viernes, 3 de abril de 2009

EL DIA QUE ALFONSIN PASO A LA HISTORIA

Lo que nadie contó del
padre de la democracia


Por Jorge Joury


Lo primero que se me ocurre escribir con la muerte de Raúl Alfonsín, es una frase que creo que refleja el sentimiento de todo un pueblo:”ríndanle honores, se ha ido el padre de la democracia, el hombre que se quedó en la humildad”. Fue un verdadero gladiador, con las convicciones de un político de raza. Tuve la oportunidad de conocerlo y de escucharle aquella frase histórica: “con la democracia se come, se cura y se educa”. Le tocó asumir la presidencia en los tiempos más duros de la historia y se lo recordará, entre otras cosas, como el hombre que abrió el camino de los derechos humanos y tuvo el coraje de llevar frente a un tribunal para ser juzgados y condenados, a los hombres más despiadados de la dictadura. Nada le fue fácil, hasta tuvo que luchar dentro de su propio partido, para ganar su espacio frente a nada más ni nada menos, que a Ricardo Balbín, el líder emblemático del radicalismo.
Y precisamente hoy por primera vez voy a revelar un detalle inédito de la época, que nunca escribí por respeto a los protagonistas, pero que me consta que existió, porque me lo confiaron algunos dirigentes del propio entorno de Ricardo Balbín.
REUNION CLAVE
Corrían los tormentosos años 70 y se produjo una reunión muy privada entre el por entonces líder radical y el joven impetuoso de Chascomús. Balbín le expresó entonces en la vieja casona de la calle 49 de La Plata donde residía:”mire Raúl, ya estoy viejo y es hora de retirarme. Salga a caminar la provincia de Buenos Aires, que usted será mi sucesor”.
A aquel muchacho de los bigotes negros y la voz endurecida por el cigarrillo, después de la reunión le brillaban los ojos. Le había llegado la hora y tenía la bendición de su maestro.
Alfonsín caminó todo el territorio. Pueblo por pueblo y fue sembrando su propia cantera. Pero al tiempo, un nuevo llamado de su líder, terminaría echando por tierra sus incipientes ilusiones.
LA DECEPCION
Balbín volvió a citarlo en su casa y le dijo:”mire Raúl, yo se que ha trabajo mucho, pero ahora los correligionarios me piden que me quede. Que siga siendo yo quien lleve al frente las banderas de la UCR. Perón está enfermo”.El joven dirigente salió decepcionado de la casa. Sintió como que le hubieran metido la mano en el bolsillo, pero lejos de claudicar, formó “Renovación y Cambio” y se enfrentó al caudillo con todo el ímpetu de su juventud. Su discurso atraía a los sectores juveniles, que se sentían identificados con un nuevo protagonista que llevaba un frente de aire fresco al viejo partido. Así comenzó una historia que muchos años después lo catapultaría a ocupar la presidencia de la Argentina.
Hay que señalar que Alfonsín comenzó a ganar popularidad luego de la derrota militar en la Guerra de las Malvinas y en el proceso de transición democrática bajó la presidencia del general Reynaldo Bignone. Alfonsín comenzó a coronar su sueño cuando primero se convirtió en presidente de la Unión Cívica Radical, con el triunfo del Movimiento de Renovación y Cambio en las internas partidarias y luego de que Fernando de la Rúa renunció a su precandidatura, se convirtió en el candidato a presidente de la UCR para las elecciones de octubre de 1983. Allí le llegó el momento para dar la madre de las batallas. La fórmula Raúl Alfonsín - Víctor H. Martínez se enfrentaba a Italo Lúder - Deolindo Felipe Bittel del Frente Justicialista de Liberación (Frejuli). La campaña electoral de Alfonsín fue fundamental para revertir la supremacía electoral que el peronismo venía demostrando en las últimas elecciones y que se esperaba que repitiera en la vuelta a la democracia. El publicista David Ratto, cumplió por entonces un rol fundamental, ya que centró la campaña en los atributos naturales del candidato. “Ahora Alfonsín”, o la imagen del escudo con los colores de la bandera argentina y las iniciales “RA” (de Raúl Alfonsín y República Argentina), fueron los símbolos de la campaña junto con el clásico saludo con las manos cruzadas y en alto. Este acierto de Ratto impactó en la opinión pública, que focalizó en Alfonsín el perfil de un hombre sencillo, pacificador, dialoguista y creíble.
LA VICTORIA
Hay que destacar que el cierre de campaña fue no menos impactante. Raúl Alfonsín reunió sobre la avenida 9 de Julio cerca de un millón de personas. Las elecciones se realizaron el 30 de octubre de 1983 y Alfonsín triunfó con el 51,7% de los votos frente al 40,1% del peronismo. En ese momento jugó a favor de Alfonsín, siendo un elemento determinante para su triunfo, un desafortunado desliz cometido por Herminio Iglesias en el multitudinario acto del justicialismo, cuando quemó un ataúd. La opinión pública, que venía se sufrir los años de espanto de la dictadura, vio una fotografía nefasta y condenó al justicialismo en las urnas.
