viernes, 5 de abril de 2013

La Plata se asemeja a una ciudad bombardeada, donde los muertos se lloran en todos los rincones




Por Jorge Joury


El lodo negro y aceitoso pegado en las paredes, es el mudo testimonio de la tragedia. Allí es donde el agua dijo, de manera arrogante y sin perdonar nada a su paso: hasta aquí llegué. En algunos lugares es un metro y medio de altura y en otros los supera. Es como un latigazo en los frentes de las casas. A todo esto, hoy muchos se preguntan cuántos son los muertos que llora la ciudad de La Plata. Poco importa si son los 51 que hasta ahora contabilizó el gobierno provincial, más los 20 desaparecidos que se buscan por los arroyos y zanjas. O las decenas de niños que el imaginario popular comenta que aún están en los lechos de ríos y arroyos.

Lo cierto es que la naturaleza se ensañó como si fuera una maldición bíblica con la coqueta y mejor trazada ciudad del país y le abrió las puertas del cielo descargando 340 milímetros de agua. Algo así como lo que llueve durante un otoño entero, solo que esta vez fue en poco más de dos horas.

Algunos comparaban al fenómeno, como abrir las compuertas de un dique.Y el agua salió como podía. Explotando con toda su furia y arrollando con todo a su paso. Tal vez porque ya ni quedan jardines para escurrir y las moles de cemento han modificado substancialmente la geografía urbana. Tampoco se han ampliado los desagües y entubado de manera correcta los arroyos. Claro, desde su fundación La Plata creció cien veces demográficamente y donde ayer había 200 casas por manzana, hoy se les suman 10 edificios en cada sector, debido al Proyecto de Planificación Urbana que hizo aprobar el intendente Pablo Bruera. Uno de los más fenomenales negociados, con poderosas empresas que se adueñaron y devastaron cuanto espacio verde o pulmón de manzana quedaba en la bonita ciudad que concibió el arquitecto Pedro Benoit. Ya la autopista Buenos Aires- La Plata, había sido en su momento con ua inundación del 2008, un motivo de advertencia de los ecologistas, ya que era como construirle un muro con semejante terraplen y detener el drenaje de las aguas del casco urbano.

Pero Bruera habrá pensado que si el arquitecto había diseñado una urbe con tantas plazas y diagonales, con eso sobraba y se le podía meter para adelante con la revolución del ladrillo.Y así fue como La Plata un día colapsó y la naturaleza se ensañó de la manera más furibunda y trágica que se recuerde, destruyendo todo a su paso.

El agua buscó por donde salir y lo hizo hasta por los inodoros, rejillas, levantó veredas, pisos de viviendas, cámaras eléctricas y no aguantaron ni sumideros, ni desagües para semejante explosión. Lastimosamente pagó la gente, pero la naturaleza no hizo distingo. Ricos y pobres fueron golpeados por la misma vara. Y aunque algunos puedan levantarse antes, los otros estarán condenados a sufrir de por vida la peor de las pesadillas, porque de la pobreza que aniquila de esta manera, no se vuelve.

Algunos hablan de más de 100 muertos.Los más afectados fueron los mayores. Los que no podían desplazarse por enfermedades y el agua los sorprendió en el descanso.Otros fallecieron por infartos, viendo como se avecinaba el final de una película de terror. Como si fuera poco, comenta el imaginario popular que se busca a decenas de niños que no aparecen.

Pero las historias siguen. Conmueve el caso de una mujer embarazada que camino 15 cuadras con el agua hasta el pecho y cuando fue asistida por los médicos, perdió a su bebé. El fallecimiento de Lucila Ahumada de Inama, la abuela de Plaza de Mayo que falleció ahogada en el interior de su viviendas de la calle 29 entre 36 y 37. El hombre que murió ahogado en su propio auto porque se trabaron los seguros de las puertas.

Impresiona además el testimonio que recogí en la radio de Marcelo Tucci, jefe del cuerpo de Bomberos de Florencio Varela, que con sus hombres fueron a socorrer el barrio de Los Hornos y se encontraron con el dramático cuadro de tres cadáveres de personas mayores arrastrados por la correntada, mientras los chicos lloraban sobre los techos de las humildes casas clamando socorro, como preguntándose por qué tanto horror.

