jueves, 19 de febrero de 2015

La muerte de Nisman y la hora de bisturí a fondo en la ex SIDE


Por Jorge Joury
Luego del cimbronazo provocado por la muerte del fiscal Alberto Nisman, el Gobierno ha decidido avanzar lo más rápido posible con el tratamiento del proyecto de ley que disuelve la actual Secretaría de Inteligencia (SI, ex SIDE) y crea en su reemplazo la Agencia Federal de Inteligencia (AFI). En los pasillos de la Casa Rosada se comenta que la orden de CFK es obtener la sanción antes del 1° de marzo, cuando la jefa de Estado enfrentará a la Asamblea Legislativa en un nuevo discurso de apertura de sesiones ordinarias del Congreso, el último de su segundo mandato al frente del Poder Ejecutivo.
En medio de las tensiones y sospechas en torno a una suerte de interna en el organismo máximo de inteligencia, la directiva de Cristina es tomar las riendasde de este frente espinoso, con nuevas reglas de juego. Fuentes del kirchnerismo del Senado no descartan la posibilidad de aplicar un “trámite exprés” en las próximas horas al proyecto, que ingresó a la Cámara alta el viernes. “Todo dependerá de cómo reacciona la oposición. Si les dan la espalda a las comisiones no vamos a andar perdiendo tiempo y lo sacamos rápido”, advirtió un legislador del oficialismo. En este contexto, el proyecto sería sancionado en Diputados el miércoles 25.
Esta vez, el gobierno cuenta con la gran oportunidad histórica de ir con bisturí a fondo, para desactivar los oscuros nidos de intrigas. Desde que tengo memoria, el comentario en las redacciones de los diarios sobre la ex SIDE siempre fue coincidente. A través de los años se ha calificado al organismo como una peligrosa bolsa de gatos.Una suerte de Frankestein, que en su momento se concibió para garantizar la seguridad interior, pero que con el paso del tiempo se contaminó y terminó espiando a funcionarios y políticos, de la manera más abyecta. Hasta metiéndose en sus sábanas. Presupuestos millonarios para comprar información a través de buchones relacionados con el terrorismo o el narcotráfico en los casos más delicados, son datos a considerar. Más cuando termina inexorablemente relacionando a los agentes, con lo más promiscuo de la sociedad.
¿Puede un hombre de la justicia y bien inspirado, abstraerse de este universo?.¿O la búsqueda de información lo termina conviertiendo en rehén de esta oscura telaraña?. Por lo que se ve y siempre todavía en el terreno de las presunciones, la muerte del fiscal Alberto Nisman está cercada por muchos de estos ingredientes. Es una suerte de coctel explosivo que al detonar como lo hizo, no deja nada en pie y todo lo pone bajo sospecha.
La SIDE fue creada en 1946, durante la primera presidencia del general Juan Perón. Se asegura que hoy no tiene más de dos mil espìas en blanco. No obstante, la mayoría de su millonario presupuesto se destina a pagar sueldos. Pero la gran porción de la torta se la llevan los denominados “inorgánicos”. Son ni más ni menos que los verdaderos espìas. Aquellos que en los papeles no pertenecen a la estructura oficial y que prácticamente no figuran en ninguna nómina formal. Son los ojos más temidos e indiscretos. Algo así como los gerentes de un negocio que algunas veces se transforma en extorsión y es capaz de desafiar irreverentemente al poder de turno de la manera más impiadosa.
Los especialistas sostienen que al aparato de la SIDE le sería imposible funcionar sin estos agentes invisibles, que no tienen otra tarea que la de ver, oír e informar. La retribución suele ser buena y libre de impuestos. Pero el mayor beneficio lo obtienen en el manejo de información y en el tráfico de influencias.
Estos agentes inorgánicos no se la llevan gratis. También corren sus riesgos, dado que cuando pierden el respaldo de sus jefes o se ven implicados en una interna, serán los primeros en caer. Se trata de sujetos que para protegerse, crean sus propias redes de contacto que les pueden servir de escudo y venden información al mejor postor, tranformándose en verdaderos traficantes de data confidencial.
En su mayoría provienen de diferentes fuerzas de seguridad o armadas. Es más, algunos de ellos fueron recomendados por portación de apellido o emergieron de la vertiente donde el secreto y el engaño son el pricipio de todo. Los hay en todas las profesiones y ámbitos sociales. En mayor o menor medida, son especialistas en el arte de la obtención y administración de información. La misma situación se da en la Policía Federal, Gendarmería, Prefectura, en la PSA, en las policías provinciales, en el Ejército, la Fuerza Aérea, o en la Armada, hasta en la Aduana y el Poder Judicial.
Venía al caso acercar estas reflexiones, porque la hipótesis más fuerte que se maneja en la CIA es que la muerte de Nisman se debe a una puja interna de los servicios secretos argentinos con el gobierno de Cristina Kirchner y que Irán no tuvo nada que ver en el asunto.“En Langley (CIA) creen que el operativo tiene que ver más con una pelea interna en Argentina que con Irán”, dijo una fuente con acceso a los encargados de Argentina en la CIA. “No hay ninguna duda que el operativo fue hecho por profesionales, aunque nadie sabe con certeza lo que realmente ocurrió”, agregó la periodista Ana Barón, corresponsal del diario Clarín, citando una fuente de ese organismo. Una de las hipótesis que se mencionan es que otros miembros de los servicios realizaron el operativo para debilitar a Cristina, debido a la reestructuración que había comenzado a hacer en la ex SIDE.
Más allá del misterio y los enigmas que quedan por develar, resulta claro que la muerte de Alberto Nisman si a alguien daña es al propio Gobierno y de manera profunda. Este hecho, en principio debería ayudar a diluir las sospechas sobre cualquier involucramiento del Poder Ejecutivo. Pero la muerte del fiscal dejó conos de sombra por desprolijidades, sobre todo en lo que tiene que ver con la manera de custodiarlo. Tal vez esto no sea una casualidad y el fin mismo que se buscó en caso de que se pruebe que hay involucrados en la muerte de Nisman. No olvidemos que estamos frente a una sociedad agobiada y descreída, que supo dudar en el pasado de muertes evidentes.La muerte de Nisman ha puesto de relieve una larga deuda de la democracia argentina con el control y la reorganización del aparato de Inteligencia. Nuevamente se ha eyectado hacia la opinión pública la pugna entre sectores de ese aparato. Encima, el Congreso está en falta por la supervisión que le corresponde a través de la comisión bicameral que fue creada a tal efecto y que solo se reunió tres veces durante el pasado año. Es evidente que estamos frente a la peor cara un poder en las sombras, el más temible de todos. El que vigila por el ojo de la cerradura y mete miedo, inmobilizándonos como estatuas de hielo. Hoy la Argentina necesita más transparencia, más control sobre los servicios secretos y el descabezamiento de los vínculos inapropiados entre espías, jueces y fiscales. Estamos en un túnel donde se cuelga del telón de intrigas, la fuerte presunción de que un cadáver ha sido lanzado sobre el escenario politico. Precisamente para agitar y poner al rojo el año electoral, abriendo la tumba de los fantasmas de la violencia política que la sociedad argentina creyó sepultar en 1983. Es necesario madurez, para no despedazarnos en medio de las sospechas y evitar que se desgasten aún más las instituciones. Sino lo hacemos, sería como darle de comer al diablo. Resulta vital que todo se aclare y que la justicia demuestre que es capaz de encontrar la verdad, más aún, en un instante en el que el pasado parece volver a alcanzarnos. Hoy más que nunca, los comunicadores tenemos la obligación de saber leer donde comienza la información y en que lugar termina la operación.

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