jueves, 11 de diciembre de 2014

“El Patrón” de la Bonaerense se puso en cuenta regresiva


Por Jorge Joury
Por algo  cuando era intendente de Ezeiza lo apodaron “El Sheriff”. Fue quien instaló la tolerancia cero en su distrito, El que se enfrentó a tiros con delincuentes que entraron a robar a su casa. Y hay otras tantas historias sobre Alejandro Granados, el ministro de Seguridad de Scioli, hoy para algunos: ” El Patrón de la Bonaerense”. El  que tiene la responsabilidad de cuidar las espaldas de todos. El conductor del ejército más grande de policías que se recuerde en la historia de esa fuerza. Se lo señala como el alfil de Scioli y en la oposición lo respetan por su actitud dialoguista. Hace pocas horas sorprendió con sus declaraciones. Dijo que después de cumplir su función, se retira de la política. A los 65, quiere dedicarle a su hijo menor de 12 años todo el tiempo que sea necesario y además retomar el comando de sus negocios particulares. Comenta que no será candidato a gobernador, aunque lo midan y que le gustaría que el próximo mandatario bonaerense sea un intendente. Además, en Ezeiza será su esposa, Dulce Visconti de Granados la que disputará su trono en las próximas elecciones. El asegura que es la que mejor mide.
No obstante,  habría que poner un signo de interrogación para el futuro de este hombre, aunque el mismo ya se haya colocado en cuenta regresiva. Lo conocí hace muchos años, cuando recién daba sus primeros pasos como intendente de Ezeiza. Fue en 1995. En aquel entonces con una camioneta Ford F -100 salía todas las mañanas a patrullar los barrios para escuchar las necesidades de los vecinos. Con esa fórmula se perpetuó en el poder y no hubo nadie que pudiera ganarle una elección. La seguridad siempre ocupó el primer lugar en su lista de prioridades. Fue el pionero en instalar las cámaras de monitoreo. Tenía al territorio sectorizado por manzanas y a todos los patrulleros bajo la lupa. “Si hay algún auto que está más de 20 minutos detenido en un lugar, inmediatamente vamos a ver que pasa. Si encuentro a un policía coimeando o en una situación irregular, lo meto preso. Yo soy el jefe y ellos mis empleados. En Ezeiza no quiero delincuencia”, decía Granados y se prodigaba en mostrar sus avances en la lucha contra el delito. Varias veces me aclaró que : “La mano tiene que ser justa. Ni dura, ni blanda”.
De una cintura increíble, Granados se convirtió en un gran equilibrista en los tiempos más difíciles de la política. Fue ultramenemista. “Entro a la Casa Rosada a la hora que sea y Carlos me recibe”, comentaba en las charlas de sobremesa que manteníamos en “El Magrullo”, su búnker. En ese lugar supo amasar poder e influencias. Sobre todo, en aquellas grandes fiestas de la victoria en las urnas, donde el caudillo riojano era el rey, en medio de tiras de asado regadas con tintos de alta gama. También fue duhaldista y supo enrolarse en el kirchnerismo. Aquella vez llegó a la cola a último momento, pero sacó número y lo anotaron en la lista.
DUEÑO DE LAS DECISIONES
Gobierna Ezeiza desde 1995, que se creó el distrito. Los vecinos no conocen otro intendente que a este hombre de contextura gruesa, mediana estatura y  promitentes bigotes. En su pago chico decidía todo, desde una multa hasta las obras públicas. Nunca le sentí una ofensa. Sabe escuchar y mientras tanto, se ve que selecciona y acumula información en el disco rígido. Es de hablar suave, pausado, pero no le tiembla el pulso cuando tiene que bajar la palanca para sancionar a alguno de sus subordinados.
Por su manera personalista de conducirse, la oposición lo acusaba de manejar el municipio “como si fuera  un patrón de estancia”. Desde que le tomó el gusto al poder, en las urnas fue invencible. Sacó el 66% en los últimos comicios y fue reelecto por cuarta vez. Cuando termine su quinto mandato, en 2015, completará dos décadas a cargo de Ezeiza, un distrito estratégico en el conurbano bonaerense, al que convirtió en un vergel, regado de barrios cerrados con lujosas viviendas. En el kirchnerismo lo señalan como un intendente ejemplar y destacan su capacidad de gestión.
Granados nació en una familia de inmigrantes españoles que llegaron al paìs y se dedicaron a la gastronomía. Su padre, un gallego laburante de sol a sol, primero puso un pie en tierra firme en un bar que comandaba con su hermano, en la Avenida de Mayo. Y luego se constituyó en dueño del famoso restaurante El Mangrullo, a la vera de la autopista que va a Ezeiza y del hotel que estaba al lado del aeropuerto internacional. Granados heredó ese patrimonio y lo multiplicó con su trabajo.
EL BUNKER DE LA VICTORIA
Se dedicó a los negocios familiares hasta la década del noventa, cuando se volcó de lleno a la política en el peronismo, pero nunca los descuidó. Los opositores cuentan que el sindicalista Lorenzo Miguel pidió prestado “El Mangrullo” a la familia Granados y que de ahí surgió el vínculo de Alejandro con el gremialista y con Carlos Saúl Menem. “El Mangrullo” ha sido escenario de las grandes victorias menemistas. Se festejaron los triunfos del ex presidente en la elección interna del PJ en 1988 y la reelección de 1995. Menem pasaba temporadas en su quinta. Y además cobijó a Maradona en su distrito, en uno de los momentos más críticos de su enfermedad. Y hasta se convirtió en padrino del hijo que el astro tiene con Verónica Ojeda. Su pasión por el fútbol lo llevó a conducir como presidente a Tristán Suárez, “El lechero” y luego le cedió el lugar a su hijo mayor, de su primer matrimonio.
Si “El Mangrullo” hablara, las historias que contaría. Fue sede de la trastienda política de las últimas décadas, donde se juntaban grandes personajes del peronismo para la rosca. Allí, por citar un ejemplo, fumaron la pipa de la paz los Alberto que más se odiaban: Balestrini y Pierri.
Granados siempre tuvo la habilidad para pegarse al poder. Menem lo tenía entre sus preferidos y le otorgaba el dinero que pidiera para obras. La plata siempre vino de Nación o de Provincia. Construyó una cárcel, un hospital y dotó de todos los servicios a los barrios. Desde la moderna sede municipal, que el mismo diseñó, en una oficina vidriada en el último piso, tenía el control de todo. Sabía quién entraba y salía de sus funcionarios. Mientras estuviera la F-100 color blanca estacionada en la playa, ninguno de sus colaboradores se animaba a irse del municipio.
ANTE POSIBLES SAQUEOS
Cuando me enteré que iba a convertirse en el nuevo ministro de Seguridad de Scioli, debo confesar que me sorprendí. Lo primero que me pregunté es por qué aquel hombre casi dueño de los destinos de un lugar tan tranquilo como Ezeiza, “compraba” semejante desafío. Pero en el segundo escaneo, comprendí que Granados es un “animal” político, frío como el hielo, pero ávido de adrenalina. Tal vez por ello hoy maneja uno de los ejércitos policiales más grandes de Latinoamérica. Una institución de la que pretende borrar el nombre de “la maldita bonaerense” y devolverle la confianza en la fuerza a los vecinos.
Si hay algo que lo caracteriza, es su buen olfato y sentido común. Sabe leer futuros escenarios. Será por eso que no deja de advertir por estas horas, que “quienes estén pensando en hacer alguna travesura a fin de año, que lo piensen bien”. La frase del ministro está relacionada a la posibilidad de que se produzcan desmanes e incidentes durante los últimos días de diciembre, algo que venimos advirtiendo desde esta columna.
