martes, 7 de julio de 2015

La polarización se hace más fuerte y Buenos Aires se golpea el pecho


Por Jorge Joury
A Daniel Scioli no le nubló la sonrisa la victoria del PRO en la capital federal. “Yo gobierno un distrito mil quinientas veces más grande”, disparó el candidato presidencial en las últimas horas, como desafiando a ver quien pone más  fichas en el distrito más grande del país. En ese lote de provincias vírgenes de preguntas electorales en 2015, sobresale la provincia de Buenos Aires, que concentra el 37% de los votantes y dónde se dará la madre de las batallas. Allí, las encuestas indican que el candidato mejor posicionado es Scioli, sobre todo en el conurbano, donde el kirchnerismo tiene raíces muy profundas que le permitieron ganar elecciones durante buena parte de los doce años que lleva en el poder.
En Buenos Aires, y en las provincias del norte que también mostraron simpatías con el kirchnerismo en reiteradas ocasiones, está la apuesta mayor del gobernador y el lugar donde deberán mejorar su desempeño Macri y Sergio Massa para culminar con un ciclo político que ellos mismos dieron –verbalmente, al menos– varias veces por terminado. De lo ocurrido hasta ahora, queda como conclusión que la elección de octubre sigue abierta y la moneda está en el aire. El escenario de balotaje aparece como una realidad insoslayable, a la luz de las últimas encuestas que muestran a un Scioli arañando casi el 35%, seguido por Macri con el 26% y Massa con apenas un 13%, cerrando el lote.
Para ganar en primera vuelta Scioli debería sacar más de 40 puntos y 10 de distancia con el segundo, o superar el 45% aunque sea por un voto. Hoy pareciera que el mazo del ex motonauta está completo, ya que en la fórmula con Zannini llegó a los 35 puntos. Ahora tiene que salir a sumar por afuera, tratando de captar el voto independiente. Debe recetear su discurso de manera cuidadosa y aunque no pueda decir que hará cambios en la política económica para no herir las susceptibilidades K, tendrá que buscar mayor resonancia, llevando un mensaje tranquilizador a la clase media y convencerla de que es capaz de mejorar lo que se hizo. El discurso lo favorece, pero los indecisos esperan de él, un poco más de arrojo.
Mientras tanto, Macri por el momento no aparece como el fantasma de fin de ciclo. Quedó muy golpeado por la derrota en Santa Fé. Allí se quemó parte de su relato y de que se venía la ola amarilla. Además,  aún está pagando fallas tácticas de armado, que no le permiten despegar del segundo puesto. La decisión de excluír a Massa y jugarse a los “puros”, dejando a los radicales casi ninguneados en la estructura, lo colocan en una situación de riesgo. Más aùn en el conurbano, donde su guardia imperial con María Eugenia Vidal a la cabeza no puede poner un pie en tierra firme. Los temores más grandes apuntan a lograr un ejército de fiscales para controlar el más grande de los territorios, La Matanza, que aparece como una provincia dentro de otra, donde la oferta del PRO, aparece como indigesta para tanto ADN peronista.
Además el líder del PRO tendrá que asumir la sangría de las primarias en inferioridad, frente al kirchnerismo que unificó fórmula presidencial y es probable que sobre la hora haga lo propio en la Provincia. Al no contar con el radical Sanz para que lo acompañe como vice, ahora Macri deberá enfrentar el impacto mediático que le saca Scioli y los puntos que se le escurrirán frente a las candidaturas del presidente de la UCR y la propia Carrió. Es un hecho de que por lo menos perdió el título de los diarios del lunes. Ya no será el candidato más votado, lugar que seguramente ocupará Scioli. Esto le puede trasladar más caudal al hombre de La Ñata para las generales de octubre, sobre todo de parte del electorado indeciso que suele terminar  por el voto a ganador.
Tampoco hay que olvidar, que de las once elecciones provinciales que se concretaron en lo que va del año, en nueve triunfaron los oficialismos. Todo un mensaje que lleva a reflexionar sobre cuánto cambio realmente está queriendo el electorado, si bien estos resultados previos no son automáticamente trasladables a la elección presidencial.
En  lo que tiene que ver con el oficialismo, quedó claro que su principal fortaleza no está en los cuatro grandes distritos donde ya se votó, los cuales se han manifestado reacios al kirchnerismo. No obstante, lo que sucedió aún no es parámetro de clima de cambio. El triunfo del PRO en territorio porteño era totalmente esperable, pero Santa Fe y Córdoba donde soñaba plantar bandera, las apiraciones quedaron para el manual de las frustraciones. El que logró salir momentáneamente de terapia intensiva, aunque los númeos no lo habilitan a tirar manteca al techo, fue Sergio Massa. El líder del FR arañó de costado votos en Córdoba con su socio Oscar Aguad, en La Rioja con el candidato a vicegobernador y en Corrientes con el cabeza de lista legislativa provincial, pero no le alcanza. Está tercero, lejos. La polarización entre Scioli y Macri, por estas horas parece la postal definitiva, aunque a ninguno de los dos candidatos les sobra nada. Por el momento, la única que se golpea el pecho para volver a sacar chapa de ganadora, es la provincia de Buenos Aires. De lo que pase bajo su techo, depende la gran chance para los candidatos de hacer realidad el sueño presidencial.

No hay comentarios: