jueves, 23 de julio de 2015

La desesperada guerra del voto frente al fantasma del balotaje


Por Jorge Joury

Daniel Scioli pisa los 40 puntos de intención de voto, con una distancia de casi 8 sobre Mauricio Macri, pero hay una preocupación que lo sobresalta : debería superar los 45 para evitar el balotaje. Las últimas encuestas encendieron las alarmas de la gobernación, ya que señalan que si el bonaerense no gana en primera vuelta, en el repechaje podría caer derrotado frente a Mauricio Macri, en el hipotético caso de que la oposición sume fuerzas para evitar la prolongación del kirchnerismo en el gobierno.
Aunque Scioli está encorcetado con el discurso K de la continuidad, en su album íntimo sabe que tiene que salir a captar el voto independiente. Para ello necesita trazar algunas coordenadas innovadoras, ya sea a través de lo que puedan decir sus economistas Miguel Bein o Mario Blejer para entusiasmar a futuro con un país más prospero. Además sacó de su última tanda de avisos publicitarios a Zannini. Y con desenfado disparó frases de agradecimiento a Menem en pleno acto kirchnerista. por haberlo convocado a participar en polìtica. A Scioli le viene bien su traje de moderado para tratar de cooptar a un sector de la población que está reclamando mayor diálogo, propuestas y consensos de parte de la dirigencia polìtica. También lo beneficia que Mauricio Macri, su principal rival, no se esfuerza demasiado en explicar lo que es “el cambio” y como lo hará.
Scioli necesita de todos para ganar. De los independientes, de sectores sindicales y de los gobernadores. Es el candidato que más ha recorrido el país. Pero tiene que abrevar en el territorio más rico, al que le dedicó dos gestiones, para buscar el voto de casi 12 millones de bonaerenses y hacer la diferencia, en una geografía politica que tiene sus particularidades. Aquí también se encuentra con la dificultad de que buena parte del electorado no se siente demasiado entusiasmado con las fórmulas en pugna en la interna provincial, ya sea de parte del oficialismo como de la oposición.
A un suspiro de las Paso, son 13 los candidatos que se encuentran en la grilla para dar la pelea por la gobernación de Buenos Aires. Representan a 10 frentes o partidos, donde sólo tres tienen internas y la pulseada es tan desigual, como el territorio por conquistar.
El escenario plantea algunos costados a tener en cuenta. Por ejemplo los analistas y los números coinciden en que los bonaerenses eligen en el cuarto oscuro mirando los extremos de la boleta: el candidato presidencial y el intendente. Y que es en el tramo municipal donde se produce el mayor corte de boleta. No así con el provincial, donde se registra uno de los cortes de boleta más bajos del país, es decir un 3%. Además, la suerte del candidato presidencial suele empujar al futuro gobernador bonaerense, ya que le tracciona muchos votos.
Este año se agrega otro factor que contribuirá a “invisibilizar” a los candidatos a gobernador: de los siete tramos que tendrá la boleta completa, que medirá 84 centímetros, recién el quinto corresponde al provincial. Antes vienen presidente, legisladores nacionales al Parlasur, diputados nacionales y el representante provincial para el Parlasur.
El combo tiene un extra: en la elección provincial no hay un ballottage que ponga la lupa sobre los competidores con chances. Para ganar alcanza con que ese candidato ubicado en el quinto tramo de la boleta supere a sus rivales por un voto.
Por esta razón se volvió tan picante la interna del Frente para la Victoria. No es para menos, con la candidatura presidencial de Daniel Scioli al frente de los sondeos, las duplas que conforman Aníbal Fernández y Martín Sabbatella, por un lado, y Julián Domínguez y Fernando Espinoza, por el otro, sienten que tienen todos los planetas alineados para llegar a La Plata y que sólo tienen que derrotar a su rival interno.
Por el lado de las encuestas, Aníbal Fernández se golpea el pecho asegurando que duplica a Domínguez, ya que su figura está más instalada. Desde el entorno del hombre de Chacabuco responden que la imágen negativa del jefe de Gabinete es altísima y que perjudica al propio Scioli. Por esta circunstacia y el rechazo que genera Martín Sabbatella en la mayoría de los intendentes, se sienten bendecidos por la escuadra naranja.
En la caliente interna hacia el sillón de Dardo Rocha, la única diferencia entre las dos boletas será su rostro y su nombre. No obstante, los candidatos adoptaron estrategias que ponen el acento fuera de la fórmula: lejos de discutir propuestas o ideas, se dedicaron a multiplicar las apariciones y carteles que los muestren junto a Scioli.
Domínguez-Espinoza llevan las de ganar en este rubro. No sólo por el respaldo que el intendente de La Matanza le dio a Scioli en tiempos peores, sino por el duro enfrentamiento que el titular de la Afsca planteó a Scioli durante casi una década, más visible que las críticas que también le dirigía el presidente de la Cámara de Diputados.
Fernández y Sabbatella buscaron en los últimos días dejar en claro que su fórmula refleja mejor la “genética” kirchnerista y, en particular, la de la fórmula presidencial: el peronista Fernández y el cristinista Sabbatella serían gemelos del peronista Scioli y su vice, el cristinista Carlos Zannini.
Por el lado de lo más fuerte de la oposición, pegarse al candidato presidencial es también la estrategia de los dos mejor posicionados: María Eugenia Vidal (Pro), que en este mes aumentará las presencias junto al jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri y Felipe Solá (UNA), que hará lo propio con Massa. Sus respectivas encuestas los ubican segundos, detrás de Aníbal Fernández, y ambos se ilusionan con ser el candidato individualmente más votado en las PASO.
La esperanza de Vidal es la polarización entre Scioli y Macri. Ha sumado un tiempo largo de campaña y una rutina de recorridas que la llevó a timbrear por cada pueblo de la provincia. Por el lado de Solá, busca hacer valer su gestión como gobernador (2002-2007) y compararla con la de Scioli, aunque no fue tan mediático ni constante como el ex motonauta, que resistió todo para coronar su sueño. Además a Solá le toco en su primera etapa, la más negra de las crisis en el 2002, las cuasimonedas, el trueque y la postal dramática de la pobreza con las ollas populares desparramadas por todo el conurbano. No obstante, también aprovechará el armado territorial de lo que le quedó a Massa y el de algunos peronistas dejados de lado por la Casa Rosada. Los cazadores ya están preparados y los tiempos urgen, mientras los votos deambulan por el bosque.

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