viernes, 10 de noviembre de 2017

El último grito de la pequeña Abril, golpeó la puerta del despacho del juez Villafañe

Por dónde empezar buscando el equilibrio, se pregunta quien escribe. Lamentablemente, no se puede poner paños fríos sobre tanto dolor. Incomprensiblemente, el gatillo fácil de una bestia, terminó con la vida de una nena de 12 años que recién empezaba a sonreirle a la vida. Y frente a esto, no hay atenuantes



Por dónde empezar buscando el equilibrio, se pregunta quien escribe. Lamentablemente, no se puede poner paños fríos sobre tanto dolor. Incomprensiblemente, el gatillo fácil de una bestia, terminó con la vida de una nena de 12 años que recién empezaba a sonreirle a la vida. Y frente a esto, no hay atenuantes que eviten que la balanza se incline hacia el lado de la indignación. Abril Bogado pudo haber sido la hija o la nieta de todos nosotros. Una inocente más que pasa a engrosar la larga lista de impunidad de una justicia abolicionista que no encuentra lugar para ubicarse del lado de los inocentes. El delincuente que en el robo a mano armada mató de un tiro en la frente a Abril, gozaba inexplicablemente de una libertad anticipada concedida por el juez de Ejecución Penal del juzgado n°2 de La Plata, José Villafañe. "Un asesino que nunca tenía que haber estado en ese lugar sino tras las rejas. Un juez que ya había asesinado en otro fallo con su firma", sentenció un comunicado de las Madres del Dolor, disparado directamente hacia el magistrado.
Por estas horas, hay una sociedad llena de luto. Como contrapartida, en la otra vereda se para un juez que todas las mañanas se dirige a su despacho ubicado en la calle 68, n°627 y que está orgulloso de su trabajo. Villafañe, difícilmente pueda volver a caminar por las calles de La Plata, sin ser señalado por los vecinos. Hoy calificado de  "liberador serial", en una de sus entrevistas al periodismo en el año 2015, el magistrado se golpeó el pecho señalando que "los derechos humanos son para todos, inclusive para los presos". Su intención era explicar que su responsabilidad era, además de monitorear el cumplimiento de la condena, "verificar el cumplimiento de los derechos humanos de las personas bajo la tutela del Estado", algo que a todas luces no hizo con el delincuente varias veces reincidente que su lapicera se encargó de dejar en libertad.
Resulta paradójico, pero esa propensión a divulgar su pensamiento del derecho, no se repitió en las últimas horas, cuando el periodismo fue a golpear a las puertas de su despacho y se encontró con respuestas evasivas departe de sus colaboradores: "el juez no está y no tiene horario".
Hoy escondido de la prensa, Villafañe dejó su huella, argumentando que muchas decisiones de reducción de condenas estaban principalmente motivadas "por el mal estado del sistema carcelario". En esto, sigue las consignas de la Procuración Penitenciaria, organismo creado bajo el kirchnerismo, que postulaba, como solución al hacinamiento carcelario, no la construcción de prisiones, sino la liberación de presos. 
En un proyecto de ley, se proponía que, si una cárcel llegaba al 90 por ciento de su capacidad, se autorizara "la reducción en hasta un 25 por ciento de los plazos previstos en el régimen de progresividad de la pena privativa de la libertad". También se aconsejaba "analizar e impulsar indultos, conmutaciones de penas y medidas alternativas a la pena de prisión o la prisión preventiva". Esta ley no se aprobó, pero lamentablemente rige de hecho en el espíritu de jueces como Villafañe.
No hay que olvidar, que uno de los referentes que marcó el camino para darle la derecha a los delincuentes, fue el ex juez de la Corte Suprema de la Nación, Eugenio Zafaroni. Muchos letrados que deambulan a diario por los pasillos de tribunales aún  recuerdan con sorna una de sus frases características que pintaban de cuerpo entero su pensamiento garantista: "¿Y a éste cómo lo hago zafar?".
