jueves, 20 de agosto de 2015

Si algo faltaba para ensuciar más la campaña, aparecieron los trolls


Por Jorge Joury

La campaña sucia instalada para sacar tajada polìtica y rascar un voto más en octubre, no tiene freno. Ahora, las supuestas prácticas proselitistas difamatorias se expanden por las redes sociales. La nueva cabecera de playa son los trolls, un ejercito devastador de difamadores en la web, manipulados desde los lugares más oscuros.
Se trata de miles de usuarios de Twitter truchos que suben imágenes armadas donde se busca engañar a los votantes, algo prohibido por la ley.
El término describe a quienes mandan mensajes provocativos o fuera de contexto con la intención de molestar o generar respuestas que cambien el eje del tema central.
Los mensajes de los trolls pueden tener diversos fines, como molestar, provocar, alterar el eje de debate y ahora, con el auge de las redes sociales, publicar información falsa o bien encarar campañas difamatorias.
Por estas horas, Daniel Scioli es el blanco predilecto de esta modalidad y culpa  al macrismo por el cañoneo que sufre a propósito de su fugaz viaje a Italia. El jefe de Gabinete, Aníbal Fernández  fue el que descubrió a estos fantasmas y disparó que se trata de “las habituales porquerias que acostumbra hacer el jefe de Gobierno porteño”. Otros ven detrás la mano negra de Jaime Durán Barba, el asesor ecuatoriano del PRO que ya tiene antecedentes cuando en la elección porteña del 2011 puso en marcha un plan para dañar la imágen del candidato oficialista Daniel Filmus.
Macri se saca responsabilidades y responde que “no da para que Scioli se victimice” y lo culpa de abandonar el barco en medio del desastre. Lo que está claro, es que ambos rivales han roto el pacto de no agresión que mantuvieron implìcito durante mucho tiempo y hoy se tiran con lo que tienen a mano. Si esto es así, cuando restan poco màs de dos meses para las elecciones, el camino se presenta contaminado por las denuncias. Empobrece el escenario polìtico, que hoy necesitaría de mayores propuestas para robustecerse ante el advenimiento de los 32 años de democracia que se celebrarán en diciembre.
Felipe Solá,  es otro de los que encendió la mecha, apuntando al robo de casi 200 mil votos en la Provincia, algo casi  difícil de concebir en términos numéricos. Pero habrá que prestarle atención y si es neceario abrir las urnas para disipar las dudas. El  dato no es menor y exaspera los ánimos en vísperas del comicio el pròximo domingo en Tucumán, donde se elige gobernador. En ese territorio Macri ya agitó el fantasma del fraude. Allí los candidatos van a la caza de más de un millón de votos. Scioli apoya al médico Juan Manzur, ex ministro de Salud de Cristina, favorito en las encuestas y el tándem Massa y Macri, al radical José Cano. Un triunfo cómodo en esa provincia, sería una ficha clave para pintar de naranja el octubre de Scioli.
Pero entrando en el corredor de las calumnias que han manchado la campaña, no es una novedad que las redes sociales cuando son utilizadas para difamar, se convierten en verdaderas cloacas de quienes se esconden detrás del anonimato para causar un daño que nunca se repara.
En ese camino están los trolls. Se trata de  perfiles falsos o que permanecían inactivos, es decir, que no pertenecen a personas “reales” y son empleados por los partidos para emitir mensajes proselitistas. Sin embargo, según los especialistas, su creación no es una práctica exclusiva del oficialismo o de la oposición. Todas las fuerzas con cierta capacidad económica o la suficiente cantidad de militantes,  tienen un equipo de mayor o menor magnitud, dedicado a difundir y/o difamar en redes sociales a través de la creación de perfiles falsos.
En tren de comentarios se sabe que los candidatos más poderosos económicamente contratan a consultoras especializadas en la difusión de contenidos a través de Internet que se dedican a la creación de usuarios “truchos”, especialmente en Twitter, pero también en Facebook.
“La campaña sucia tiene por objeto atacar la imagen o reputación de un funcionario para quitarle votos o generar confusión en el mensaje del candidato. Siempre se hizo pero ahora se materializa a través de las redes”, manifestó un abogado experto en tecnologías.
