viernes, 2 de mayo de 2014

Federico Cash, el mártir de la búsqueda que se hizo leyenda




Por Jorge Joury

Hizo las veces de detective privado, porque siempre decía que el  Estado y la Justicia lo habían dejado solo en la búsqueda de su hija. Juan Carr, el titular de Red Solidaría lo calificó como “el mártir de la busqueda”. Se llamaba Federico Cash, el padre de María, la diseñadora de modas que  partió de Retiro para vender las prendas que fabricaba en el Norte del país y se la tragó la tierra.
Luego de casi tres años de búsqueda desesperada y con su cruz a cuestas por todo el país, Federico de 70 años, nacido en Lomas de Zamora, “con mucho orgullo”, como solía decir, murió en las últimas horas luego de sufrió un violento accidente automovilístico en una ruta de La Pampa. Probablemente se quedó dormido en el sueño infinito de encontrar a su hija. Había partido hacia esa provincia, a raíz de un dato que le habían acercado de que a su María la podían tener oculta en ese lugar.
Federico Cash, al igual que Susana Trimarco, la madre de Marita Verón, tal vez mañana alguien se le ocurra  colocarlos en un sitial de honor. Será el mejor recuerdo de aquellos que se abrazaron a la búsqueda de sus hijos contra el más temible de los enemigos: la trata de personas.
Federico manejaba también la hipótesis firme de que su hija podría haber caído en manos en esas redes. Me lo dijo infinidad de veces desde el momento en que inició su vía crucis. Tenía un lenguaje fluído y delicado. Su pronunciación era perfecta y además manejaba la ironía con elegancia, para no caer en la grosería cuando tenía que darle palos a la justicia.
“Usted sabe que la causa de mi hija tiene tantos cuerpos, que podríamos pavimentar la ruta de Jujuy a Buenos Aires y sobra paño. Pero pese a ello y todas las denuncias que les acercamos, porque yo tuve que ponerme la gorra y convertirme en detective, no llegaron a nada. Es pura burocracia. En este país, lamentablemente la gente desaparece por arte de magia y el Estado se cruza de brazos”, señaló en el último reportaje que le hice en mi programa radial (“Te lo digo en serio”, que va de 8 a 10 por la Fm local 97.7).
Seguramente el hombre que desde el  8 de julio de 2011, cuando María Cash se comunicó por última vez con su familia, no bajó la guardia un solo minuto, habrá quedado tras el trágico choque, con la mirada paralizada en el medio del campo. Y con la angustia de no haber podido llegar a tiempo. Este peregrino de cabellos blancos y una leve parálisis facial que le regaló la penosa travesía, se alió con toda la prensa porque sabía que lo podíamos ayudar a encontrar a María. Nos atendía a cualquier hora y su obsesión era mantener el tema en el escenario noticioso. Siempre me reiteraba en línea privada : “no sabe cuánto le agradezco que se acuerde de nosotros. Ustedes los periodistas son la única carta que tenemos para llegar a María”.
Los últimos años los pasó viajando por el país. Iba detrás del más mínimo indicio que le permitiese dar con la joven de 29 años que partió a Jujuy a vender ropa. Se había encargado de darle el celular a todo el mundo. “Creo que lo tiene hasta Dios”, me lo recordaba jocosamente. Además había empapelado todos los rincones del territorio con la foto de su hija.Recibía decenas de denuncias por día y en estos tres años, las falsas alarmas sonaron constantemente en su corazón, al punto de ir quebrantando de a poco su salud.
El mismo me confesaba durante las entrevistas que había sido víctima tanto de pistas falsas como de engaños e incluso amenazas. Estas últimas, que le habían llegado en los últimos tiempos, creía que provenían de la mafia de la trata de personas.
María Cash fue una suerte de  fantasma . A tal punto, que muchos aseguraron haberla visto en diferentes provincias.En  cada una de ellas Federico se aseguró de que se abriera una causa judicial y una investigación policial, para dejar un mojón de esperanza.
Hace un año, después de tanta lucha, se había ilusionado con una resolución del Ministerio de Justicia que fijó un monto de 400 mil pesos como recompensa a quien pueda aportar datos certeros sobre el paradero de la joven.”Al fín me escucharon.Algo es algo, pero nunca siquiera me acercaron un subsidio para poder encontrar a mi hija. Con mi esposa vendimos todo y quedamos casi en la ruina”, me reveló aquella vez con un dejo de tristeza e impotencia.
La vida de este padre inclaudicable tiene matices muy pintorescos. Recuerdo que allá por el 2012, un año después de iniciada la búsqueda de su hija, Federico Cash me pedía cuando lo llamaba telefónicamente para entrevistarlo, que no lo retuviera mucho tiempo. Pero lo hacía con delicadeza. Necesitaba seguir analizando las denuncias que le llegaban y entre las que deseaba encontrar algún mínimo dato que le permitiera saber donde encontrar a María.
Así transcurrieron los últimos 34 meses de Federico Cash. Desde el 8 de junio de 2011, cuando su hija se comunicó por última vez con su familia. La única prioridad fue encontrarla.”A veces no come. Y duerme poco, para no detener la búsqueda”, me confesaba su esposa.
Hace poco menos de un mes, en la última charla que mantuvimos, me contó que seguía viajando por todo el país y casi no tenía dinero.  En las últimas semanas pedía alojamiento en los lugares más insólitos. A veces golpeaba una puerta a la noche para que lo cobijen cuando iba de paso. Estaba jugado desde todo punto de vista. Recuerdo que me dijo “si tengo que perder la casa, me voy a dormir a un garage, pero no me van a detener”. El recorría las rutas detrás de mensajes anónimos de personas que aseguraban haber visto a su hija. De Bariloche había viajado a La Pampa, donde lo encontró la muerte. Seguía una pista fresca. “Mis Marías aparecen en todos lados, pero no la puedo hallar”, me dijo con la voz quebrada . Siempre acotaba: “la gente tiene que perder el miedo a hablar. Cuando a uno le arrebatan a un familiar, recién se siente el drama. Es como que te despojen el alma. Hay que denunciar a estas mafias”.
Con la ayuda de su esposa María del Carmen y sus dos hijos Máximo y Santiago, libró la más dura de las batallas. Todos trabajaron día y noche para recibir los mensajes que luego se los enviaban a la Gendarmería. Debo decir que nunca  bajó los brazos. Su investigación derivó en la reconstrucción puntillosa del camino que realizó María hasta Jujuy . También se tradujo en paradas estratégicas en los lugares en los que se la vio y charlas con personas con las que ella pudo haberse contactado. Además, junto a su familia, recorrió hospitales, mientras intentaba trazar, sin éxito, los movimientos erráticos de su hija por el norte del país. ¿Pudo haber sufrido amnesia?, a veces se preguntaba para fortificar su esperanza.
“Lamentablemente, y a pesar de que muchos tienen celulares con cámara, casi nadie atina a fotografiar a la mujer que creen que es mi hija. Eso hace mucho más difícil nuestro trabajo”, me reveló durante una de las entrevistas. A Federico Cash se lo va extrañar como una persona de bien. De esas que el mundo obsequia a cuentagotas. Siempre agradecido de que no lo dejáramos solo durante su búsqueda. El proceso fue extenso y doloroso. Lo triste es que se fue sabiendo que quedó inconcluso. Ahora, cuando el dolor se aplaque, recaerá en manos de los hermanos de María y en su madre, el gran desafío de poder encontrarla. El puso todo: fue un PADRE con mayúscula…

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