martes, 5 de junio de 2018

Los que mancharon la escarapela

Imagino un escenario hipotético y delirante. Y me pregunto qué haría Mariano Moreno en un día como hoy vestido de época, frente a la presencia inquisidora de la canosa Christine Lagarde, la directora del FMI. Cómo reaccionarían el resto de los patriotas que pegaron el primer grito de libertad, si les quisieran imponen un plan económico desde el exterior. O al enterarse que la timba financiera se lleva un promedio de $5.550 por segundo en concepto de Lebacs. O que el monto cedido a la especulación asciende al equivalente de 146 centrales Atucha, 9500 escuelas o 57 millones de jubilaciones mínimas. O que vienen los acreedores con más versiones de más ajuste contra la clase pasiva y con la carpeta de las AFJP bajo el brazo. Parece todo muy loco, pero es la misma película de otras épocas, aunque en medio de un escenario doloroso con 13 millones de pobres y una población abiertamente decepcionada con la clase política. ¿A dónde fueron a parar los ideales de 1810 y la plata que se robaron?. El pueblo quiere saber.

Cuando escaneamos el pasado, llegamos a lo más profundo de la historia y nos topamos con un verdadero yacimiento de ideas. En ese lugar rescatamos los valores que se perdieron por largos ciclos de antinomias políticas. El espíritu del 25 de Mayo de 1810 por estas horas debe llamarnos a la reflexión. Significa el primer acto de ruptura de nuestra situación colonial y el comienzo revolucionario de la independencia. Es el primer grito de libertad frente a la corona española y el acto fundante de nuestra nacionalidad. Como contrapartida, esta fecha patria nos encuentra, por un lado, ante una gran ofensiva del capital financiero internacional y de las grandes potencias que pretenden profundizar el control y la dominación de nuestra independencia económica. Y por otro, una gran decepción de la ciudadanía que ve que la gran parte de la clase dirigente aparece impotente para dar respuesta a sus grandes preocupaciones. Si los hombres que encabezaron la Revolución de Mayo se levantaran de sus tumbas, probablemente pensarían que sus aspiraciones deben volver a conquistarse. Pero lo que me queda claro, es que nunca acudirían a pedirle ayuda a un virrey del que supieron cortar cadenas y que hoy aparece  enmascarado en el Fondo Monetario Internacional. ¿Se imaginan a Mariano Moreno recibiendo a Christine Lagarde?. Una mujer que no bebe, es vegetariana y saca siempre tiempo en su agenda de giras por el mundo para ir a comprar piedras preciosas, una de sus debilidades, y quienes le son cercanos cuentan que colecciona caricaturas de sí misma. Su favorita, a la vista de todos en su despacho, es una en la que aparece vestida como una dominatriz que subyuga a un grupo de hombres banqueros, una confesión evidente de eso con lo que suele hace broma: que en donde hay muchos hombres siempre hay líos.
Pero en el esquema político actual existen otros parangones con aquella Argentina de 1810. La crítica habitual es que Macri no actúa como un presidente, sino como un rey. O como si el país fuera SOCMA, la empresa que fundó su padre .Un dueño donde todos los demás son sus empleados, que pueden aspirar a cualquier cosa menos a su propio puesto de presidente, y que no tiene que compartir nada con nadie. Pero aún los reyes que sobrevivieron turbulencias, intuitivamente practicaron el diálogo para poder perpetuarse. Los aliados de Macri esperan, aunque escépticos, que desarrolle esa capacidad y se deje ayudar para que el país pueda salir del pozo.
 