“Las fuerzas políticas tienen siempre sus grupos de militantes que usan las redes sociales para difundir alguna noticia o posicionar temas. Muchas veces son personas que realmente existen y otras son usuarios que en realidad son perfiles truchos. Se los crea para generar volumen o para transformar en Trending Topic (tendencia) un tema particular”, sintetizó el vocero.
Generalmente para poner en marcha las campañas sucias, hay consultoras que se dedican a estos servicios creando distintos usuarios y las dan una suerte de vida paralela. En esa dirección pueden crear miles de cuentas y manejarlas con herramientas de conexión masiva como TweetDeck, Hoootsuit, o TweeterFeed. Con este procedimiento, se pueden programar “posteos” por día, por semana, por mes o cada determinada cantidad de horas.
Los costos de este tipo de servicio varían. Las consultoras cobran aproximadamente 50 mil pesos mensuales por manejar entre 15 y 20 cuentas y de allí en más los precios son más salados. El servicio es oneroso, por lo que los partidos con menor capacidad financiera quedan excluidos de este tipo de práctica.
Los expertos sostienen que existe una distinción clave entre la denominada “campaña sucia” y la “negativa”, que radica en la veracidad del mensaje con el que se ataca al adversario. Cuando entran en juego elementos de ficción para difamar al rival, bajo formas de anonimato (no en todos los casos), se está en presencia de una campaña sucia. Para estos casos, la  Justicia Electoral prevé lo que llama, en el artículo 140° de la ley 19.945 del Código Nacional Electoral “Inducción con engaños”. La ley establece que “se impondrá prisión de dos meses a dos años al que con engaños indujere a otro a sufragar en determinada forma o a abstenerse de hacerlo”.
Medir la influencia de estos mensajes en las redes es difícil porque depende de ver qué tanto permea en la posición política de los usuarios. En caso de comprobarse la supuesta campaña sucia en las redes sociales- “no sería más que intentar tapar el sol con las manos”, sostienen los expertos. Lo explican técnicamente: “Twitter y Facebook tienen reglas muy  claras. Para cerrar cuentas, tiene que haber un insulto, prejuicio o agravio. En el caso que involucra a Scioli, no hubo nada de eso. Y en todo caso, este tipo de cuentas son descartables. Si a los trolls les cierran una cuenta, inmediatamente abren otra”.
Ubicar al “troll” no es sencillo. Requiere de una investigación penal y determinar la dirección de IP que generó el perfil falso en Facebook o Twitter.También hay agencias de comunicación especializadas en “comunicación política social media” que se dedican a identificarlos, a través de mediciones realizadas por expertos que relevan contenidos permanentemente y hacen muestras de casos.
Cuando faltan poco menos de diez semanas para la elección presidencial. Scioli deberá estar siempre con la guardia en alto en el centro del ring, ya que ahora como candidato con chapa de acceder al sillón de Rivadavia, se encuentra  más expuesto que nunca.
Jamás había afrontado un desafío igual en su carrera. En 2003 fue detrás de Néstor Kirchner como vice. En 2007 y 2011 ganó la gobernación bonaerense, pero la locomotora de aquellas elecciones fue Cristina. Ahora es él y está solo. Sus primeras espadas mantienen la idea de redondear en las próximas semanas un eventual plan de gobierno naranja para marcar la diferencia con el resto de sus rivales. El candidato diría que, en caso de ganar, manejaría personalmente las áreas más sensibles de gestión, en particular Economía y Relaciones Exteriores. Es decir, impondría criterios personales sobre la marcha de la economía, la negociación con los holdouts y la búsqueda de financiamiento e inversiones externas, entre otros rubros vitales. Para octubre, la foto del mal paso italiano y la inundación, probablemente se esfume en la memoria del electorado y pueda acrecentar sus votos. Tiene tiempo para mejorar, aunque debe cuidarse de no empeorar y por sobre todas las cosas, ser paciente. Depende de él.

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