jueves, 23 de julio de 2015

Por tres puntos no naufragó el proyecto presidencial de Macri


Por Jorge Joury
De pronto el amarillo se puso al rojo vivo y lo dulce en el paladar, dejó un sabor amargo. Los globos se pincharon y  encendieron todas las alarmas de lo que hasta el momento había sido triunfalismo puro en el  rutilante escenario del PRO en Costa Salguero. La victoria agónica de Horacio Rodríguez Larreta, con menos del tres puntos de diferencia frente a Martín Lousteau en la elecciòn porteña, le impone a Mauricio Macri de aquí en más, poner imaginación frente a un camino a todas luces lleno de espinas. Le baja el exitismo y lo obliga a colocar los pies sobre la tierra. Ahora no puede polarizar como soñaba un voto antikirchnerista. Los números marcan una disminución de aproximadamente 230 mil votos con respecto al apoyo que había obtenido Macri en la elección del 2011 y compromete su futuro polìtico de cara a las elecciones presidenciales.
Quedó claro que el  PRO no pudo eludir el balotaje en ninguna de las elecciones a jefe de Gobierno porteño en las que participó desde sus inicios. Sin embargo, los números comparativos muestran que esta vez no solo no pudo evitarlo, sino que la diferencia con la cual lograba imponerse en años anteriores ya no es tal. Dejó en claro un desgaste evidente en la gestión. En síntesis, fue un domingo negro para el PRO. Fue la peor elecciòn de su historia, la cual dejó mucha tela para cortar. Si  hubiera ganado Martín Lousteau, se habría convertido en el nuevo jefe de Gobierno de la Ciudad, con lo cual habría puesto fin a la carrera del ex presidente de Boca  y le hubiera permitido a Daniel Scili empezar a dar la vuelta olímpica. Solamente tres puntos y básicamente el voto de Recoleta salvaron del naufragio al aspirante presidencial. En el plano polìtico hay que reconocer que el radical Ernesto Sanz y Eisa Carrió de la Coalición Cívica salieron bien parados de la experiencia de ECO, pero fabricaron un dilema:  dejaron debilitado a Macri para jugar fuerte en las Paso.
Está claro que El PRO no existe sin Mauricio Macri y Macri no existe sin el PRO. Si esos tres puntos inclinaban la balanza para el otro lado, el espacio se derrumbaba y bajo sus ruinas hubiera sido aplastada la apuesta presidencial orquestada por el gurú ecuatoriano Durán Barba y salvada casi milagrosamente por los votos de Recoleta.
Esos tres puntos tendrán un precio demasiado alto para Rodríguez Larreta que ganó por un pelo y deberá crecer para no ser devorado por la gestión en la ciudad. No podrá depender para siempre de los votos de Recoleta. Tendrá que generar su propia presencia. Los tres puntos además le pusieron un cepo a Macri. Cada comicio desde que empezó la agenda electoral nacional significó cargar más lastre para su campaña.
Los números son crueles y desnudan las realidades. En el 2007, la fórmula Macri-Michetti, la misma que este año se presenta para pelear por la presidencia, había obtenido 45,75% sin poder ganar en primera vuelta, por lo cual debió enfrentarse a la fórmula Filmus-Heller del Frente para la Victoria en un balotaje. En aquel entonces, la segunda vuelta vio ganadores a los candidatos del PRO con un contundente 57,2% por sobre el 36,7% obtenido por el FpV.
Tras cuatro años de gestión, en 2011 Macri buscó repetir la elección anterior para obtener nuevamente la jefatura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, pero en este caso junto a María Eugenia Vidal. El porcentaje obtenido fue mayor para el macrismo en relación a 2007, logrando un 47,07% con respecto al 27,87% de la fórmula Filmus-Tomada, pero tampoco pudo evitar la segunda vuelta. Sin embargo, en el balotaje el PRO logró aumentar la preferencia de votantes con respecto al de cuatro años antes obteniendo el 60,87%, ampliamente superior al 33,83% del FpV.
El balotaje de este domingo demostró una caída sustancial con una disminución de casi 10 puntos porcentuales con respecto a la mejor elección del macrismo de 2011, habiendo perdido aproximadamente 230 mil votos. Si bien Horacio Rodríguez Larreta, la cara referencial del PRO, logró consagrarse como jefe de Gobierno porteño, lo hizo con un margen agónico ya que no supo sostener la diferencia lograda por Mauricio Macri tras ocho años de gobierno, concretando la peor elección del partido.
ECO ganó en nueve de las quince comunas de la ciudad de Buenos Aires, marcandole la cancha a la hegemonía del PRO,  que solo pudo conquistar seis. Macri  otra vez desnudó sus falencias, ya que su partido no supo hacer pie en Santa Fe, Córdoba y ahora en el balotaje porteño no supo mostrar la ventaja de otros tiempos. El ingeniero tenía pensado relanzar su campaña en el escenario de la mano de una victoria cotundente de Rodríguez Larreta, pero el agónico del triunfo  lo obligó a modificar el plan sobre la marcha. La noche de Costa Saguero tendrá que ser leída por Macri como un electrocardiograma. Obliga al lìder del PRO a relanzar su candidatura, afectada por la presunción de que el peronismo, con Daniel Scioli a la cabeza, tiene el trofeo casi asegurado. Tendrá que ajustar su relación con la UCR. El ballottage fue un episodio crucial en la historia de ese vínculo. Lousteau tuvo una performance sorprendente: superó por casi 13 puntos el 35,73% que obtuvo Daniel Filmus en 2011 y puso contra las cuerdas a un oficialismo poderoso y opulento como el de la ciudad de Buenos Aires. La UCR ahora saca pecho y buscará capitalizar ese resultado en su sociedad con el PRO. Seguramente Ernesto Sanz, endurecerá sus planteos. Si Macri aspira a contener detrás de sí a una mayoría no peronista, deberá dar una respuesta a la expectativa que los cómputos porteños crearon entre sus aliados radicales. Ellos aspiran  a que les reconozca mayor peso dentro del frente. El juego está abierto, pero cada vez queda menos tiempo frente a las PASO. Macri llega debilitado por haber alentado con su soberbia, “un purísmo” de dirigentes que el PRO no puede garantizarle como carta de victoria.

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