LA REVOLUCION DE LA VERGUENZA
 
Debemos admitir que la Revolución de Mayo fue el puntapié inicial para lograr la libertad y del nacimiento de la Argentina, que se concretaría luego en la Casa Histórica de Tucumán el 9 de julio de 1816. Es apropiado entonces rescatar el pensamiento de la época. "El pueblo no debe contentarse con que sus jefes obren bien; él debe aspirar a que nunca puedan obrar mal. Seremos respetables a las naciones extranjeras, no por riquezas, que excitarán su codicia; no por el número de tropas, que en muchos años no podrán igualar las de Europa; lo seremos solamente cuando renazcan en nosotros las virtudes de un pueblo sobrio y laborioso", escribió Mariano Moreno. 
La vigencia de esas palabras deberían hoy ser un faro, frente una clase política que se muestra devaluada ante la opinión pública, por la falta de mensajes esperanzadores, buenos ejemplos y la corrupción que mancha sus vestiduras. Son factores que terminaron sumiendo a más del 30% del país en la pobreza y la desocupación. Hubo muchos políticos que además se robaron descaradamente el término "revolución" para bastardearlo bajo el paraguas de la demagogia. Carlos Menem, por ejemplo, fue uno de ellos, que puso como excusa para vender las joyas del patrimonio nacional, con la excusa de que iniciaba la "revolución productiva", acompañada de un salariazo. Toda una fantasía que terminó en un desastre, que coronó el gobierno de la Alianza con Fernando de la Rúa, con un corralito, un corralón, un país incendiado y la peor cara de la pobreza que se conozca.
Anestesiados por la realidad y por el goteo de la decepción, los argentinos nos fuimos convirtiendo en una nación dependiente. Le pasó al propio Perón sobre el cierre de su segundo mandato. Lo mismo le ocurrió al kirchnerismo en el último tramo de Cristina, producto de circunstancias propias e internacionales –estas últimas, justamente, debidas al acceso restringido a capitales externos– que hoy el gobierno de Cambiemos llama “turbulencias” con una liviandad asombrosa.
 
LA GRIETA QUE NO SE CIERRA
 
Desde aquel lluvioso viernes de mayo de 1810, han pasado 208 años y el país sigue en construcción, con permanentes luces rojas y tratando de resurgir de sus escombros. Pero envuelto aún en antinomias crónicas que generan grietas y traban a menudo su evolución. Es notoria la falta de diálogo en la clase dirigente -gobernantes y opositores- que obra por reacción contra los sectores que tienen ideas diferentes. Descalificándose y anulándose mutuamente, lo que reflejan es un preocupante estado de inmadurez.
Decía Manuel Belgrano cuando le molestaban las piedras en el zapato: "Me hierve la sangre, al observar tanto obstáculo, tantas dificultades que se vencerían rápidamente si hubiera un poco de interés por la patria". Los hombres de Mayo demostraron que con convicción, compromiso, hambre de libertad, amor por esta tierra y con unión por una causa común, todo es posible. Luego de más de dos centenarios, habría que retomar la lectura para aprender la lección.
Hoy no están las tropas españolas en el escenario. Pero aparece el endeudamiento, el más despiadado de los ejércitos invasores que pretende esclavizarnos por décadas. Allí está parapetado el fantasma del Fondo Monetario Internacional (FMI), al que algunos como el  propio Gobierno, pretenden calificar de "buenos muchachos" que aprendieron la lección y ahora vienen a reivindicarse con políticas más sociales. Pero lo que nadie dice, que tienen bajo el brazo las mismas y duras recetas del pasado. Creen por ejemplo que una reforma del sistema jubilatorio ayudará al gobierno argentino a bajar el déficit fiscal en alrededor del dos puntos del PBI.
La recomendación del organismo en ese sentido fue clave para que la Casa Rosada cambiara a fin del año pasado la ley de movilidad previsional, que ajustaba los haberes según el sueldo del personal activo y la recaudación de la ANSES, por otra que prioriza la inflación, con lo que se amortiguan los aumentos. 
Ahora el FMI va por más: propuso un sistema mixto, en que el Estado sólo cubra un básico equivalente al 25% del sueldo promedio del personal activo y el resto surja de una cuenta de ahorro individual a la que se destinarían los aportes de cada trabajador y de su empleador, en una nueva versión de las AFJP. No es ni más ni menos, que otra reedición de la fotografía del pasado en la década del 90. Con eso, el rojo del sistema previsional bajaría del 3,1% del PBI a sólo el 1 por ciento. Semejante reducción del gasto público allanaría el camino para que el Fondo otorgue un préstamo stand by a la Argentina, se dice desde la óptica de los especialistas.
La pregunta frente a lo expuesto, es cuál sería la postura de aquellos patriotas si se enteraran que el Banco Central pagó en los últimos dos años en la peligrosa ruleta de la timba financiera un promedio de $5.550 por segundo en concepto de Lebacs y el monto cedido a la especulación asciende al equivalente de 146 centrales Atucha, 9500 escuelas o 57 millones de jubilaciones mínimas. ¿Qué dirían aquellos hombres de mayo frente a semejante saqueo de la nación?.  
 