ADIOS A LA DICTADURA El 10 de diciembre de 1983 Raúl Alfonsín asumió la presidencia de la Nación. Pero la transición no fue fácil. La relación con las Fuerzas Armadas condicionaron su gestión, que también estuvo amenazada por la inflación y la deuda del país.Uno de los primeros actos de gobierno, el 15 de diciembre de 1983, fueron dos decretos. En uno se ordenaba enjuiciar a los dirigentes de las organizaciones guerrilleras ERP y Montoneros y el otro indicaba procesar a la Junta militar. Ese mismo día se creó la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep).También el 15 de diciembre Alfonsín envió al Congreso un proyecto de ley declarando nula la llamada ley de autoamnistía Nº 22.924 dictada por el gobierno militar. Se sancionó una semana después como ley Nº 23.040 y fue la primera de la democracia.
HISTORICOEl 20 de septiembre de 1984 la Conadep produjo su famoso informe titulado Nunca Más y se lo entrega al presidente Alfonsín. El 4 de octubre de 1984 la Cámara Federal toma la decisión de desplazar al tribunal militar que estaba enjuiciando a las juntas para hacerse cargo directamente del juicio. El juicio se realizó entre el 22 de abril y el 14 de agosto de 1985. Se trataron 281 casos. Los fiscales fueron Julio César Strassera y Luis Gabriel Moreno Ocampo. El 9 de diciembre, fue un día histórico para todos los argentinos. Se dictó la sentencia condenando a Jorge Rafael Videla y Eduardo Massera a reclusión perpetua, a Roberto Viola a 17 años de prisión, a Armando Lambruschini a 8 años de prisión y a Orlando Ramón Agosti a 4 años de prisión.
TIEMPOS DIFICILESPero a Alfonsín los peligros lo acompañarían durante muchos momentos de su gestión. Tal es así que enfrentó varias sublevaciones de militares conocidos como carapintadas. Su gobierno estuvo permanentemente amenazado por sectores de las Fuerzas Armadas que se negaban a aceptar el enjuiciamiento por violaciones a los derechos humanos durante el régimen militar anterior. Para intentar mantener bajo control el descontento en las Fuerzas Armadas, en 1986 Alfonsín debió intervenir personalmente para que el Congreso sancionara la ley de Punto Final imponiendo un plazo de 60 días para procesar a acusados de delitos de lesa humanidad cometidos durante el gobierno militar.
SEMANA SANTALa ley de Punto Final no fue suficiente y en la Semana Santa de 1987 se produjo una gran rebelión militar que puso en vilo al país, compuesta mayoritariamente por jóvenes oficiales que se denominaron “carapintadas” dirigidos por el teniente coronel Aldo Rico. Pero estos últimos intentos militares, se encontraron con el mayor de los cachetazos, ya que millones de personas salieron a las calles para oponerse al alzamiento militar, coparon la Plaza de Mayo y la CGT declaró la huelga general en defensa del gobierno constitucional. Durante varios días el país estuvo al borde de la guerra civil. Alfonsín intervino personalmente en Campo de Mayo y horas después anunció que los amotinados habían depuesto su actitud. Fue el sábado 30 de abril cuando Alfonsín pronunció ante la multitud en la plaza, la celebre frase: “La casa está en orden, felices Pascuas”.
CON ALDO RICO
Años después, durante una visita que efectué a la municipalidad de San Miguel, donde Aldo Rico era su intendente, se me cruzó en el camino una oportunidad histórica. En el viaje para mantener la entrevista, mastiqué detenidamente cómo buscaría el lugar para desentrañar aquel misterio.
Después de unos mates con Rico y con el entonces funcionarios ya distendido, me animé y le pregunté aquel secreto que todos queríamos saber.
¿Dígame intendente, me puede contar lo que hablaron a solas con Alfonsín en Campo de Mayo, durante la sublevación de Semana Santa, que usted encabezó?
Rico se echó para atrás en su sillón y con aire soberbio, para mi asombro, no titubeó en responder.
“Al doctor Alfonsín le dije que dejara de hostigarnos, porque entonces tendría una sublevación por semana, ya que todos los militares no éramos culpables, ni cómplices de lo que había pasado”.
¿Y que le respondió Alfonsín?
“Me dijo que iba a morigerar el malestar social y que los casos iban a ser estudiados pormenorizadamente y que si había inocentes, no tendrían que preocuparse, porque lo que se buscaba era justicia con los grandes responsables”.
La historia de Rico, debo confesar que no me conformó. Creo que algo se guardó y que hizo más hincapié en su osadía, que en el perfil de aquel hombre que no renunciaba a sus convicciones, pero que aquel día, algo negoció y se lo llevó a la tumba como el mayor de sus secretos.
DURA NEGOCIACION
Pero Alfonsín tuvo que volver a negociar con los militares para detener el golpe de Estado. Así impulsó la ley de Obediencia Debida. Esas leyes de Punto Final y Obediencia Debida fueron objeto de fuertes cuestionamientos por parte de las organizaciones de derechos humanos, el movimiento estudiantil, y las fuerzas políticas progresistas, incluidos sectores internos del radicalismo como la Juventud Radical y su brazo universitario Franja Morada.Desde entonces Alfonsín debió enfrentar otras dos insurrecciones militares durante 1988 (18 de enero y 1º de diciembre) y un permanente estado de insubordinación de las Fuerzas Armadas.