No olvidemos que el año pasado varias provincias tuvieron inconvenientes, principalmente por una huelga de policías. Ante los rumores de que este año podrían surgir algunos focos de tensión, el responsable de la seguridad de la provincia de Buenos Aires, donde el Conurbano suele ser el área más sensible, explicó que este año están “terriblemente mejor preparados” que en diciembre de 2013. Con grandilocuencia dice: ” Vamos a minar la provincia de policías. Egresaron entre cuatro fuerzas de seguridad 7.500 hombres. Y ahora egresaron 10.000 oficiales de la Provincia. Son 17.500 hombres que están perfectamente equipados. Se dio un paso hacia adelante muy importante”, aseguró.
COMO EN EL CINE
De los 10.000 que egresaron el sábado pasado en la antigua escuela policial Juan Vucetich, el 90% se dedicará al patrullaje y otras tareas directamente relacionadas con la prevención del delito. El  millar restante irá a dependencias especializadas, como policía científica, comunicaciones, bomberos, delegaciones de investigaciones y antinarcóticos.
En lo inmediato y por pedido de Scioli, un poco más de la mitad de esos efectivos, ya empezaron a se trasladados a la costa para el operativo preventivo de verano. Y un cuarto de ellos reforzarán los comandos de patrulla que funcionan en 50 distritos de la provincia.
“La mayor campaña de reclutamiento policial de todos los tiempos”, la calificó Daniel Scioli , frente a la imagen similar al de una película bélica, con un rectángulo de azul compacto compuesto por diez mil gorras y uniformes. Scioli y su ministro de Seguridad, Alejandro Granados, siempre repitieron que la bonaerense necesitaba más efectivos. Y la del sábado es una incorporación récord, porque hasta ahora sólo ingresaban a la fuerza unos 3000 policías por año. La clave del éxito (medido según la cantidad de cadetes incorporados, como lo hace Scioli) está en la descentralización. En el último año se incorporaron 14 escuelas de policía, llevando el total a 30, en contraste con los viejos tiempos, en que todos los aspirantes debían formarse en la Vucetich, de Berazategui. El sueldo tampoco es un factor menor: cada uno de los nuevos policías cobrará unos 10.000 pesos de bolsillo, luego de siete meses de un entrenamiento que, según las autoridades, fue intenso, con 12 horas de actividades diarias. De los nuevos cadetes, 2500 irán a reforzar los comandos de patrullas que funcionan en unos 50 distritos del Gran Buenos Aires y el interior. Otros 600 serán asignados a las patrullas rurales, para las que se dispusieron 300 camionetas 4×4. Otros 1800, engrosarán la nómina de las comisarías, principalmente en el conurbano, y 5100 serán enviados a la costa atlántica para el operativo de seguridad veraniego, y luego de la temporada serán distribuidos entre las dependencias que los necesiten.
LA GRAN JUGADA
De todas maneras, la apuesta fuerte de Scioli y Granados es la implementación de las policías locales en los municipios, a mediados de 2015. En ese momento egresarán 15.000 nuevos efectivos, que prestarán funciones en los mismos distritos de donde son oriundos y en los que se están formando. Bajo la coordinación de los alcaldes,  pero con dependencia orgánica del Ministerio de Seguridad provincial, el esquema fue la respuesta del gobernador a los repetidos reclamos de jefes comunales para tener sus propias fuerzas de seguridad. Es probable que a mediados del 2015, Granados plante bandera y se vuelva a su distrito para reasumir en la intendencia. Por lo menos es lo que acordó con Scioli al asumir. Antes tiene que pasar dos exámenes. Asegurar que las fiestas no se contaminen de climas tormentosos. Y luego que el Operativo Sol le deje a los turistas el marco adecuado de la protección. Dice que no irá por otra reelección.
Hace pocas horas  confesó en una nota periodística que se va de la política. Seguramente dejará decepcionados a los creativos de Scioli, que habían empezado a medirlo para catapultarlo como precandidato a gobernador, ya que los anotados no mueven el amperímetro. Encima soñaban con el título: “El candidato de la seguridad”. Lo que comentan en  voz baja en la carpa naranja, es que si el Operativo Sol y la movida policial, aprueban el exámen y Scioli se lo pide,  Granados podría rever su decisión. Pongámosle por ahora, puntos suspensivos.

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