LA DEMOCRACIA PARA CONSTRUIR
 
Volviendo al pasado, es cierto que la guerra por la independencia y las luchas civiles demoraron la consolidación de los ideales de Mayo y se debió esperar a que la generación de 1837, la más brillante de nuestra historia, con Echeverría, Sarmiento, Alberdi, Gutiérrez y Mitre en primera fila, los retomaran para forjar un proyecto de país basado en sus principios.
En la redacción del Dogma de Mayo, además fue crucial la meta de superar la contrarrevolución rosista y retornar a los principios de Moreno. Escribió Echeverría: "La palabra progreso no se había explicado entre nosotros. Pocos sospechaban que el progreso es la ley de desarrollo y el fin necesario de toda sociedad libre, y que Mayo fue la primera y grandiosa manifestación de que la sociedad argentina quería entrar en las vías del progreso". Echeverría repite las consignas sobre el progreso de Sarmiento y Alberdi, pero su verdadero aporte diferencial radica en el modo que lo combina con el desarrollo de la democracia.
Una frase resume de manera impecable su visión: "El problema fundamental del porvenir de la nación argentina fue puesto por Mayo. La condición para resolverlo en tiempo es el progreso. Los medios están en la democracia, hija primogénita de Mayo". Echeverría nos deja un legado, una receta infalible: para progresar debíamos construir una sociedad democrática.
Y lo hicimos, aunque lamentablemente con una cuota de sangre derramada. Tuvimos que vivir las desafortunadas irrupciones de los procesos militares, que más allá de cercenar el libre pensamiento, hasta nos llevaron a una guerra perdida de antemano con los ingleses por la recuperación de las Malvinas.
 
ADIOS AL SUEÑO DE LAS AMERICAS
 
Algunos pensadores reflexionan que hoy los argentinos deberíamos volver del exilio de nosotros mismos. Simplemente por haber sido lo que fuimos y ser lo que somos. Por estas horas, evocamos la patria grande que era pensamiento puro hecho realidad. Una revolución de futuro abierta a los hombres de buena voluntad que se tradujo en prosperidad. Y en la comparación, perdemos, porque hoy no tenemos ojos mejores para ver la patria. Entre todos nos encargamos de echar por tierra las Américas que soñaron nuestros abuelos, millones de inmigrantes que cruzaron el océano atraídos por la esperanza de una vida mejor. Que la obtuvieron rompiéndose el lomo. Que educaron a sus hijos y ascendieron socialmente por su exclusivo esfuerzo, por honrar y priorizar el trabajo honesto de sol a sol. Hoy ese trabajo está ausente en miles de hogares del Gran Buenos Aires que sufren las penurias del peor tarifazo de la historia. Faltan viviendas, cloacas y agua corriente, algo que pondría rojos de verguenza a aquellos hombres de Mayo. Sobre todo al enterarse que pasaron más de 200 años y hay gente desesperanzada porque no tiene presente y le robaron el futuro. Las deudas sociales de hoy, son consecuencia de la plata de la corrupción que se robaron los diferentes gobiernos que mancharon la escarapela y los ideales de Mayo.
A veces pienso si pudiéramos contagiarnos aunque sea un poco, del optimismo que movía a los patriotas que hicieron la revolución. Hoy estamos viviendo las vísperas de los 208 años de Mayo, pero ni siquiera el aniversario del acontecimiento más trascendente de nuestra historia tiene la fuerza moral suficiente para convocar a los argentinos a salir de la grieta elaborando políticas de Estado y a largo plazo para terminar con la pobreza, la inflación, la timba financiera y el endeudamiento.
Los objetivos de los hombres de Mayo se hicieron realidad en buena medida en la historia argentina, pero muchas de esas conquistas se derrumbaron como un castillo de naipes en las últimas décadas.
No obstante, las aspiraciones de 1810, puestas de repente en el  calendario del 2018, resultan ideas de avanzada. 
¿Es posible recuperarlas?. Con un pueblo al que se apela mediante mensajes televisivos vacíos de contenidos, con graves deficiencias en su conciencia ciudadana, la encrucijada no admite respuestas sencillas. Hoy la clase política ensaya soluciones imprevistas desde la crisis. Y eso no asegura estabilidad en el largo plazo. Hace falta un baño de patriotismo, pero en las duchas de 1810. Debe ser antes de que sea demasiado tarde. Hay que acallar los ecos del "que se vayan todos" y desactivar de una vez por todas a los socios desaforados del "Club del Helicóptero".

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