martes, 27 de octubre de 2015

Después del terremoto, Scioli está obligado a matar o morir


Por Jorge Joury

Lo que ocurrió en las urnas el domingo, fue lo más parecido a un terremoto polìtico que dejó en ruinas una parte importante de la dirigencia. La sociedad se sacó abruptamente la modorra, salió a la cancha con los tapones de punta y dio un golpe de timón impensado, modificando principalmente el mapa del conurbano. En ese territorio quedaron los girones de intendentes históricos como Hugo Curto, de Tres de Febrero, Raúl Othacehé de Merlo, Jesús Cariglino, de Malvinas Argentinas, Francisco “Barba” Gutiérrez, en Quilmes, Pablo Bruera de La Plata, Luis Acuña, de Hurlingham y Humberto Zúccaro en Pilar, entre otros. En Morón también acabó el sueño de Hernán Sabbatella, hermano del candidato a vice de Aníbal. No obstante, la gente premió con el voto extendiéndole el crédito a otros caudillos históricos como Julio Pereyra en Varela, Juan Patricio Mussi, en Berazategui, Jorge Ferraresi, en Avellaneda y Martín Insaurralde, en Lomas.
Hasta las encuestadoras que sostenían a rajatabla que en el conurbano históricamente no existía el corte de boleta, quedaron en orsay. La reacción de la estratégica provincia de Buenos Aires fue crucial para robustecer el sueño de un Macri que ni el mismo podìa creer lo que le estaba pasando. Tuvo que salir nuevamente a la medianoche al escenario de Costa Salguero para levantar la mano de María Eugenia Vidal, su nave insignia, después de certificar que había llegado al puerto de la victoria con cinco puntos de ventaja sobre Aníbal Fernández.
En el territorio donde habitualmente se disputa la madre de las batallas, apareció una nueva estrella en el firmamento. La moronense Vidal ya hace historia. Después de 28 años de peronismo, se convertirá en la primer mujer gobernadora. Vidal, se llevó por delante al tanque de guerra de Cristina, Aníbal Fernández y a algunos de los barones del conurbano que enumeramos . Además arrastró a la victoria amarilla a ciudades clave, entre ellas La Plata, Olavarría, Junín y Mar del Plata. Encima, pegó un fuerte golpe en Berisso, cuna del peronismo y de la movilización histórica del 17 de octubre. haciéndole realidad el sueño del sillón municipal al radical Jorge Nedela.
El amplio triunfo del macrista Julio Garro en La Plata, era algo que se veía venir. Se percibía en el ambiente el descontento con Pablo Bruera (FpV) y hasta con algunos panqueques que se le acercaron a último momento y que le jugaron en contra. La memoria escribió una pàgina histórica en la ciudad de las diagonales. El voto castigo al Pablo que se escondió detrás del apellido Bruera por temor al fracaso, se lo propinaron en parte con tijera en mano los inundados del trágico 2 de abril del 2011. Le cortaron en pedazos el sueño de perpetuarse . La gente apostó por una fuerza nueva y oxidó definitivamente las pretensiones del alcalde.
En la mayoría de las escuelas bonaerense se percibió desde temprano que se venía un gran corte de boleta. Una de las claves, fue el rechazo que generó la candidatura de Aníbal Fernández, que terminó siendo un salvavidas de plomo para las apiraciones de Daniel Scioli.
El impetuoso funcionario, perdió hasta en Quilmes, su propio terruño. Allí Macri cocinó a fuego lento una gran victoria con el chef Martiniano Molina, al cual sacó de la galera a último momento, después que se bajara de la candidatura el modelo publicitario Tomy Dunster.
El actual jefe de Gabinete, que prometió dar un paso al costado, desparramó culpas de su fracaso en el periodista Jorge Lanata, Canal 13, Clarín y sobre algunos integrantes de su propio equipo, que según dijo le jugaron en contra, propiciando el corte de boleta para salvar sus intendencias. No obstante, es evidente que la frase que utilizó la oposición para meter miedo sobre el candidato a gobernador, surtió efecto. Ninguna madre quiso dejarle a Fernández el cuidado de sus hijos.
