martes, 30 de septiembre de 2014

El “efecto motochorro” en el país de la impunidad


Por Jorge Joury

Tolerancia cero. Armas cero. Mano dura. Jueces garantistas. Policías locales. Gendarmes. Prevención. Más inclusión. Fachos por un lado. Progres por otro. Discusión sin cuartel. Justicia por mano propia. Linchamientos y hasta alguien que se populariza con la frase: “Corta la bocha”. ¡Pobres de nosotros!. Este es el marco de una guerra dialéctica, donde hasta el momento lo único que se impone es la ley de la selva. Palabras más, palabras menos, nadie acierta el remedio contra la inseguridad. El drama es que en el centro de este escenario de histeria colectiva, estamos todos observando perplejos que lo que se hace, no rinde. Cada vez retrocedemos más en el terreno de la convivencia, escondiéndonos detrás del perfil más bajo que podamos y en los sistemas de alarma más sofisticados, para evitar que nos saqueen nuestras viviendas y encima nos quiten la vida.
¿A dónde fue a parar aquella frase?: “Le cayó todo el peso de la ley”. Hoy parece de otra era, donde las penas se cumplían y los jueces eran inflexibles. Hoy nos planteamos si en vez  de perder el tiempo en discutir soluciones mágicas, por qué no se aplica todo el peso del Código Penal. O habrá que esperar que a algún magistrado le maten un hijo, o le violen la mujer o una hija, para que se coloquen, por poner un ejemplo, en el lugar de los padres de Melina. Podríamos apilar una cadena interminable de interrogantes y comparaciones, pero no llegariamos a nada. La explicación es sencilla: porque las noticias son superadas a diario por otras peores, que las sepultan en el olvido. Le pasó al Caso Candela, que tuvo en vilo al país y del que hoy nadie se acuerda y no tiene culpables cumpliendo condenas.
Nunca terminamos de curarnos de espanto. Pero si se aplicara a rajatabla la contundencia de  la jurisprudencia, tal vez los chorros estarían detrás de las rejas y para el escarmiento y nosotros tranquilos del lado de los buenos. ¿Por qué no probamos?. Parece como difícil obtener ese premio, más aún cuando los ejemplos avergüenzan.

MAESTRO DE MOTOCHORROS

Quiero referirme puntualmente al  “efecto motochorro”, del que hoy todos se llenan la boca opinando. Lo grave es que Gastón Aguirre se ha convertido en la nueva estrella de los canales de TV. Desde que un turista canadiense lo filmó cuando lo asaltaba en La Boca, su imagen ha dado la vuelta al mundo y suma millones de clics en las redes sociales. La exaltación de lo marginal hoy es muy loco: Hasta hay un videojuego que se inspiró en este caso.
En la misma tarde en que aparecía el cadáver de Melina Romero, el Canal América 24  le obsequiaba a su audiencia una obra maestra del terror de la televisión basura : una “exclusiva” con este maestro de motochorros, el más célebre del mundo. Y encima, según se dice, le pagaron 3.500 pesos. El show comenzó con la imagen detenida del delincuente para ir aceitando a la platea. El rating por la señal menos vista del Grupo Vilas-Manzano trepó entonces por encima de los 2,5 puntos, cuadruplicando los números habituales de ese canal.
Fueron casi tres horas de una mano a mano entre el conductor del programa y el ladrón, donde Aguirre no pareció en ningún momento arrepentido de nada. “Me levanté mal ese día e hice las cosas mal”, argumentó. También recordó que era peor violar y matar. El motochorro, que tiene 33 años y que, según él, no robaba desde los 19, dijo que el arrebato se le cruzó por la cabeza porque al día siguiente era el cumpleaños de su hijo y quería comprarle algo. Me hubiera gustado entonces haber medido la indignación de los espectadores, en medio de ese festival de impunidad, que hace posible certificar de que en TV se puede hacer libremente apología del delito, sin pagar costos.

