viernes, 25 de abril de 2014

Los jueces garantistas que nos condenan a vivir con miedo





Por Jorge Joury

 En medio de esta suerte de pandemia de deseos desenfrenados por linchar delincuentes, la justicia en lugar de predicar con el mejor ejemplo y apagar el fuego, acaba de arrojar un balde de nafta sobre la opinión pública.  En menos de 12 horas, ese  fue el tiempo que estuvo detenido, dejó en libertad el delincuente que asaltó a una turista extrajera en Palermo . “Me angustia saber que lo largaron”, se lamentó  inmediatamente el actor Gerardo Romano, quien había colaborado para atrapar al ladrón y evitó que un grupo de vecinos hicieran justicia con mano propia, hasta con un machete. Encima se supo que el sujeto tenía antecedentes delictivos. ¿Y entonces? nos preguntamos los que estamos del otro lado del mostrador. Si los que tienen que darnos garantías con castigos ejemplares, premian a quienes nos avasallan y nos matan, cómo nos piden racionalidad. Es el mundo patas para arriba, donde los honestos estamos presos y los carceleros son los delincuentes. Estamos en el horno. A todos nos calienta este tipo de actitudes, que no hacen más que exacerbar el ánimo ciudadano, cuando lo que necesitamos es aflojar un poco con tanto sentimiento de venganza. Anoten el nombre del juez: se llama Facundo Cubas. Tal vez a algún legislador con un poco de sentido común se le ocurra pedir un jury de enjuiciamiento para él.
Hasta la propia Iglesia se involucró en el tema, a través del  presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social, monseñor Jorge Lozano, quien advirtió que “si es por mano propia, no es justicia”. El prelado señaló con buen criterio que los linchamientos no son “una reacción lógica sino emocional y con un serio componente de irracionalidad. Lo lógico o adecuado es acudir a las autoridades correspondientes. Son buenas para canalizar inquietudes las movilizaciones de vecinos, pero esto no”, dijo.
Tal vez cuando habló el moseñor Lozano no sabía del descenlace del caso de Palermo. Al juez que liberó al delincuente, lo que le faltó es darle por escrito la zona liberada para que no lo atrapen los vecinos. Es más que evidente la fatiga  o el hartazgo que muestra la gente  ante lo reiterado de los robos y asesinatos sin que se cuente con respuesta desde la justicia y las fuerzas de seguridad.Por más que la presidenta de la Nación siga llamando a la cordura, con estas acciones de una justicia que mira hacia otro lado, estamos cien metros bajo tierra. Y encima poco ayuda la dirigencia política, que en vez de trabajar en un proyecto a largo plazo y para todos los gobiernos que vengan de aquí en más, acerca más leña al fuego. Una prueba de ello la dio el propio jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, quien señaló que afortudamente su hija está hace un año fuera del país y no corre peligro. Se olvida el ex presidente de Boca que, no todos tenemos dinero para sacar a nuestros hijos del país. Y que es el garante de bregar por la seguridad de millones de habitantes de la capital federal, que depositaron su voto en él, no para que se lave las manos, sino para que se comprometa y acerque ideas.
Buenos Aires no es otro país, sino el espejo de la misma realidad que vivimos en el Conurbano. No es bueno “irse de boca” en estos momentos, cuando la gente reclama soluciones urgentes, que sinó llegan de la politica, no harán más que potenciar la sensación de furia que brota desde lo más profundo de la selva de cemento.
Los argentinos empezamos a conocer el significado de lo que ha dado en llamarse “garantismo” en muchas etapas de la historia reciente. Lo vimos en diciembre pasado cuando ordas de saqueadores ponían en juego la estabilidad institucional. Se repitió con la fiebre por la toma de tierras y hasta cuando un trabajador fue arrojado desde el Puente Avellaneda, por un grupo de obreros que realizaban un piquete. Todos signos de injusticia, donde los jueces tienen la costumbre de mirar hacia otro lado. Esto que nos perturba, no es ni más ni menos que el fruto de la injusticia, hoy evidenciados en una repentina y cruel ráfaga de episodios desenfrenados y cavernícolas.
Muchas voces se han alzado frente a los lamentables arrebatos de justicia vindicatoria que, aún cuando puedan explicarse, en modo alguno resultan justificables. Se ha señalado como causa, y no sin razón, la ausencia del Estado, pero sin profundizar quizá suficientemente los pormenores de tal ausencia. Sería posible efectuar una larga enunciación de las razones que nos colocan donde estamos. En tal sentido podríamos citar el rol policial caracterizado por el desborde material, las limitaciones legales, el maltrato judicial, todo ello sin dejar de lado la deficiente preparación, la escasa motivación resultante de remuneraciones insuficientes y, desde ya, y en escala significativa, la corrupción.
A ello hay que sumarle la manifiesta incompetencia de parte de la dirigencia  política que como oposición, que trata se sacar ventaja, aún cuando se muestra incapaz de diseñar y ejecutar acciones eficaces de seguridad ciudadana en lo inmediato, y de contención y socialización orientadas al mediano y largo plazo.
Esto es  el resumen de lo que hablé en las últimas horas en mi programa radial, “Te lo digo en serio”, que va de 8 a 10 por la Fm local 97.7, con la ex diputada quilmeña Mirtha Pérez. Una mujer que se involucró en la política para modificar leyes, después que tuviera que pagar con la vida de un hijo de 8 años durante una entradera. “Ha llegado la hora de que todos nos pongamos a trabajar en políticas de Estado, antes de que nos maten y terminen gobernando los delincuentes y los narcotraficantes. Las calles están plagadas de armas en poder de civiles y podemos terminar en una guerra entre hermanos. Cuidado, que vamos hacia todos contra todos”, advirtió.
Los representantes de la justicia que adhieren a la doctrina garanto abolicionista, tienen que convertirse en los responsables de velar por la correcta y oportuna imposición de límites para frenar la incotenible ola de impunidad. La falta de justicia es la que determina una mayor y creciente presencia de delincuentes reincidentes en las calles y al mismo tiempo constituye una irresistible invitación a la comisión de delitos por cuanto, al no ser castigado, el crimen “paga”.
En las últimas horas hablé con un hombre de experiencia en el derecho, quien subrayó de manera contundente que “es el garantismo, tan atento a resguardar los derechos del victimario, y tan indiferente a los de sus víctimas y a los de la sociedad, el que termina por morderse su propia cola al ser finalmente el delincuente –vía linchamiento- víctima de su sobreprotección”. Algunos  jueces tienen la responsabilidad de hacerse cargo que se está rompiendo el contrato social . Lo que se está reclamando es un derecho inalienable :que haya justicia, de una vez por todas, antes de que sea tarde y la gente también vaya por ellos.

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