domingo, 11 de mayo de 2014

En Quilmes funciona el gran shopping de la delincuencia






Por Jorge Joury

En Quilmes la inseguridad brota desde la raíz más fina de la corteza social. Convengamos que este flagelo fue marcado por la propia Iglesia en las últimas con un duro documento. La Conferencia Episcopal Argentina advirtió  que la Argentina está “enferma de violencia” y aseguró que “los hechos delictivos no solamente han aumentado en cantidad sino también en agresividad”.
“Una violencia cada vez más feroz y despiadada provoca lesiones graves y llega en muchos casos al homicidio. Es evidente la incidencia de la droga en algunas conductas  y en el descontrol de los que delinquen, en quienes se percibe escasa y casi nula valoración de la vida propia y ajena”, plantearon los obispos argentinos.
Las reflexiones resúmen lo que en mayor o menor medida ocurre en todo el territorio. Pero en Quilmes hay que reconocer que  la delincuencia se ha ensañado ya de larga data con sus pobladores, convirtiendo a lo que ayer era una coqueta y tranquila ciudad, en la tierra del miedo. Los ejemplos sobran. Hay quienes duermen con una escopeta al lado de la cama, como el vecino Hugo Salinas, ex miembro de la organización “Provincia Insegura”. La droga se vende como caramelos en los kioscos. Las armas se alquilan en cuevas próximas a las villas de la periferia. Los arrebatos de los motochorros se dan a cada minuto y las entraderas sangrientas se reproducen como una maldición bíblica.
Y como si esto no bastara, ni las iglesias se salvan, ya que semanalmente por lo menos se produce un robo en alguno de los templos del distrito. Enrejados, con los más sofisticados sistemas de alarmas comunitarias y a control remoto para alertar al vecindario, con alambres electrificados y  vigilancia privada, los pobladores tratan de blindarse frente a lo que califican como “una epidemia incontenible”. Atribuyen la situación a “malas políticas de los últimos gobiernos municipales, que aún hoy no están preparados para esta guerra”. Y le apuntan también a lo que podríamos denominar como el “shopping de la marginalidad”, la feria de Solano, donde van a parar gran parte de los objetos robados.
CUANDO LA INSEGURIDAD PONE EL GRITO EN EL CIELO
Pero lo más grave es que “”la inseguridad nos está matando.” Con esta frase, en las últimas horas un altavoz llamó a los vecinos  a participar de una manifestación, una más de las cientos que se contabilizan y a las que desde la intendencia se las ignora, como si gestionar fuera meterese en una burbuja de cristal para no ver lo que ocurre afuera. Convengamos que desde el municipio no se ignora la situación, ya que se les dice a los visitantes que vienen de otras ciudades, que antes de subir a la autopista , coloquen los seguros de las puertas de sus autos, ya que la cercanía de las villas marca un territorio caliente y fértil para los saqueos.
Lo cierto es que más de  500 personas, muchas de ellas jóvenes y niños, se acercaron  el jueves por la noche hasta la plaza San Martín, frente a la Catedral de la Inmaculada Concepción. Con las gargantas enrojecidas por la bronca fueron a exigirles a las autoridades que hagan valer la vida de los ciudadanos y al grito de “¡seguridad!”, reclamaron a viva voz soluciones efectivas. En medio se ese pequeño mar de personas desesperadas había una mujer que sostenía con los ojos llorosos una pancarta con la imagen de su hijo asesinado. Se llama Adriana Amoruso, marca registrada en estos reclamos. La guía un clamor incesante de justicia : en poco más de un mes se cumplirán dos años del crimen de Matías Blanco y no hay ningún detenido por el hecho. “Estoy harta de que todos se echen la culpa y nadie se haga cargo. Vienen los policías, te dicen que van a hacer tal o cual cosa y acá no cambia nada”, dijo la mujer.
EL RECUERDO DE BLANCA TRONCOSO, LA ABUELA VARELENSE
Pero a metros se encontraba Ricardo, el hijo de Blanca Troncoso, la abuela que fue asesinada de manera salvaje a golpes  en su casa en Florencio Varela. El hombre comentó que toda la familia se encuentra con apoyo psicológico.  Ellos también realizan manifestaciones en su distrito, para pedir más medidas de seguridad, pero los autores del homicidio no aparecen. Ni siquiera se pueden entusiasmar con la esperanza de una pista . La sensación de impunidad es moneda común y une a los vecinos de la región, que comparten los mismos dramas, separados por un puñado de kilómetros de distancia.