LA ECONOMIACuando Alfonsín asumió el gobierno y desató el paquete, se dio cuenta de algo que ya su percepción dramáticamente le marcaba. El diagnóstico de la situación económica y social era extremadamente grave. Externamente, en 1982 estallaba la crisis de la deuda externa latinoamericana. Internamente, la deuda externa argentina había pasado de 7.875 millones de dólares al finalizar 1975, a 45.087 millones de dólares al finalizar 1983.Por otro lado el retraso salarial y la pobreza, que había aumentado del 5% en 1975 al 37% en 1982 (datos para el Gran Buenos Aires).En una primera etapa Alfonsín recurrió al esquema económico que el radicalismo había utilizado con considerable éxito durante la presidencia de Illia 20 años antes.
LA ECONOMIA
Su primer ministro de Economía, Bernardo Grinspun, y gran parte de sus colaboradores habían sido parte de aquel equipo. En febrero de 1985 Alfonsín reemplazó a Grinspun por Juan Vital Sourrouille con el fin de implementar una política económica que atacara frontalmente la inflación. El 14 de junio Alfonsín y Sourrouille anunciaron por televisión la puesta en marcha del Plan Austral, por el que se creaba una nueva moneda, el austral, se congelaban todos los precios de la economía, y se establecía un mecanismo para desindexar los contratos.El Plan Austral funcionó bien al principio. Pero en 1986 la inflación volvió a mostrar una tendencia ascendente y los precios relativos de cada sector comenzaron a verse afectados, situación que se vio agravada por la gran caída de los productos argentinos de exportación (40% en el período). El gobierno, urgido por las circunstancias anunció entonces una flexibilización de las estrictas normas de congelación de precios establecidas un año atrás que no dio gran resultado.Para 1987 comenzaba a hacerse evidente que era necesaria una reforma económica estructural que resolviera la brecha entre recursos con que contaba el Estado y las funciones que desarrollaba. Después la economía se derrumbó y vino el caos. La hiperinflación fue la peor de las pesadillas. Fueron días negros que los argentinos quisiéramos olvidar, pero que hacen también a la historia de un hombre al que le tocó luchar contra todas las adversidades y aunque con desaciertos, se ganó su lugar en la historia. Nadie podrá cuestionarle que fue el padre de la democracia y que entró pobre y se fue pobre de la política. Paradójicamente, el 2 de abril del 2009, el mismo día en que las tropas argentinas desembarcaron en Malvinas, Alfonsín emprendió el camino al descanso eterno y hasta el cielo de puso a llorar, en uno de los funerales más grandes de la historia, tal vez comparable con el de Irigoyen, Perón y Evita, sin color político y con el reconocimiento de todo el pueblo.
Se llevó la honra de que ni Dios, ni la Patria, podrán demandarle nada, cumpliendo con su juramento, cuando posó su mano sobre los santos evangelios durante aquel mediodía soleado de 1983 y comenzó a hacer realidad aquellas palabras de campaña: “ voy por la vida, voy por la paz”…
En las puertas del caos
El gobierno de Alfonsín tuvo su tiempo de turbulencias que nunca olvidaremos los argentinos. No pudo avanzar mucho en este plan de reforma del Estado. En abril de 1988, Argentina entró en moratoria del pago de su deuda externa. En agosto la inflación alcanzaba el 27,6% mensual. En octubre entonces, el gobierno de Alfonsín puso en práctica un plan de salvataje, el Plan Primavera, cuyo objetivo primordial era llegar a las elecciones con la economía bajo un mínimo de control. El Plan Primavera fue apenas un suspiro. Los operadores cambiarios lo rechazaron, no generó confianza y adicionalmente a comienzos de 1989, llegó la noticia más negra: el Banco Mundial suspendió su ayuda a la Argentina. A finales de enero la Argentina comenzó a sumergirse en la histeria y el caos. Se inició una corrida masiva hacia el dólar. La inflación, que en febrero de 1989 era del 9,6% mensual, alcanzó 78,4% en mayo, mes de las elecciones presidenciales, adelantadas intencionalmente por Alfonsín. La hiperinflación de 1989 llevó la pobreza de 25% a comienzos de 1989, al récord histórico de 47,3% en octubre del mismo año.
Cercado por una realidad que le era adversa e insostenible, Alfonsín renunció el 9 de julio de 1989 para anticipar la entrega del mando a Carlos Menem ya que por esos días una escalada de saqueos se dieron en todos los comercios y supermercados del país por parte de la población marginal. Se fue para que el país no se incendiara. Tal vez para evitar un baño de sangre y para que los oportunistas de siempre no fueran a golpear nuevamente las puertas de los cuarteles. Lo hizo con la convicción de que la continuidad de la democracia, era la mayor de las prioridades. Y se dio el lujo, de morir en democracia, la que él mismo ayudó a construir para que sea perdurable en el tiempo.

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