jueves, 6 de agosto de 2015

En medio de la”Operación Aníbal”, Scioli se corre del tenso escenario


Por Jorge Joury

Hasta el atardecer del domingo Aníbal Fernández estaba en el mejor de los mundos. Le llegaban nuevos datos que lo colocaban primero en intención de voto en la Provincia, cifras que hasta eran reconocidas por sectores de la oposiciòn. Pero de pronto un avance del programa Periodismo Para Todos que conduce Jorge Lanata, paralizó el pulso del jefe de Gabinete. A partir de allí quedó en medio de un escándalo de proporciones, de consecuencias imprevisibles, coincidentemente en el peor momento: a las puertas de las PASO.
Desde el oficialismo inmediatamente se denunció una “operacion mediática del Grupo Clarín”, la que luego encontró sostén informativo al conocerse que una de las entrevistas fue realizada en el departamento de la dirigente de la Coalicion Civica, Elisa Carrió, eterna denunciante del Jefe de Gabinete, que ahora pidió además el juicio polìtico.
El propio Scioli, que se habia mantenido al margen de la polèmica para lograr sortear la crisis, tuvo que salir a decir en las últimas horas que “se trata de una movida polìtica y mediática para perjudicar a Aníbal”. Es que el gobernador todavía no sabe hasta que punto el efecto boomerang puede tocar las bases de los cimientos que tanto le costó construír. Aunque a esta altura de las circunstancias la mayoría tiene decidido el voto, uno de los enigmas es cuánto daño puede provocar la denuncia en el corazón bonaerense del FPV, principalmente en los sectores de clase media, público que seguramente le ayudó a Lanata a lograr poco más de 22 puntos de rating.
La preocupación, es pareja.Tanto en la Casa Rosada, como en el comando de campaña naranja, donde se lamentaban del alto voltaje en el que había derivado la interna para la gobernación a partir de la acusación del jefe de Gabinete de que detrás de la denuncia en su contra en el caso del triple crimen de General Rodríguez y el tráfico de efedrina, estaban sus contrincantes directos en las elecciones. Encima la campaña había arrancado ensañada con Fernández, a quienes los opositores se obstinaban en ligar con el narcotráfico para hacer naufragar su caudal de votos.
Hay quienes sostienen que la Presidenta teme distintos escenarios preocupantes: un triunfo de Aníbal Fernández dejaría en el FPV un candidato a gobernador vulnerable a denuncias de la oposición y a lo que ella considera “operaciones de prensa orquestadas por el Grupo Clarín”. Para el caso de una victoria de Domínguez , se abriría una disputa peor dentro del peronismo porque Fernández denunciaría que fue víctima de un fraude y de operaciones de difamación de sus competidores.
Para evitar suspicacias y efectos colaterales, las primeras espadas le aconsejaron a Scioli correrse del escenario de la polèmica y no asistir a los actos de cierre de campaña, tanto de Domínguez, como de Fernandez. “Hay que apagar el fuego para que no se contamine el ambiente electoral. Justo ahora que estamos primeros en las encuestas, no sea cosa que nos estén instalando un aura de rechazo en la gente”, reveló una fuente confiable del entorno del gobernador.
En medio del clima enrarecido, desde el sciolismo descartaron que la discusión entre los candidatos a ocupar el sillón de Dardo Rocha impacte en los números del mandatario bonaerense. “El 95 por ciento de la gente ya se definió. Y tampoco creemos que modifique nada en el 5% que resta”, explicaron, con una alta dosis de optimismo.
Para colmo de males, la visita de Domínguez y Espinoza al programa de Marcelo Tinelli, donde el principal candidato bailó una chacarera, le agregò a la pelea interna la sensación de una “mojada de oreja”, aunque desde el entorno del intendente de La Matanza se encargaron de aclarar que estaba todo acordado desde hace 15 días. No obstante, para Aníbal se trató de “mala leche de los candidatos” a quienes ya había acusado de “poner una millonada en publicidad en el grupo Clarín” para sacarlo de carrera.
Desde la otra orilla, tomaron como exagerada esa postura. El propio Domínguez se encargo de dinamitar esa presunción durante su acto en La Plata, al aclarar en un gesto solidario y de espíritu de cuerpo, que “cuando le pegan a un compañero, nos están pegando a todos los peronistas “.
El duelo entre Domínguez y Fernández, que ya venía extremadamente picante, adquirió con este impensado aditamento, visos de incendio y las llamas llegaron hasta la Casa Rosada. La presidenta Cristina Kirchner se puso al frente de la estrategia para moderar el daño y ordenó a su gabinete, incluida la fórmula de Domínguez y Fernando Espinoza, que condenaran la denuncia, aunque ello no logró despejar aún la dura interna desatada en el Frente para la Victoria .
La orden que salió de Olivos fue bajar los decibeles de la pulseada y alinearse detrás de Aníbal, al que entronaron como víctima de una operación. Ya para cuando la Presidenta intervino, el jefe de Gabinete había disparado munición gruesa contra sus rivales internos, que con el correr de las horas Cristina intentó frenar. La jefa de Estado, se reunió en su despacho con Aníbal Fernández y ordenó que todo el bloque oficialista en la Cámara de Diputados emitiera una declaración de respaldo, en contra del Grupo Clarín.
Furioso, Aníbal se había quejado de la falta de solidaridad de sus colegas. Durante la conferencia de prensa de todas las mañanas, contó que había recibido “muy poquitito” apoyo de los ministros, aunque destacó que había contado con el “más importante, el de la presidenta de la Nación”. Pero Cristina nada dijo en público del tema.
El primero en salir a respaldarlo fue el titular de Economía, Axel Kicillof, que sostuvo que la denuncia “ofende la inteligencia” por tratarse de un hecho antiguo. Le siguió su par de Planificación, Julio De Vido, que estrenó su cuenta de Twitter, que ya había creado, pero nunca había usado. “Expresamos nuestra solidaridad ante esta burda operación para perjudicar la campaña de @FernandezAnibal y a todo nuestro espacio. En cada elección hubo operaciones de este tipo, el más emblemático fue el llamado «Caso Skanska», que arrancó como una burda y malintencionada operación mediática, donde la justicia finalmente no halló culpable a ninguno de los funcionarios nacionales «acusados»”, se quejó.
El titular de Justicia, Julio Alak, también se puso en la cola. “No es casual que a una semana de las PASO se construya una campaña basada en agravios absurdos y disparatados contra uno de los dirigentes más prominentes de la fuerza política que ha dado muestras concretas de su lucha contra el narcotráfico”, apuntó en un comunicado. Por el lado del sciolismo, quien habló fue Karina Rabolini, que disparó que confiaba en el jefe de Gabinete y reclamó “no prejuzgar”. En los umbrales del PJ bonaerense también medían la temperatura partidaria y sacaban cuentas de hasta dónde el escándalo podría inclinar la balanza de los intendentes a favor del hemisferio de Julián Domínguez. Encima que no lo quieren a Sabbatella, les apareció esta andanada contra Anibal. En el medio de ambas trincheras, se ubicó la oposición, dispuesta a capitalizar la partida dinamitando como sea la fortificación pejotista. Cerca de Scioli no ven la hora en que entre la veda electoral. A esta altura de las circunstancias, si hay algo que no se puede negar, es que el diablo metió la cola en la interna partidaria, la más feroz de las últimas décadas. Habrá que estirar el suspenso hasta el domingo a la medianoche para saber sus efectos.

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