domingo, 30 de marzo de 2014

Qué hacer con los pibes que se cayeron del mapa social



Por Jorge Joury | El camino es acertado, cuenta con apoyo mayoritario de la sociedad, pero no parece fácil de recorrer. El intendente de Florencio Varela, Julio Pereyra ha instalado el desafío de buscar una salida laboral para los menores delincuentes que reinciden, “antes de que los maten” . Se trata de una apuesta a la vida en un lugar de internación apto y lejos del odio que destilan los institutos bonaerenses. Reinsertarlos socialmente mediante el aprendizaje de oficios. Aunque el propio jefe comunal propuso crear una institución especial en el distrito, la implementación requiere de algunos vericuetos legales que antes habrá que sortear.
Para la diputada Graciela Giannetasio, a quien entrevisté en mi programa radial (” Te lo digo en serio”, que va de 8 a 10 por la Fm local 97.7) “el tema es más espinoso. No es de competencia municipal y debe ser la justicia de la minoridad la que lo autorice y fije las condiciones “. Giannetasio ponderó la iniciativa de Pereyra de buscar otro ámbito para los chicos que delinquen, “porque tengo la peor imágen de los institutos provinciales, que son un paso acelerado hacia la droga y la muerte. Se trata, ni más ni menos, que de lugares de reconversión del odio”. La legisladora añadió que “le propuse a Pereyra que hable sobre su iniciativa con la Procuradora, para ver de qué manera se puede avanzar en el tema, en el marco de lo que establece la ley “.

LA SUCURSAL POLICIAL EN LA VENTA DE PACO EN LA ZONA
Giannetasio reveló además que ” hay que tomar otras medidas de fondo, para sacar del peligro de la droga a los jóvenes.Lo primero que tenemos que ver en Varela, es si la policía tiene una sucursal de venta de Paco en la zona. No olvidemos que la basura que se comercializa, a la que le suman hasta vidrio molido, no está cartelizada. Esto quiere decir que se produce de manera casera en cocinas en los barrios. Se trata de una substancia mortal que tiene un viaje acelerado hacia el cerebro de los pibes y los termina convirtiendo en mutantes. Los vecinos saben dónde se vende y se produce.También es vox populi en las escuelas. Hay que entender que sino hay comercialización, no hay Paco. Hay que arrancar contra el narcotráfico para preservar la vida de nuestros jóvenes y una buena herramienta es en esta lucha por la inclusión. Hoy la ecuación de peligro se asienta sobre tres patas : poca edad, alcohol y droga. La mayoría de los crímenes de los últimos tiempos en Varela, como el de la abuela Blanca Troncoso, son la fiel expresión de la ferocidad que manifiestan los adictos en su afán por comprar drogas”, apuntó la legisladora.
Lo cierto es que la primera puntada que dio Pereyra, ha instalado la polémica en las redes sociales y la iniciativa encontró más del 80% de adeptos, además del apoyo de la CTA local. Pero el camino a recorrer es espinoso. Hoy la lectura fina de la realidad muestra que existen dos generaciones de jóvenes, cada vez más separadas por una gran brecha, donde el Estado no ha logrado cumplir con su deuda de mayor inclusión.

EL PROTOCOLO DE GUERRA AL SALIR DE LOS HOGARES
Por un lado están los pibes que todos los días salen de sus hogares y tienen que cumplir con un protocolo de guerra. Esto tiene que ver con asegurar sus pertenencias: los cierres de la mochila, de las camperas y de los pantalones que tienen bolsillos. Chequear el lugar estratégico dónde llevar la llave, los billetes, las monedas; la tarjeta SUBE, a la que cargan con no más de 20 pesos, por si se la roban. Esconder el celular es otro de los dilemas que requiere de imaginación.
Es que el peligro acecha en los alrededores de los colegios, clubes, plazas y hasta en la propia peatonal Monteagudo, donde “los de la gorra”, así se los conoce, pueden atacar de a uno o de a varios.”Se ponen gorra y con esto no quiero demonizar a quienes la usan, pero es una manera de que se los vea a todos iguales y después es difícil identificarlos cuando hay un ilícito”, admitió un jefe policial.

Se trata de chicos que ocupan una franja entre los 12 y 16 años. Unos vienen de familias de trabajo y otros de hogares destruídos por la pobreza y la marginalidad. Nunca serán pares, pese a su condición de pibes. Unos les robarán a los otros lo que se pueda, utilizando navajas, cortaplumas o armas, de acuerdo al status delictivo. Y ello genera que en ambos bandos se respire bronca, tensión y resentimiento, factores gravitantes como para que en un futuro mediato no logren reconciliarse. Están en las antípodas, no por voluntad propia, sino por un decreto de todos los gobiernos.

COMO EL PAGO DE PEAJE PARA CIRCULAR POR LAS CALLES

Los que salen a la calle lo hacen bajo la consigna familiar de “entregá todo lo que te pidan, no te resistas y te callás; lo importante es que no te lastimen”. Y el pibe lo cumple a rajatabla, pero desborda de impotencia por haber sido despojado de objetos queridos sin poder pelear por ellos . Es la amarga sensación de sentirse derrotado a una edad en la que sólo se piensa en ganar en cualquier terreno. No es otra cosa que verse derbordados frente a la inexorable realidad de tener que entregar sus objetos como un “peaje” para circular. Esta es la postal en cualquier rincón del Conurbano. Encima les meten miedo después de robarlos con que si los identifican, les quitarán la vida a ellos o irán por sus seres queridos. Después llega la carga psicológica y muchos pibes no quieren salir solos por miedo a encontrarse nuevamente con el terror en la retina.

No parece una tragedia si se compara a ese chico con pánico con aquellos que tienen hambre o padecen enfermedades a causa de la miseria, pero tampoco es una frivolidad ni se reduce a un tema de clase: en los estratos sociales más bajos los chicos también son robados por sus pares, por lo que este tipo de episodios ya es un síntoma, una dolorosa fotografía instalada con la naturalidad de los cuadros de época.

MAS LEJOS DE LA ESCUELA, MAS CERCA DEL DELITO

Hay estudios en todo el mundo que vinculan deserción escolar con el delito y otros que, aunque discuten la relación directa de ese vínculo, reconocen que quienes están fuera de la escuela están más cerca de transgredir las normas. Cifras del Ministerio de Educación sostienen que el 56% de los argentinos no termina los estudios secundarios y que del 44% de estudiantes que sí lo hace, casi la mitad tiene rendimiento bajo y hay un alto porcentaje que no comprende lo que lee.

Estos dramas urbanos arrancaron con las injusticias del derroche de los años 90 y después se potenciaron durante el cataclismo de 2001. Hoy es fácil advertir que se dan entre los que van regularmente a la escuela y aquellos que no. Este comportamiento de bandas adolescentes también se ve en el interior y en otras capitales latinoamericanas.



Es nuestra responsabilidad que estos chicos caídos del mapa social que pasan sus días en la calle hostigando a otros de su edad no estén donde deberían: en la escuela, pero del lado de adentro, y más tarde en la universidad, para alcanzar la promoción social que la Argentina necesita con urgencia. La propuesta que ha formulado el intendente Julio Pereyra, es un horizonte posible para que los jóvenes vuelvan a igualarse en su condición de seres humanos. Tal vez el gobierno bonaerense tome la inicitiva de enseñar oficios y la aplique en los institutos de menores. Será una manera para que en vez de una bala en el camino, los chicos de uno y otro lado, encuentren en espacios comunes como la escuela, un lugar para dejar de mirarse para siempre como enemigos irreconciliables.

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