lunes, 18 de mayo de 2015

La historia de un divorcio que deja al massismo con las manos vacìas


Por Jorge Joury
El gran escape de Darío Giustozzi ha provocado una enorme grieta en el Frente Renovador. Es el terremoto más grave que ha sufrido la corteza terrestre de ese espacio desde que empezó la era de la garrocha. Lo que ha hecho, es poner con los pelos de punta al resto de los referentes de peso, que temen que el efecto cascada genere una estampida masiva, como vaticinara el jefe de Gabinete,  el siempre irónico Aníbal Fernández.
El portazo de Giustozzi se suma al de otros dirigentes de la provincia de Buenos Aires que dejaron el massismo desencantados, como el jefe comunal de Escobar, Sandro Guzmán, el de Malvinas Argentinas, Jesús Cariglino y de San Isidro, Gustavo Posse. Y ahora hay que incluir también al chubutense Marío Das Neves en la lista de precavidos, aunque con una variante: el precandidato a gobernador aclaró que su intención es presentarse tanto con la boleta presidencial  de Daniel Scioli, como con la de Sergio Massa.
Lo de Giustozzi no fue gratis. Primero hay que reconocer que fue uno de los grandes armadores del espacio y como despedida, le asestó a Massa la puñalada más profunda, al señalar que “el Frente Renovador no está en condiciones de gobernar un país”.
El divorcio de Giustozzi es el corolario de una relaciòn conflictiva, que terminó en el desencanto, desde el momento en que se produjo la llegada de Francisco De Narváez. El ex alcalde de Almirante Brown tomó ese gesto coma una traiciòn de su jefe, a quien le reprochaba no haberle reconocido la fractura que le provocó en su momento al kirchnerísmo en la poderosa Tercera Secciòn Electoral.
En la radiografía  de Giustozzi sobre el FR quedó al descubierto un “clima de maltrato” en su contra y el crecimiento de “personajes nocivos” dentro de la fuerza, lo que fue interpretado como un tiro por elevaciòn a De Narváez. Además cargó contra la “inexperiencia” del tigrense como conductor, algo que lo devalùa para aspirar al sillòn de Rivadavia. Con ello Giustozzi quiso decir que a Massa aún le falta una horneada, lo cual es más hiriente para un polìtico que el peor de los insultos.
“No podemos gobernar un país en estas condiciones”, fue la frase que paralizó las pulsaciones en el FR  y que generó de inmediato una ola de repudios que no pudieron tapar el sol con las manos. Massa no habló, pero sus aliados lo trataron de “tibio”, “extorsionador” y “un chico con complejo de inferioridad”, entre otros misiles.
Luego de advertir que el FR tiene hoy más candidatos del “pasado” que del “futuro”, también haciendo referencia al dirigente gremial, el gastronómico Luis Barrionuevo, Giustozzi abrió otras ventanas con la intención de resguardar su futuro. Remarcó que “hay cosas que se pueden reconocer” del kirchnerismo y el macrismo, a los que fustigó duramente en los últimos meses, pero donde dijo tener amigos. De hecho, envidió la protección que Mauricio Macri le dio a María Eugenia Vidal cuando otros candidatos a gobernador se sumaron a Pro, como el ex massista Gustavo Posse, el jefe comunal de San Isidro.
En el kirchnerismo ya le prepararon la recepción. Tal vez no sea con la alfombra roja, para no alimentar ese tipo de conductas partidarias, pero dan por hecho su regreso, precedido por otros que ya se fotografiaron con Scioli, como el intendente de Escobar, Sandro Guzmán, o el senador Baldomero “Cacho” Álvarez, que habló con Giustozzi durante la semana. Algunos proyectaron que esa foto podría llegar durante la Semana de Mayo. Resta saber si Scioli mantendrá a su candidato en Almirante Brown, Mariano Cascallares que viene subiendo en las encuestas o si Giustozzi aceptará competir con él en internas.
Uno de los funcionarios de Scioli que más trabajó para que Giustozzi  se congraciara con el FPV, fue el ministro de Seguidad Alejandro Granados, algo que señalamos desde esta columna. Con la excusa de llevar la policía local a Almirante Brown y dueño de un gran olfato para construir acuerdos, Granados fue tejiendo de a poco un acercamiento con el legislador nacional y le dejó la puerta abierta. Fue por esa razón de que el ex intendente de Ezeiza montó en ira cuando la semana pasada el vicegobernador Gabriel Mariotto fue a Brown a copar la parada y desparramo su diátriba “sobre los traidores que se fueron de nuestro espacio”.
El comportamiento de Giustozzi siempre ha sido pendular. Abandonó el kirchnerismo por el massismo en 2013, tras negarse a aceptar que la Casa Rosada eligiera a otro intendente, Martín Insaurralde, y no a él como primer candidato a diputado para enfrentar a Massa. Su incorporación le permitió al FR tener un pie en el sur del conurbano y, tras vencer al kirchnerismo, Massa le dio a Giustozzi la jefatura del bloque en la Cámara de Diputados. Pero la relación se empezó a agrietar rápidamente, cuando desde el FR intentaron traer a Insaurralde .Luego, cuando desembarcó De Narváez con su voluminosa billetera, iniciando un avance territorial demoledor, Giustozzi observó que su tiempo de candidato a gobernador se agotaba. Tal es así, que  el último mes, Massa y su mujer, Malena Galmarini, se pusieron al hombro la campaña de Giustozzi, para contenerlo. No alcanzó. El diputado siempre sostuvo que Massa, en 2013, le había prometido que iba ser su candidato único a la gobernación. Su última carta fue un imposible. Hace un par de semanas fue a pedirle a su jefe polìtico que lo bajara a De Narváez de la carrera por la gobernación,  y que lo promocionara como parlamentario al Mercosur, para  él quedar como el candidato único. Alli Giustozzi entendió que había llegado la hora de hacer las valijas, ya que Massa tenía otros planes, como generar competencia en territorio bonaerense para potenciar su proyecto presidencial.
El líder del FR, aunque presentía el final de la relación, nunca imaginó que podría tener las características de un divorcio contradictorio. No obstante, se llamó a silencio y dejó que su núcleo más cercano le disparara al corazón . “Giustozzi es un chico con complejo de inferioridad, sin apoyos políticos más que el de diez asesores de vestuario y un cuerpo de maquillaje. Al ver que los intendentes decidimos rechazar su extorsión de ser único candidato por dedazo, Giustozzi se corrió”, sostuvo José Eseverri, intendente de Olavarría, uno de los alfiles más filosos del tigrense.
Por estas horas, el Frente Renovador que se reivindica como una estructura sostenida por los intendentes, con la ida de Giustozzi ha entrado en cesasión de pagos y se ha quedado con las manos vacías. Tan fuerte ha sido el golpe, que supera el impacto favorable que le provocó a Massa el acto masivo en Vélez. Ahora habrá que esperár qué hablen las encuestas, que ya muestran a un Massa que se va quedando sin nafta para la gran carrera.

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