Frente a este escenario, Mauricio Macri tendrá una chance de convertirse en presidente el 22 de noviembre. El jefe de Gobierno porteño supo volver de su error cuando no armó una coalición más amplia junto al espacio de Sergio Massa y tuvo la virtud de constituirse en opositor puro. Además, logró salir rápido del encapsulamiento que le impidió ganar a Miguel Del Sel en Santa Fe y del baldazo de agua fría del escándalo Niembro. Con inteligencia, volvió a enganchar en su tren el inmenso vagón de un electorado que apostaba al cammbio. Scioli en cambio no pudo desmarcarse de su pasado cristinista.
Macri, tuvo la picardía de robarle más sufragios a Scioli y a Margarita Stolbizer, que a un Sergio Massa que resistió dignamente sobre el piso resbaladizo del 20%.
La pregunta que hoy circua en los pasillos del poder es muy simple. ¿Qué le pasó a Scioli?. Su fidelidad a Cristina le aseguró un 28%, pero es evidente que lo privó de ganar en primera vuelta. Con 9 millones de votos, que no es poco, ahora deberá salir rápido del aturdimiento por el golpe, si pretende que el 22 de noviembre lo encuentre con chances firmes de llegar a la Casa Rosada. El líder naranja está predestinado a soportar un nuevo via crucis, frente a un Macri que aparece como el nuevo líder de la oposición y con más posibilidades de tejer acuerdos con fuerzas polìticas rezagadas que sueñan con asientos en un futuro gabinete amarillo.
Scioli en cambio, a partir de ahora tendrá que pegar un volantazo y apuntarle al votante de clase media, el que en la primera vuelta acompañó a Massa y que mira con desconfianza al líder de Cambiemos por temor al retorno de las polìticas neoliberales y un eventual ajuste abrupto.
En la nueva etapa que comienza, con el histórico nacimiento del balotaje en la geografia polìtica del paìs, Scioli se encontrará frente al desafío de quebrar la maldición de la residencia de la calle 6, en donde ningùn gobernador bonaerense logró llegar al sillón de Rivadavia mediante el voto popular. Solo Eduardo Duhalde lo consiguió, pero con la ayuda de la Asamblea Legislativa.
El ex motonauta tendrá que dejar de lado gran parte del equilibrio que siempre mantuvo entre el kirchnerismo y el peronismo. Sus primeras espadas aseguran que “será más Scioli que nunca”. En términos partidarios significa que se peronizará un poco más para que el poderoso aparato de PJ le extienda el crédito. En lo que tiene que ver con la
estrategia discursiva, sacará el látigo para castigar con más fuerza las contradicciones de Macri, reforzará su mensaje y avanzará con las definiciones pendientes. Además, realizará nuevos anuncios, como el que hizo en el cierre de la campaña para las elecciones con el impuesto a las ganancias. Algo de esto ensayó el domingo en el Luna Park, en el que fue el primer discurso de campaña de cara a la pelea en segunda vuelta.
El saldo de la contienda deja retazos para la lectura fina. Uno de ellos pone a cielo abierto que el gobernador y su equipo de campaña no lograron detectar las señales de los sismógrafos que anunciaban la llegada de un terremoto electoral. Tampoco fueron lo sufientemente perceptivos los encuestadores, que no observaron la pisada firme y silenciosa de Vidal en las arena movedizas del conurbano profundo. Ahora viene otra pelìcula, la que se gana con algo más que “con fe, esperanza y humildad”. Puntualmente, Scioli tiene que dejar de hablar como un segundo, porque fue el que más votos sacó. De aquí al 22 de noviembre tiene un trecho corto para dar vuelta la historia. Apuntará a captar al voto massista y de Rodríguez Saa que son peronistas y difícilmente se coloquen la camiseta amarilla. Si aún sueña con ser campeón, el 9 de Villa La Ñata tendrá que hacer un gol de media cancha para llegar a Balcarce 50. Por lo pronto, ya dio un paso trascendental. Se comprometió a debatir con Macri el 15 de noviembre por TV y con señal abierta a todo el país. Es auspicioso para la democracia y una señal indiscutible que el candidato comprendió que la moneda vuelve a estar en el aire, pero por última vez.

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