Ricardo le comentó a los periodistas que pocos días atrás, también  un vecino suyo de Varela fue herido de gravedad en una entradera justo a la vuelta de su casa. Realmente fue penosa y llena de angustia la postal que se vio frente a la catedral de Quilmes.  Las fotos de otras personas asesinadas en diferentes episodios delictivos fueron el mudo testimonio del reclamo. Se observaron entre otras, la de Héctor Enrique, de 29 años, muerto de cuatro puñaladas en un intento de robo en la localidad de Don Bosco. La de Alan Ceballos, cuyo crimen ocurrió en enero. Y la imagen del joven abogado Carlos Marcelo Fernández Durañona, a quien asesinaron en la puerta de su casa,  el 17 de febrero pasado.
Por milagro la joven Romina Ríos, de 21 años, otra de las víctimas, pudo decir presente. Ella logró sobrevivir y  cuenta  que le disparon cuatro tiros  a principios de este año cuando fue sorprendida por delincuentes mientras hablaba con su novio en la puerta de su casa.  Como telón de fondo, uno de los carteles marcaba con mayor contundencia la pesadilla cotidiana. “Vivimos presos de nuestros miedos, mientras que los delincuentes están libres para matar”. Y el grito generalizado que erizó la piel fue : “¡Basta de muertes!”. Había en la concentración muchos comerciantes, pero se los notó como cascoteados. Señalaron que “ya es comùn que nos roben.Lo hacen rápido, vienen en motos de a dos. Uno se baja, te apunta y se llevan la plata. Total saben que la policía no saldrá a buscarlos”.
Así se vive y así se muere en la zona Sur, mientras la impunidad pega a punta de pistola y nadie le pone freno. El vecino Hugo Salinas convive aún hoy con un enorme paredón que hizo construir hace más de 2 años en su barrio próximo a la cervecería, para ponerle freno al cruce permanente de los delincuentes. Fue por ello en esa oportunidad tapa de los diarios. Un pionero en levantar murallas contra los bárbaros. Es comerciante y ostenta un récord de por lo menos diez asaltos, comentó cuando lo entrevisté en mi programa radial.”Quisiera irme, pero aquí nací, aquí crecieron mis hijos, construí una familia y voy a seguir peleando. Los delincuentes no pueden ganar la guerra.La policía sabé dónde se esconden, pero tienen miedo de actuar porque después los jueces los liberan.Este país está patas para arriba”, sostuvo.
LA CLOACA DE LOS OBJETOS ROBADOS ESTA EN LA FERIA DE SOLANO
La ilegalidad es moneda corriente en casi todos los rincones  del distrito. Pero muchos vecinos apuntan que mucho tiene que ver en lo que está pasando, la feria de San Francisco Solano, otro embudo de la marginalidad más obscena, donde van a parar los objetos robados y hasta se venden uniformes completos de la policía bonaerense, con gorra incluída por 400 pesos. También denuncian que en algunos puestos son ofertadas las computadoras del programa oficial Conectar Igualdad, que se consiguen a unos 1.000 pesos por unidad. Estos son sólo algunos ejemplos  que se ofrecen de manera bochornosa y a cielo abierto en el océano de objetos sustraídos que caen en esta “cloaca” donde se mueven millones de pesos y muchos intereses.
Electrodomésticos, autopartes y hasta animales exóticos, además de porros y  medicamentos robados, producto de la piratería del asfalto, son solo algunos otros componentes de esta geografia  que con solo hacer un procedimiento, no dejaría títere con cabeza. Alli se comenta en voz baja que para conseguir un puesto hay que pagar una gruesa suma de dinero equivalente a un auto. Y después seguir con la cuota  por la protección a un sujeto que pasa la gorra, al más puro estilo mafioso. Se trata de un bono diario calificado como “contribución”. Se supone que de allí nacerán luego las coimas para mantener lejosel ojo de las autoridades.
Una gran parte de lo que allí se comercializa, se asegura que proviene de robos. Se trata de mercadería ensangrentada, como una amplia variedad de celulares y hasta muebles y objetos antiguos de importante valor. Allí no hay exhibición de habilitaciones municipales. Todo es sencillo: hay que “arreglar” con el pesado de la feria. Estas explicaciones tal vez sirvan para comprender que en Quilmes los delincuentes tienen su gran shopping donde  se pone en venta  todo lo robado a plena luz del día y en la más absoluta “legalidad”. Si las autoridades no pueden encontrar a los delincuentes, ¿no sería bueno empezar por aquí?.


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