salvo para poner a salvo la propia vida o la de un tercero frente a un riesgo o una amenaza inminente. Sin embargo, nos pasamos dividiendo la cancha de manera peligrosa en largos debates, mientras el Estado mira de reojo y busca justificativos para sacarse un peso de encima.

FUEGO CRUZADO Y SIN SALIDA

La situación fáctica y contextual encuentra explicaciones desde distintos ángulos y disciplinas. Desde las del derecho, que parten de los hechos a la tipificación, y las ciencias psiquiátricas y criminalística, que evalúan el estado mental de quien actúa en respuesta al estímulo violento del crimen precedente. También la filosofía, que revisa cómo en determinados casos y situaciones excepcionales una persona o un grupo social sienten que el Estado ya no los protege y, en consecuencia, deciden que tienen el derecho de suplantarlo y aplicar, a su modo -a veces mortal-, las sanciones que creen que merecen los infractores.
Primero que todo, hay que ponerse en la piel de las víctimas. Si abrimos la biblioteca, los especialistas sostienen que son cuestiones muy distintas la legítima defensa y la mal llamada "justicia por mano propia".
 "El origen de la autoridad pública da lugar a la expropiación de lo que en tiempos pasados se conocía como venganza privada y la transforma en justicia. A partir de ahí, el Estado impone las sanciones", es la explicación de Ramiro Riera, filósofo y profesor de Derecho de la UBA.
"Si el Estado no da respuestas al problema de la inseguridad y la víctima se siente desprotegida, el pueblo buscará reasumir las atribuciones de administrar justicia, porque siente que la policía y los jueces no lo hacen oportunamente", profundizó. Eso, precisamente, decían varios de los manifestantes que  pidieron explicaciones en la Municipalidad de Zárate por la detención del carnicero.
Por otro lado, si entramos en el análisis de por qué se produce una situación puntual, la especialista en criminalìstica María Laura Quiñones asegura que "este tipo de secuencia de hechos puede ser traumática para cualquier persona, porque coloca a la víctima inicial en un estado de obnubilación del juicio crítico y activa su instinto de supervivencia más arcaico".

HACIA EL CANIBALISMO SOCIAL

Para la psiquiatra forense Silvia Martínez, "cuando una persona es sometida a una emoción de intensidad, a tal punto que levanta los frenos inhibitorios, el impulso no se puede detener y la voluntad pierde la libertad". Agregó que en este tipo de casos, donde la voluntad esta impregnada por emociones agresivas, la víctima pasa a ser el ofensor.
"Cuando un especialista realiza un peritaje psiquiátrico en estos casos. es común que perciba una falta de coherencia en el recuerdo y lagunas en la evocación del hecho, ya que puede haber un estado de amnesia momentáneo y la persona no recuerda por completo sus acciones", indicó Martínez.
Para los fiscales, la línea que separa un homicidio simple de una defensa propia no es difusa. Los elementos que da el Código son determinantes. "No se puede suplantar la defensa personal por un castigo al agresor. La víctima tiene derecho a protegerse de manera que logre que cese la violencia; pero si va a tomar revancha porque está enojada, se convierte en un castigo". También se sostiene que cuando las personas empiezan a considerar que la solución de los delitos está en ellos, comienza un "canibalismo social". El filósofo Alejandro Katz Katz concordó con él: "No podemos confundir el dolor de las víctimas por la práctica vengativa sobre sus victimarios". Sobre el caso de Zárate en particular, un abogado penalista aportó que : "Si nos atenemos a la ley, lo más probable es que se clasifique la acción del carnicero como un homicidio simple, ya que el peligro para su vida terminó cuando los motochorros se fueron del local con la recaudación".

LA MAYORIA OPTARIA POR DEFENDERSE
 
Tanto en el caso del carnicero, como en el del médico, la justicia deberá determinar si fueron cometidos en estado de emoción violenta o en legítima defensa. Los especialistas consultados señalan que "el Código Penal impone penas de uno a seis años de prisión a quien mata en estado de emoción violenta. Si se comprueba que actuó en defensa propia ante una agresión ilegítima, sería absuelto". No obstante, hay profesionales que sostienen que " hay zonas grises donde la vida ya no está en peligro y, por lo tanto salir a perseguir a un ladrón se convierte en un acto de venganza".
Por ahora la moneda está en el aire, a la espera de lo que resolverá la justicia, pero hay luces rojas que los jueces deberán tomar en cuenta. Por ejemplo, que siete de cada diez personas reconocen que se defenderían de un asalto sin importarle la vida del delincuente con tal de proteger a su familia y sólo una de cada 10 preservaría el bienestar del ladrón. Según el informe realizado por la ONG Defendamos Buenos Aires, confirma que los recientes casos no son excepciones a la regla sino que existe en la población un pensamiento tendiente a repeler como sea los hechos de inseguridad.
Además de la percepción de la defensa legítima por parte de la población, el relevamiento entregó datos que reflejan que la mayoría siente que la inseguridad empeoró en 2016 y ve como motivos principales la falta de presencia policial en las calles y el ineficiente accionar de la Justicia para encarcelar criminales. Según el titular de Defendamos Buenos Aires, el abogado Javier Miglino, hay una clara percepción social de que la problemática sigue creciendo, tanto en la Capital Federal como en el Conurbano bonaerense y según el barrio donde se pregunte, las situación llega a niveles alarmantes.La encuesta, realizada entre mayo pasado y este mes, releva los testimonios de 10 puntos de la Ciudad de Buenos Aires y 16 de la Provincia, incluída La Plata, sobre un total de 1.646 entrevistados. También la consultora de Aragón & Asociados da cuenta que un 54% cree que el médico actuó de manera correcta. Más del 40% asegura que haría lo mismo frente a esa situación y un 78% cree que disparar contra un delincuente es "un acto de legítima defensa".

LOS JOVENES DE LA CRUELDAD

En lo que va del año asesinaron a 116 víctimas de robos en territorio bonaerense, mientras que en el mismo período los ladrones –o sospechosos de serlo– muertos en tiroteos fueron 56, menos de la mitad. 
La mayoría de estos asesinatos no fueron cometidos por bandas de asaltantes profesionales, sino por jóvenes que actúan solos o de a dos, en modalidades al voleo, cuya mayor sofisticación es la de atacar en moto. En su mayoría son víctimas de la droga y algunos manifiestan total crueldad, aún con los ancianos. Otros, adolescentes o a veces nenes, gatillan para matar su propio miedo. La mayoría va a la caza de una billetera con 300 pesos o un celular. Después de un tiempo ya prueban con la entradera en una casa. Lo que está claro, que todos van a matar o morír. Y matan o mueren. Por fuera de las estadísticas del delito, los datos de la realidad social son determinantes. Marcan que uno de cada 4 chicos no fue al médico en el último año ni festejó su cumpleaños. Y hay más de cinco millones y medio de menores de 17 por debajo de la linea de pobreza.
Está claro que debemos alejarnos del concepto aberrante de "justicia por mano propia", para que la fantasía de la "ley de la selva" deje de ser una alternativa. El Estado tiene que despertarse y hacerse cargo de administrar justicia. Pasar de víctima a victimario no es un atajo posible en una sociedad racional. Tampoco es un debate constructivo tener que elegir entre matar o morír.

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