Lastimosamente, esta es la concepción que ha sobrevolado con fuerza en los últimos años por los despachos del Palacio de Justicia y universidades. Una visión letal para miles de ciudadanos que a diario son víctimas de la violencia delictiva y que se los iguala con los mercaderes de la muerte. 
Hoy lamentablemente nos enfrentamos a la peor de las fotos cuando la realidad nos planta este tipo de escenarios.Forzosamente, cada tanto debemos toparnos con esta plaga de magistrados, que en vez de velar por el cumplimiento de las condenas, otorgan toda clase de beneficios a los marginales, aún contra la opinión de los peritos.
Hoy para la mirada social, Villafañe resulta tan reincidente como el delincuente que liberó. Lo que hizo en 2015 con José Echegaray, de 32 años, para él era una práctica común. También hay que recordar, que en el 2012 fue objeto de un pedido de juicio político por conceder salidas transitorias a Diego Perotti, a pesar de que la agente fiscal Beatriz Castellanos había advertido que "no se encontraban dadas las condiciones para el otorgamiento del beneficio". Perotti ya había gozado de una salida transitoria y no había cumplido las reglas. El Servicio Penitenciario Bonaerense, con toda lógica, consideró inconveniente volverle a otorgar las salidas laborales, pero el juez desoyó el consejo. Esta vez el preso salió y no volvió. Más aun, aprovechó el favor que le hizo Villafañe para masacrar a toda una familia y enterrarla en los fondos de una vivienda que quería usurpar. El hecho fue conocido como la masacre de Hudson. El juicio político no prosperó, y terminó costándole la vida a Abril Bogado, en el intento de robo a su familia en la madrugada del domingo.
El autor del asesinato es otro beneficiado por el juez Villafañe: José Edgardo Echegaray Biel,  conocido por el mote de"Pepito", de 32 años, que debía cumplir condena hasta julio de 2018, pero fue liberado anticipadamente, el 22 de julio de 2015. Conviene poner la mirada sobre la condena por la cual estaba preso en la Unidad 18 de Gorina. No era por un delito menor: robo agravado y tentativa de homicidio, cometidos en 2012.
El Servicio Penitenciario Bonaerense consideró inconveniente la liberación anticipada de Echegaray, ya que durante una requisa le habían encontrado una faca y un celular. Pero el Juzgado de Ejecución Penal Nº 2 desoyó el consejo y lo liberó. Echegaray era multi-reincidente. En 2004, había sido arrestado por robo calificado. En agosto de 2005 fue detenido otra vez por tentativa de robo. En agosto de 2010, otra tentativa de robo calificado.
Ahora, cuando lo arrestaron por el crimen de Abril Bogado, dijo: "se me escapó el tiro". Ese es justamente el motivo por el cual el robo con armas es agravado y debe ser castigado en proporción. De haber recibido la condena merecida en sus primeros delitos, Echegaray no se habría encontrado en condiciones de reincidir con tanta facilidad. El que sale a robar con armas puede matar y con demasiada frecuencia mata aunque no sea la intención inicial. Algo que para los jueces abolicionistas no cuenta.
Los vecinos de Ringuelet salieron en las últimas horas a las calles para decir ¡Basta!. En una de mis columnas anteriores, advertí con estadísticas fundadas que La Plata se estaba convirtiendo en la capital del delito. Aporté entonces cifras oficiales de violencia, superiores al resto de las zonas más calientes del conurbano. Pero la prevención no aparece y la Justicia tampoco.
Sería más que trágico, desaprovechar este duro golpe social del caso Abril y no pedir el jury de enjuiciamiento para  jueces como Villafañe. El Procurador, Julio Conte Grand prometió investigar el comportamiento del magistrado. Tal vez haya llegado la hora de poner fin a quienes en vez de impartir justicia, prodigan amor hacia la delincuencia.

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