MAL EJEMPLO PARA EL MUNDO

Lo que no se entiende de la actitud del motochorro, es cómo si no tenía efectivo para el regalo, blandía en una de sus manos una costosa arma que, asegura, tiró al río, y se movilizaba en una flamante moto que él mismo reconoció que le costó 26 mil pesos. Al menos reveló que la tenía paga y sacó la cédula verde para demostrar que era de su propiedad.
La que hizo el turista canadiense Alex Hennessy con una cámara en su casco es una postal demoledora de la realidad de la Argentina. No sólo mostró el intento de asalto de un motochorro en tiempo real, sino que además dejó en evidencia ante el mundo, que la nuestra, es una tierra peligrosa para los turistas. Y para muestra sobra un botón: Caminito, en La Boca, es uno de los diez lugares más fotografiados del mundo, pero también  de los más peligrosos, ya que las cuadras que lo rodean registran récords de arrebatos y asaltos a turistas.
Otro de los ítems, para que en los países más desarrollados se caigan de espaldas, es la foto descarnada del comportamiento de algunos jueces que alegremente dejan en libertad a los delincuentes, como si les pesara retenerlos por temor tal vez a alguna  maldición bíblica. Tomen nota: El motochorro que asaltó al turista canadiense fue detenido el 19 de agosto por la Policía Metropolitana. Y para colmo de males, en el momento de capturarlo descubrieron que llevaba 485 gramos de marihuana en una mochila, que seguramente no eran para consumo personal. Se le abrieron entonces dos causas, una por la tentativa de robo y la otra por la tenencia de la droga. Una fue a parar a un juzgado ordinario y la otra, a uno federal.
Ambos jueces, Susana Castañera y María Romilda Servini de Cubría, hicieron los mismos deberes: lo indagaron y lo liberaron, como si el otro expediente no existiera. Para Castañera, sólo era un acusado de tentativa de robo, por lo que lo dejó ir con la sola condición de que se presentara mensualmente en el juzgado, al considerar que no había riesgo de fuga. Además no tuvo en cuenta que su libertad pudiera entorpecer una investigación que ni siquiera cuenta con el testimonio de la víctima -que se volvió a su país- y que sólo podría apuntalarse en lo que manifestaron los vecinos. Para Servini, en tanto, sólo era un acusado de tenencia de drogas, cuyo origen y destino -¿la venta?- difícilmente pueda investigar ahora que su cara es conocida. Tanto ella como su colega actuaron según el Código Procesal, que habilita la decisión que tomaron. Pero que también si se quiere actuar con mayor equidad, permite tomar por el camino contrario y llegar a un procesamiento y posterior condena.

CALIFICA PARA LO PEOR

Lo cierto es que el  ladrón sigue libre y ningún juez lo mandó a detener cuando además hacía apología del delito por la TV. El bochornoso espectáculo culminó cuando el sujeto tuvo que salir oculto en el baúl de un remís para evitar que un grupo de personas lo linchase a la salida del canal. Gastón Aguirre tiene 33 años y pese a su corta edad, su prontuario es pródigo en delitos. En 1999 lo detuvieron por robo a mano armada y lo condenaron a 8 años de prisión. En 2006 lo arrestaron por portación de armas, luego cayó por lesiones y en 2013, por tenencia de drogas. ¿No son antecedentes suficientes de reincidencia como para mandarlo preso?
Lo lamentable es que seis millones de personas de todo el mundo vieron el video del momento en el que asaltaba al turista canadiense, el 13 de agosto en La Boca. Hoy Aguirre sigue libre y dispuesto a  escuchar las ofertas de algún productor de TV que le pague unos buenos pesos para que  siga dando su “ejemplo” a millones de adolescentes que observan que la vida fácil pasa por otros lugares, que no son la educación, ni el trabajo, como les enseñaron sus padres .Lo que se vio en la tele, no es otra cosa que un verdadero cachetazo para la sociedad. Más aún, cuando la mitad de los bonaerenses ha sufrido un hecho de inseguridad en el último año, según las últimas encuestas.
La consultora González y  Valladares, señaló recientemente, que  uno de cada dos bonaerenses sufrió un hecho de inseguridad en el último año. Más de la mitad conoce un familiar directo que también fue víctima de la delincuencia y el 90% está muy preocupado por esta situación que se vive en la Provincia. Los indicadores muestran que los encuestados, cuándo se les pregunta cuál sería la medida más eficaz para combatir la inseguridad, en primer lugar responde que los jueces deberían ser más severos con sus fallos. “Pensar menos en los derechos de los delincuentes”, creen que es la segunda opción más efectiva para combatir los robos y homicidios. “Aumentar las penas y atacar las causas sociales del delito”, son la tercera y cuarta prioridad en el combo de medidas que la gente observa como más eficaces.
No obstante los datos estadísticos de la justicia son más contundentes aún: dos de cada 100 causas penales llegan a sentencia en el país. En ese agujero de impunidad podemos encontrar expedientes por robos, homicidios o abusos sexuales, que conmueven a la opinión pública. En ese sentido, un estudio publicado por la Junta Federal de Cortes y Superiores Tribunales de Justicia de las Provincias Argentinas y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires,  revela que por año el Fuero Penal inicia más de 1.200.000 causas, con una tasa de sentencia que en la provincia de Buenos Aires es de sólo 2,96% y en la Ciudad de Buenos Aires de 0,61%, territorios donde se concentra la mayor cantidad de expedientes abiertos. La tasa a nivel nacional, al incorporar los promedios de todas las provincias, aumenta al 7,67%.
Si contamos con una radiografía de lo que piensa la sociedad y los propios números que surgen del Poder Judicial : ¿Por qué no aplicamos las leyes de una vez por todas?. Señores jueces, tomen nota: Todos coincidimos en que no hay más lugar para las injusticias.

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