viernes, 5 de diciembre de 2008

17 de octubre del 2008: El Perón que conocí

MAS ALLA DEL 17 DE OCTUBRE

El Perón que conocí


Por Jorge Joury (De la redacción de InfoSur)

Hoy se recuerda el 17 de octubre de 1945, la máxima epopeya obrera, cuando un pueblo salió a las calles a rescatar a su líder, el general Juan Domingo Perón. Yo no había nacido, pero debo confesar con inmenso orgullo, que mi padre fue uno de los protagonistas y de él recogí retazos de aquella jornada histórica. Tal vez esta crónica no sea habitual de las que se publican en este día, pero apunta a ser un homenaje de párrafos vivientes que no están en los libros.
Una noche fría de invierno, tuve el privilegio de conocer a uno de los últimos legendarios caudillos, con sangre peronista en las venas, como él decía :Manuel Quindimil, el ex intendente de Lanús. En ese despacho estaba gran parte de la historia del justicialismo. Estatuas de Perón y Evita en bronce, vestimentas, botellas de champán con sus nombres, fotos históricas, discursos, un verdadero museo.
Cuando me identifiqué por mi apellido, el por entonces intendente me preguntó si era familiar de Felipe. Le dije que era mi padre. Entonces a aquel hombre canoso, de mirada calma y bigotes finos, se le llenaron los ojos de lágrimas.¿Vive?,me preguntó. Le respondí que había muerto hacía pocos años, pero que en algunas de las charlas que había compartido con él, me había dicho que si algún día veía a Quindimil, le mandara sus saludos.
LA MOVILIZACION OBRERA
Debo confesar que esas lágrimas me conmovieron, pero vale la pena desgranar lo que me relató aquel hombre lleno de historia.
“Días antes del 17 de octubre, con un amigo en común, Pepe García, fuimos a ver a su papá por recomendación de Cipriano Reyes, a Berisso. Había que preparar la movilización de los obreros del Armour y del Swift, para rescatar a Perón. Su papá era secretario general del gremio de la Carne en esa ciudad y nos habíamos conocido en la Escuela Peronista. Se comprometió a todo. Todos nos jugábamos la vida, pero bien valía, porque el peronismo es un sentimiento. Y de allí partieron miles de obreros hacia la Plaza de Mayo, en aquella gesta histórica. No hubo barreras que los contenga. Muchos de ellos cruzaron el Riachuelo a nado. Llegaron como pudieron y explotaron en un solo grito. Allí me abracé con su papá. Lamentablemente no hubo bronce para muchos hombres anónimos que nunca buscaron rédito por lo que hicieron, pero su padre, se merecía uno”.
Me quedé perplejo, pero papá, en su humildad, aunque se reconocía siempre con orgullo como “peronista y de Boca”, dejando esa sensación de mayoría absoluta, nunca me había contado esos pormenores, que me llenaron de orgullo, más de quien venía este reconocimiento.
EL OPERATIVO RETORNO
Mi profesión y esas cosas de la vida, hicieron que conociera personalmente a Perón. Al que ya le pesaban los años. Me tocó cubrir periodísticamente el operativo retorno, cuando aquella mañana lluviosa en Ezeiza, en que descendió de las escalerillas del avión, José Ignacio Rucci se acercó a resguardarlo con su paraguas. Era el símbolo de la protección que estaba dispuesto a darle incondicionalmente, el movimiento obrero. El general se cansaba de aclarar que venía como prenda de paz. Tal vez presentía, ya que era un visionario, que se avecinaban días de sangre en la Argentina. Hablé con él varias veces, en su mayoría frente a la casa de Gaspar Campos, donde se alojó. Sería largo describir todos esos momentos, pero quisiera rescatar algunas de las frases que pronunció.
Por aquel entonces, aunque resulte extraño, Perón ya hablaba de ecología. Me subí a una mesa para poder verlo, en el restaurante Nino de Vicente López, donde realizó una conferencia de prensa en medio de una nube de periodistas, donde estaba hasta la BBC de Londres. Allí aquel caudillo de la mirada cansada, nos asombró a todos.
“Cuando los ríos se conviertan en cloacas y los bosques en cenizas, vendrán de todo el mundo a buscar nuestros recursos. Somos la gran reserva y tenemos que empezar a construir el futuro”, dijo con humildad.

LA IRONIA DEL GENERAL
En ese momento, se escucharon los motores de un helicóptero militar, ya que Lanusse aún estaba en el poder. Perón sacó del mazo una de sus cartas de ironía, miró hacia el techo y expresó: “ dicen que nos cuidan”, mostrando una sonrisa de dos plazas que despertó el aplauso general. Perón era un fabricante de títulos. El que se llevaba en sus oídos la más maravillosa de las músicas, que es la del pueblo. El que increpaba a los militares desde Puerta de Hierro en Madrid, diciendo que había que “voltear las puertas de los cuarteles si era necesario a los bombazos, para recuperar la democracia”. El que cuando murió hizo que durante cinco días no parara de llover. El que escuchó desde su ataúd como Ricardo Balbín decía : “hoy el viejo adversario viene a despedir al amigo”. El que recuperó la justicia social, para que los obreros, como mi abuelo que era un inmigrante, se le reconociera el derecho a enfermarse y a tomar vacaciones. El que le dio al pueblo viviendas dignas. El que pintó un cielo de chimeneas, patentizando la cultura del trabajo. El que nacionalizó los trenes dignos. El que construyó los hoteles gremiales. El que aún vive en el alma de su pueblo y al que será difícil de equiparar. Su ideario cautivante y siempre vigente, seguramente seguirá acompañando a muchas generaciones. Sería bueno, hoy más que nunca, tener presente su pensamiento para entender que las antinomias hay que resignarlas, para construir de una vez por todas, el país que soñó aquel gran argentino, que como nadie, fue capaz de despertar un sentimiento arrollador aquel 17 de octubre de 1945.

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