Y en medio de este cuadro desolador, donde los camiones del Ejército aún recorren los barrios llevando un plato de comida caliente a los damnificados, sobre las veredas aparecen como mudo testimonio del drama, colchones, muebles, sillas y electrodométicos convertidos en hilachas. Es la postal de una ciudad bombardeada, donde los cartoneros se hacen la diaria con sus carros atestados de trastos, yendo y viniendo por más.

Los comerciantes también han sacado a la vereda las bolsas de todos los artículos inutilizados. Las pérdidas que acusó la Sociedad de Comercio, superan los 531 millones de pesos. Scioli les ha prometido excenciones impositivas y créditos blandos. Pero no hay plata para compensar el drama y la tristeza que se vive en cada hogar, donde el brazo solidario de los vecinos, hoy es el único motor que puede hacer posible la reconstrucción.

Y en el mientras tanto, aparecen los saqueadores, que al caer la noche convierten a la ciudad de una boca de lobos. Son las peores lacras de la delincuencia que no se apiadan de nada y brotan como chacales hambrientos de los rincones, viendo que rapìñar. Son los mismos que durante el día arrasaron con cuanto producto encontraron en los supermercados Carrefour, Vea y los mayoristas Nini y Vital. Aquellos que obligan a los pocos damnificados que aún permanecen en sus casas a no abandonarlas y los condenan a dormir en medio del agua, sobre las superficies altas de los muebles para que no les arrebaten lo último que les queda. Son de la misma raza vandálica de los que depredaron la Escuela número 25 de la localidad de Berisso.

Hasta aquí, el cuadro de situación en una ciudad a la que podríamos denominar de entristecida por el drama. Pero solidaria como pocas, porque la cadena de voluntades es inmensa para socorrer al prójimo. Se ve en los clubes, en las iglesias, en las sociedades de fomento, en las ONG y en la Cruz Roja.

Pero en las últimas horas, ha crecido un foco de preocupación. Se habla de la posibilidad de epidemias, por eso se pusieron en marcha campañas rápidas y se alistaron a diez hospitales para vacunar de hepatitis y gripe a la población.También existe temor por la leptopirósis, la terrible enfermedad que genera la orina de las ratas. No olvidemos que fueron miles de roedores los que debieron salir despavoridos de sus madrigueras. Y además el dengue, la amenaza más latente.

Pero también hay que decir que La Plata, hoy tiene la fisonomía de una ciudad militarizada, tanto por la presencia de fuerzas federales y como de la propia policía bonaerense. Las almas de sus habitantes están electrizadas aún por el ulular de las ambulancias y los motores de los helicópteros sobrevolando el cielo de las barriadas más golpeadas. Atemorizada cuando llega la noche, porque aún hay muchas zonas sin luz. Con una morgue atestada de gente desencajada buscando los cuerpos de sus familiares, que aún a 48 horas del drama, no aparecen.

No obstante hay que señalar que la mayoría de la población, que casi llega al millón de habitantes, por estas horas está muy enojada y decepcionada con sus gobernantes. O porque "llegaron tarde" o " no concretan obras con los altos impuestos que pagamos", como dijo el ex futbolista de Estudiantes, Juan Sebastián Verón, que aportó su sentido crítico y tuvo que salir con un bote a socorrer a familiares de su esposa. O porque el intendente Pablo Bruera estaba en Brasil de vacaciones, cuando se desató el drama y ordenó según dicen a uno de sus subalternos a twitear que estaba socorriendo a los inundados.

Cuánto tiempo pasará para que las heridas cicatricen, es improbable de predecir. En el 2008, aunque no de esta magnititud, otra lluvia había avisado, que lo peor estaba por venir. Pero nadie leyó ese telegrama que venía desde el cielo. Lo cierto es que si de una vez por todas no se ponen en marcha las obras de infraestructura que se requieren, la catásfrofe se puede reeditar. Juan José Castelli alguna vez escribió lo siguiente: si puedes ver el futuro, mejor no me lo cuentes...

No hay comentarios: